El
hombre de lentes con el saco raído y la corbata floja, se habría sentado detrás
de todos en el amplio salón del Palacio de Justicia; no por esa extraña timidez
que a veces lo invadía, sino para tener
una mejor visión de la audiencia pública.
Se
habría emocionado con Cynthia Ottaviano y con Alejandra Gils Carbó y con Damián
Loreti y con Horacio Verbitsky y con Miguel Rodríguez Villafañe y con Beinusz Szmukler en la primera jornada. Y casi seguramente en
la segunda hubiese aplaudido de pie a Graciana Peñafort y a Martín Sabbatella y a todos los miembros de ese brillante
equipo.
Pero
cuando se escuchó de boca de los representantes del Grupo Clarín que ellos
precisaban ser, de manera imprescindible, un monopolio grandote, grandote,
grandote, porque sólo así se hace “periodismo de investigación y se puede ser
una prensa libre”, el hombre se hubiese agarrado la cabeza sin poder creerlo y
se hubiese retirado del lugar hasta llegar a Plaza Lavalle y mearse de la risa
para no volver a morir de indignación y rabia.
El
hombre de lentes se hubiese revisado los bolsillos y no tendría ni un peso para
alargar un café en un barcito cualquiera. Sólo una lapicera, la copia original
de la carta abierta y un cuaderno a espiral habría entre sus ropas.
La
riqueza del texto estaba en su cabeza y en sus convicciones. Para qué más.
Y
hubiese escrito en el banco de la plaza
la prosa periodística más bella y más profunda que se pueda escribir sobre esta
tierra.
“El
periodismo es libre o es una farsa”, rezongaría nuevamente por lo bajo.
Uno
no sabe a ciencia cierta cuáles fueron las razones que esgrimió la Corte para
llamar a esta audiencia por la ley de medios de la democracia. Y por eso nos
enojamos cuando nos dijeron que se hacía. Porque ya van cuatro años que la ley
más participativa en la historia de este pueblo, está retenida en el subsuelo
sombrío del poder judicial.
Ahora
que pasó, debemos decir que agradecemos, aún no sabemos bien a quién, que esta
audiencia se haya realizado.
Porque
la palabra justa se mostró a corazón abierto en ese estrado tan solemne. Les
dijo a propios y extraños que ella sabe defenderse cuando llega el momento de
rendir cuentas ante la historia. Y eso fue lo que hizo y por eso nos emocionó a
todos durante el último miércoles y jueves de este agosto que se fue.
Un
agosto que se fue orgulloso en medio del rechazo y repudio del gobierno
argentino a cualquier aventura criminal del imperio del norte contra el pueblo
sirio. Bestias: ¿hasta cuándo seguirán bombardeando pueblos y ancianos y niños
y la vida allí donde se manifieste? ¿Hasta cuándo enrostrarán su chapa de
vengadores seriales contra los pueblos del mundo?
Un
agosto que se fue con la patria al hombro como dicen las paredes, enfrentando
un nuevo ataque carroñero de los fondos buitres que amenazan con sus garras con
hacer retroceder las agujas del reloj hasta la peor de nuestras crisis y
cobrarnos así, como un tajo en la cara, las antiguas deudas que inventaron cuando nos dominaban a su antojo en nombre
del capitalismo.
Un
agosto que se fue sin envidiarle a setiembre su carné de primavera: que el 90 % de los trabajadores y casi el 100 % de los
jubilados deje de pagar el odioso impuesto a las ganancias, llenó las casas de
flores y guirnaldas para festejar la vida cada vez más digna que vivimos.
Pero
alguna oposición, cual señora Gata Flora, le enrostró al gobierno de Cristina
su afán electoralista.
O
sea. Si el gobierno no hace nada con el mensaje de las urnas es un gobierno
indolente. Pero si el gobierno escucha ese mensaje, es electoralista. Pónganse
de acuerdo.
Aun
así vale una reflexión: ¿qué hay de malo ser electoralista en democracia?
¿Acaso es mejor ser destituyente? ¿O no saben acaso que la primera verdad del
peronismo dice que la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo
que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo?
Hay
que denunciar la deformación de la
palabra pero no hay que dejarse correr con ninguna vaina.
Se
respondió, desde el oficialismo, que las medidas son nada más y nada menos que
una expresión del proyecto de país que ya lleva diez años gobernando. Y es cierto.
Pero habría que recoger el guante de la vil acusación y responder además que
este gobierno siempre va delante de las demandas sociales con respuestas que
siempre son insuficientes porque son demandas centenarias que ningún gobierno
antes respondió con justicia. Y habría que decir que cuando asumió este
proyecto en el 2003 se discutían vacaciones adelantadas para disimular despidos
y los únicos impuestos que se debatían eran los que se correspondían con las
pérdidas sufridas.
Si
hoy se puede hablar de ganancias es porque hay ganancias.
La recuperación de la iniciativa política que
logró el gobierno debe ser acompañada y multiplicada al infinito con la
iniciativa de todos los cuadros que se identifican con el proyecto de país que
lidera Cristina. Que se pongan a la defensiva los opositores al proyecto.
Y
volvemos a la audiencia pública en la Corte.
En
ese espacio institucional estuvo representado el debate sustancial que
atraviesa la historia en estos últimos años y sus protagonistas principales.
Ninguno de los que allí habló es un actor de reparto. Esos sí que fueron
titulares.
No
había tres partes, sino dos.
El
Estado de un lado, es decir la democracia y el pueblo; y del otro, los dueños del poder monopólico y
mediático, es decir el Grupo Clarín.
Quienes
expresaron los intereses del Grupo, no se anduvieron con vueltas. No habría que
subestimar el alcance de su línea de defensa y ataque: ellos fueron a decir que
sólo les interesa el capital concentrado.
Y
ese capitalismo siempre avisó que no tiene pudores. Ni cuando mata, ni cuando
tortura, ni cuando habla, ni cuando escribe.
Los
dignos y dignas que nos representaron fueron a esa batalla sólo armados de
razones y verdades.
Por
eso salieron victoriosos.
Ahora
vendrá el momento en que la Corte baje hasta ese mismo recinto y elija finalmente
dónde quiere ubicarse.
Miradas al Sur, domingo 1 de
septiembre de 2013
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