lunes, 29 de abril de 2013

No hubo errores; no hubo excesos



Aún se respira en el ambiente el humo de los gases lacrimógenos y la acidez en los ojos del gas pimienta. Y duelen las heridasde las balas disparadas por la policía Metropolitana de Mauricio Macri en el Hospital Borda de la Ciudad de Buenos Aires.
“No hubo errores; no hubo excesos; son todos asesinos los milicos del Proceso”,  se cantaba en las plazas populares cuando amanecía la democracia.  
Igual que ahora. No hubo errores ni hubo excesos.
Hasta donde fue posible reconstruir los hechospor el periodismo, los médicos, los enfermeros  y la militancia que acudió solidaria hasta el lugar de la represión,  fue el mismísimo Macri el que dio la orden de reprimir a mansalva.
La bajada de línea editorial del monopolio mediático fue más que manifiesta: lo ocurrido en el Borda no fue una represión,  sino un “enfrentamiento”.
Desconfiemos entonces.
¿Quién se enfrentó con quién? ¿Los pacientes contra la policía? ¿Los médicos contra la policía? ¿Los trabajadores contra la policía?
Y si fuese así ¿qué armas usaron los locos, los médicos y los trabajadores? ¿Quiénes tiraron gas pimienta y cartuchos de posta contra la humanidad del otro?
Vamos. Nos conocemos todos.
Por ejemplo, durante la dictadura el eufemismo “enfrentamiento” sirvió para que la prensa justificara la Masacre de Margarita Belén, Chaco, donde fusilaron una veintena de presos políticos que eran “trasladados”.
Iban esposados y vendados.  ¿Y se “enfrentaron” contra sus asesinos? 
El título de “Enfrentamiento” sirvió para encubrir la desaparición de 30 mil personas, entre ellas mujeres embarazadas, niños y niñas de uno o dos años de edad.
Seguramente las monjitas francesas y Azucena Villaflor, arrojadas desde un avión de la Marina a las aguas del río, “enfrentaron” a sus asesinos con la última mirada.
Y no es que la historia se repita. Lo que se repiten son las conductas de los protagonistas. 
La derecha siempre repite su argumento de fondo.
¿O quién fue el primero que acuñó el término “fin de ciclo” para dictaminar que el peronismo estaba muerto y con él, el Estado y la Justicia social?
Fue Martínez de Hoz, ministro de economía y comandante civil de la última dictadura.
La derecha también habla hoy de “fin de ciclo”.
Lo cierto es que estamos avisados de cuál será el país que nos espera si estos cosos llegan a ganar las elecciones.
Tomá mate y avívate.
Nos vamos con dos estadísticas publicadas ayer: la de la Consultora X que indica que el 51,3 % de la población respalda al  gobierno de Cristina.
Y en Rosario el Índice de Confianza del Consumidor se incrementó en marzo un 12,6% respecto de diciembre de 2012.
Pese a la balacera de la derecha, la esperanza está más viva que nunca. 

