domingo, 26 de enero de 2014

Un país en tiempos de rayos



El modelo de desarrollo inclusivo enfrenta el último y más severo golpe especulativo de los sectores financieros con medidas que no afectan el corazón del modelo, es decir, la defensa del empleo y la producción.
No se apela a las viejas recetas que seguían gobiernos anteriores ante una coyuntura semejante; no se ajusta la economía para abajo ni se destruyen fuentes de empleo ni se anulan de un plumazo los derechos sociales que fueron reparados y recuperados por este mismo gobierno desde el 2003 a la fecha.
Y no es un dato menor. 
Es un momento de máxima tensión entre dos proyectos de país que se demuestran antagónicos en estos 200 años de historia nacional. Hay que decirlo así, claramente, para poder entender lo que viene pasando. Porque no es un problema económico sino profundamente político el que se enfrenta. Y los primeros que debieran entenderlo de este modo son los sectores populares y sectores medios cuyos intereses son representados por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. 
El último golpe financiero, cual si fuera un rayo especulativo, lo ejecutó un fuerte empresario opositor al gobierno con la complicidad de tres bancos extranjeros. Cuando el precio del dólar cotizaba a $ 7,20, de golpe y porrazo salieron a comprar más de 3 millones  ofreciendo pagar $ 8,40. ¿Acaso juegan a perdida? No. Ocurre que todo golpe se financia. Es una inversión que hacen los poderes fácticos para destruir la política monetaria de un país soberano. Si hubiesen logrado el objetivo, empujarían para que este modelo de país se desbarranque por el acantilado de un ajuste salvaje.
Nada de eso sucedió. Intervino el Banco Central ordenando el tablero y el ministro de economía, Axel Kicillof, anunció lo que anunció respecto a la mayor apertura para la compra del dólar. 
Los especuladores se refugian en el dólar, los pueblos en su propia historia.
Lo sucedido ayuda a comprender dónde estamos parados a esta altura del partido y contra qué jugadores se dirime nuestra suerte y destino colectivo. Los enemigos del país buscan reconfigurar el escenario político para atarnos al carro que hoy cruza el mundo “desarrollado”. Acumulan fortunas en cada crisis y lejos de conformarse con lo acumulado, no paran hasta exprimir la última gota de sangre de los pueblos.
Está en la naturaleza del neoliberalismo.
Por eso cuando decimos que son rayos especulativos es porque con estos rayos, cuando se imponen,también se muere mucha gente. No es sólo una metáfora de ocasión.
Hay que mirar a Europa para comprobarlo.
Para garantizar que esa situación continúe por los siglos de los siglos, buscan colonizar al Estado con gobernantes serviles a sus intereses. Los argentinos aprendimos de memoria que siempre ha sido así.
Pero hete aquí que en la Argentina esos sectores de alto poder financiero se encuentran ante un gobierno que, lejos de arrugar ante cada embestida, los enfrenta como puede y debe, consciente que vienen por el proyecto de país inclusivo y para volver a imponer una sociedad sin consumo, sin  trabajo, sin producción, sin derechos sociales garantizados.
Fue clara la Presidenta cuando días pasados advirtió que más que escarmentar al gobierno, están buscando escarmentar a la sociedad para que deje de soñar, deje de trabajar, deje de estudiar, deje de vacacionar y deje de unirse al resto de los pueblos hermanos de América Latina.
Para el poder financiero, Cristina no debiera ir a Cuba sino a Wall Street.
Hay que analizar el mundo al que pertenecemos y agarrar los libros (que no muerden) para conocer el comportamiento criminal que han seguido históricamente los sectores parasitarios de nuestra economía desde tiempos remotos. Son anti estatistas que buscan salvajemente quedarse con el Estado. Vaya con la paradoja, pero siempre ha sido así.
Habrá que concluir que hace falta mucho camino por andar para desarmarlos de una vez por todas.
Desarmar las cuevas financieras. Desarmar los monopolios mediáticos que crean los climas propicios para estas corridas. Desarmar los recursos leguleyos que obtuvieron en la dictadura y que les permitieron hacer lo que hicieron desde el comando de los bancos. Desarmar la obscena impunidad de los grandes exportadores  sentados sobre los 11 millones de toneladas abarrocados en los silo-bolsas por un valor que ronda entre los 4.000 y 6.500 millones de dólares.
Para llegar a esas profundidades del cambio emprendido por el Kirchnerismo se requiere de la concientización, la organización y la movilización de las grandes mayorías populares. Con el gobierno solo no alcanza. Es preciso confluir desde el pie de la sociedad con amplios sectores sociales dispuestos a defender y profundizar el modelo gobernante, so pena de que vuelvan a confluir desde el poder económico más concentrado en una nueva coalición que les permita en el 2015  recuperar sus viejos fueros, es decir, restituir el régimen social de acumulación oligárquica con una nueva distribución de la renta a medida de sus ambiciones.  
Después de toda batalla, victoriosa o no, hay que volver a mirar el campo de batalla.   Hagámoslo; no para solazarnos con lo realizado sino para saber con qué país contamos en esta batalla desigual contra el poder y para llevar el aliento a las partes blandas del proyecto que ante cada embestida de los enemigos del pueblo, sólo recurren al lamento por no haber actuado “previsora y correctamente”. Aprendimos con Kirchner que los ataques contra el modelo nacional se deben a sus logros y conquistas, no a los errores cometidos.
Contamos con un país más igualitario y con el lanzamiento del Plan PROGRESAR que para los jóvenes tiene la misma dimensión que la AUH para los niños.
Ahora serán los jóvenes quienes deben organizarse para valorar y defender esta nueva conquista.
Estamos atravesando el río y caen rayos: la oligarquía financiera viene por la caja del Estado que permitió en estos años sostener todas las políticas de reparación social. 
Es tiempo de organizarse. Ningún rayo, por poderoso que fuera, pudo jamás herir de muerte nuestras utopías.