El Argentino, lunes 29 de abril de 2013

domingo, 28 de abril de 2013

Una revolución de amor llamada Pietragalla



Cada cual tiene su propia locura. Mi madre sabe lo que digo. Los pacientes del Borda también.
En otros tiempos me gustaba nombrar silenciosamente, no importaba si en soledad o con poca o mucha gente al lado, el nombre del Chacho Peñaloza, el de Perón y Evita, el del Gordo Cooke, el de Carlos Olmedo, el del Che Guevara y otros cuantos más por el estilo.
Decía: “Chacho Peñaloza” y sentía que la boca se me llenaba de historia.
Decía: “Evita” y se me llenaba de pueblo.
Debo reconocer que esta linda locura me sirve mucho más en soledad que acompañado.
Ya en democracia empecé a llenarme con los nombres de los compañeros y las compañeras que nos robó la dictadura.
Era de ir al trabajo, ida y vuelta, y nombrarla a Paloma, al Beto Velázquez, al Salva, a Carlitos Marcón, al Charly, al Cacho Ayala, al Flaco Sala, al Chacho Pietragalla.
Juro que viajaban conmigo cuando en el silencio ambiente, aunque estruendoso para mí, los nombraba uno a uno.
Y aun los sigo nombrando, día y noche.
Por ejemplo, en este último tiempo se me da por decir para mis adentros: “Kirch-ner”.
Y también digo: “Pie-tra-ga-lla”. Y entonces sucede que la memoria se llena de pasado y de presente, conjugados ambos en un mismo acto de amor y rebeldía.
Pronunciado así, todo junto, en el nombre del padre y del hijo y de un mismo pueblo y de un mismo proyecto de nación.
Porque ese diputado joven que respondió al diputado opositor que comparó el gobierno de Cristina con la dictadura, diciéndole: “Caradura, vos no sufriste la dictadura pero a mi me robaron veinte años de mi vida”, ese joven es Horacio Pietragalla, hijo del Chacho Pietragalla, el militante al que la gloriosa JP de los años setenta asignó el alto honor de acompañar a Perón en su regreso a la Patria.
Porque ese joven Pietragalla, apaleado en el Borda por la policía metropolitana, es el mismo que cuando se retrató con Néstor y Cristina, se le ocurrió decirles como una bella forma de expresar su amor: “Ya que no pude sacarme una foto con mis Viejos, lo hago con Ustedes”.
Es aquí y ahora que me aferro a la vida por más de un motivo.
Hagamos un alto por favor, almita mía, porque así no puedo seguir.
Están tirando gases pimienta desde la derecha. La policía metropolitana de Mauricio Macri apalea y balea a los trabajadores y a los más vulnerables de la ciudad: los locos de Buenos Aires del Hospital Borda.
La historia pasa ante nuestros ojos a toda velocidad. Si estamos adentro, no sentiremos vértigo; sólo desde afuera da mareo.
Pasa en la represión bestial del gobierno de Mauricio Macri defendiendo el proyecto de país injusto y excluyente de la derecha; en la sesión madrugadora de los diputados; en la escuálida concentración opositora frente al Congreso ese mismo día; en las declaraciones del senador radical Ernesto Sanz mostrando su deseo de que se caiga la economía nacional de aquí hasta las elecciones; en el discurso del diputado opositor Aguad humillando al pueblo humilde que, según él, se mueve sólo por un choripán; en la chica abandonada custodiando la carpa opositora; en la botella tirada contra la humanidad del diputado Agustín Rossi; en la violencia verbal y gestual contra el presidente de la Cámara, Julián Domínguez, por parte de diputadas opositoras; en el cálido encuentro de la Presidenta con el pibe del PRO al que casi matan otros opositores el 18A y con el otro pibe agredido en San Isidro por su condición sexual, también del PRO; en la frontal discusión de Guillermo Moreno y Axel Kicillof con los capos del Grupo Clarín; en el abrazo de las presidentas Dilma Rousseff con Cristina Fernández de Kirchner presidiendo la jornada de trabajo entre funcionarios de Brasil y Argentina.
La historia pasa.   
Nótese que la oposición dispara su odio y prueba luego de su propio odio.
Es que al no tener propuestas ni liderazgos propios de la política, busca la salida de su laberinto por afuera.
Lo aprendieron con Magnetto y su voz de mando.
Pusieron sus fichas en Francisco, como si el Papa fuera a bajar al terreno electoral opositor. Una locura.
Y vuelven a repetir la vieja treta de judicializarlo todo: si pierden en política, rápidamente acuden a un amigo juez a buscar auxilio.   
Paciencia. Será así hasta democratizar por completo la justicia.
Ahora sí, sigamos.
El pibe Pietragalla, no éste sino el de los años setenta, fue uno de los responsables del Operativo “Dorrego” de ayuda a los inundados en 1973.
Y el pibe Pietragalla, este de ahora, es uno de los responsables junto a Andrés Larroque, del Operativo “La Patria es el otro”, que se realiza en La Plata en solidaridad con los afectados por el último temporal allí y en la Ciudad de Buenos Aires.
Orgullo nacional y popular.
La oposición carece de estos hilos históricos y de un maestro mayor de obra que lo guíe en su propia construcción.
Por eso van en falsa escuadra siempre.
El liderazgo de Cristina y el movimiento que respalda con acciones su obra de gobierno, en cambio, sabe de su historia y sabe lo que quiere y sabe adonde quiere llegar de la mano del pueblo.
Es una diferencia mayor, casi insalvable diría.
Lo que vive la Argentina, perdón si alguien se ofende, es una revolución.
En paz, pero revolución al fin.  
Argentina no pretende cambiar sólo el espíritu del Estado. Ni se conforma con transformar sólo las estructuras. Quiere cambiar el espíritu, la conciencia, la ideología del poder dominante y al mismo tiempo superar las viejas estructuras de la injusticia. Todo por el mismo precio: el amor del pueblo y para el pueblo.
Y si quisimos hablar de revolución y de nombres heroicos, como el de Pietragalla, es porque estas cosas que vivimos hoy, la historia las identifica y las nombra sólo cuando la voluntad del gobernante se junta con el alma de un pueblo.
Me despedí del Chacho una tarde de abril, como la de hoy.
Él caminaba a su martirio sin saberlo. Yo hacia un largo presidio, también sin saberlo.
Por eso, mientras me emociono escuchando a su hijo diputado, me permito nombrarlo una y mil veces: “Pie-tra-galla”.
Es una forma de hilvanar la historia.  