Miradas al Sur, domingo 26 de enero de 2014



domingo, 19 de enero de 2014

El juego en que andamos



Se nos murió el poeta que nos quedaba en pie después de la tormenta.
La muerte de Juan Gelman reavivó otras muertes tan dolidas como las de Paco Urondo, Rodolfo Walsh y Haroldo Conti, por nombrar algunos.
Perdón por la tristeza.
Más allá de este dolor irreparable, su partida nos deja ver por el ojo de la cerradura de la historia, el país que hoy tenemos los argentinos: el gobierno decretó tres días de duelo nacional por la muerte de un poeta.
¡Habrase visto semejante ternura! 
Dan ganas de abrazarse a la Rosada por esta decisión, como si allí anidaran algunos de los pájaros que nos deja Juan en su partida.
Y quizá sea así nomás.
Es un país extraño el nuestro.
Suceden cosas dolorosas y bellas como las comentadas, pero también cosas horribles: en nombre de la derecha presuntamente moderna y renovada deciden que la escuela pública habite en un conteiner y que los militantes de La Cámpora que organicen la proyección de películas para verlas en una plaza pública junto a los pibes de un barrio, sean ferozmente reprimidos y encarcelados ante el llanto y la angustia de los niños.
“Todo lo público perecerá”, según el evangelio que comulgan Macri, Massa y otros de la misma laya. 
No habrá más treguas ni olvidos, parece ser la volanta de los diferentes sectores políticos y económicos que se oponen al modelo de desarrollo con inclusión social que lidera Cristina. 
A la carga dijo Vargas. 
Ya no es posible creer que haya sido una casualidad la suma de acontecimientos que se sucedieron desde el motín sedicioso de las policías provinciales, los saqueos conexos a ese motín, la corrida extorsiva del dólar ilegal, las continuas operaciones de terrorismo mediático ejecutados por los grandes medios de comunicación, la operación “tomate”, las editoriales que llueven desde el exterior pintando una Argentina “al borde del abismo”, el eco vago de los comentaristas opositores repitiendo hasta el paroxismo la misma cantinela.
Develada, por si alguien tenía alguna duda, la actitud corrosiva y destituyente de los sectores corporativos encabezados por el Grupo Clarín, La Nación y la Sociedad Rural, queda por analizar, planificar e instrumentar el plan de vuelo que en los próximos dos años tendrá que recorrer el amplio abanico social identificado con el proyecto nacional y popular. No hay tiempo que perder.
A diferencia de coyunturas del pasado, esta vez no habrá bandera blanca de rendición por parte del Estado democrático. Pero la batalla principal se desarrolla en la cabeza de los hombres y mujeres que habitan nuestro suelo. Olvidate si es mejor decir “la gente” o “el pueblo” o “la sociedad” o “la opinión pública”.
Cuando la señora que vacaciona placenteramente dispara la misma metralla que escuchó en TN, “que todo está mal” y que patatín y que patatán, no hay que cruzarse de brazos y pensar “mejor no digo nada para que no se pudra”.
Hay que debatir civilizadamente, en paz, cordialmente, sin calentarse de más, sin agredir, jamás, pero hay que rebatir punto por punto la ofensiva del odio y la mentira editada que repite la señora de la playa, el taxista equivocado, el carnicero, el verdulero, la peluquera del barrio.
Y debiera ser así, porque la historia, en su contenido y en su forma, sólo la repiten los opresores. Los oprimidos aprenden todo el tiempo de sus errores y de su propia experiencia.
O sea. No hay que esconder la cabeza en una lata de durazno cuando escuchamos repetir las barbaridades con que el monopolio mediático pretende descomponer y degradar a esta sociedad. Las diga quien las diga. Que los economistas y “analistas” del poder económico financiero tiren pálidas a granel no es ninguna sorpresa. Cumplen su misión desesperanzadora. Les pagan para eso. Son mercenarios de la palabra. Querrían derrocar al gobierno democrático si les fuera posible, pero como saben que es una misión imposible, buscan morder, rasguñar, herir la credibilidad de Cristina y de sus funcionarios  y así poner en jaque la centralidad política del modelo de país que inauguró Néstor Kirchner.
No tienen más tropa que ellos mismos. Por eso hay que impedir que el fuego que arrojan se propague a la cabeza de “la gente”. Y no debieran ser, creemos, discusiones abstractas o para supuestos “entendidos” en política o economía. No. Todo tiene que ver con el modelo de democracia que queremos para nosotros y para nuestra descendencia.
La señora cuestiona desde la playa, no desde la bañadera de su casa impedida de vacacionar. Los otros señores discuten desde la cola de compra en el supermercado. Ya no se discute desde el piquete amargo del hambre y la desolación como sí discutíamos hasta el 2003. Los que discuten, además de ciudadanos que ejercen sus derechos sin límite alguno, son usuarios y consumidores con capacidad de compra. Unos más, otros menos. Pero todos compran algo para llevar a casa.
Y como muchos comen y beben algo en la pizzería colmada de los viernes y sábados, hoy los piquetes de posibles discordias democráticas se hacen consumiendo.
Desde esa actitud desmalezadora hay que intentar abrazarse a quienes honestamente cuestionan a los abusadores de precios, a los estafadores de la energía eléctrica, a los verdaderos causantes de la inflación y la inseguridad y hacer sinergia con ellos.
Con ese empoderamiento de la sociedad, hablando con la sociedad y   abriendo el juego, mostrando y demostrando que los enemigos de la democracia se repiten grotescamente en las tácticas empleadas para debilitar la democracia y procurar un ajuste antisocial, se podrá acompañar inteligentemente el esfuerzo que realiza el gobierno frente a los extorsionadores.
Esta vez participemos todos.
Habrá que armarse de verdades como estas para contrarrestar la ofensiva del odio y la desesperanza: 
2400 vehículos por hora circulan por la ruta a la Costa al inicio de cada quincena y alcanzamos un récord de consumo de carne vacuna de 65 kg por cápita y de 100 kg  de proteína animal por cápita. 
Si me dieran a elegir, decía Juan,  yo elegiría este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados.

Miradas al Sur, domingo 19 de enero de 2014