Miradas al Sur, domingo 28 de abril de 2013







viernes, 26 de abril de 2013

Un abrazo que alumbra el continente



El abrazo de ayer entre Cristina y Dilma resume como pocos el evento mayor de nuestra historia continental: la unidad, la solidaridad y la organización de la Patria Grande.
Por ahí pasa la estrategia en esta etapa. Vamos bien así.
Pero ojo: la batalla política-cultural está en pleno desarrollo a escala planetaria.
América Latina profundiza las conquistas sociales de este siglo XXI y Europa sigue hundida en el barro neoliberal del pasado siglo XX.
Pobre España.
Mientras tanto el Bloque kirchnerista en Diputados logró finalmente una clara victoria aprobando los proyectos de ley remitidos por el Poder Ejecutivo para la democratización de la justicia.
¿Y qué hizo el grueso de la oposición?
Con la ayuda del Grupo Clarín y medios asociados, ensució su derrota y de manera indigna para un buen demócrata, simuló un escándalo y se fue del recinto cuando febo asomaba atrás de las cortinas. 
Como un equipo tramposo se fueron de la cancha reclamando un penal que no existió.
Así no se juega. Porque a la falta de credibilidad que ya vienen arrastrando, habrá que sumar en adelante la siguiente presunción:
Cada vez que pierdan una votación legislativa o las elecciones generales; o que no encuentren la puerta de salida ni enciendan una luz que les ilumine una propuesta superadora, actuarán de igual modo, haciendo aparecer una derrota propia como un accidente, como un escándalo, como una emboscada, como si un rayo kirchnerista cayera a plena luz del nuevo día.
¿O no es esto acaso lo que sucedió en el amanecer de ayer en la larga sesión de Diputados?
No habría que soslayar un dato no menor: el fracaso estrepitoso de la oposición mediática que bregó para montar una carpa, ganar la calle y quedarse el tiempo necesario para derrotar al gobierno de Cristina.
Ni todos juntos llegaron a completar una cuadra frente al Congreso.
¿Por qué pasa todo esto? Quizá porque el principio de realidad, violado permanentemente por los exabruptos de la dirigencia opositora y el extremo derecho de los caceroleros, desbordó la paciencia de los más cuerdos.  
Llamaron “dictadura” a un gobierno de la democracia, como gritó el diputado opositor Ulises Forte en la sesión.
Terminaron ellos pareciendo fascistas.
Los radicales se superan sólo entre ellos.
Al deseo sincerado por Sanz para que se derrumbe la economía argentina, le siguió el discurso de Aguad ofendiendo a los millones de ciudadanos que se identifican con Cristina.
En las antípodas está el mensaje del diputado Horacio Pietragalla.  
“Caradura” le gritó a Forte, “vos no sufriste la dictadura; a mi me desaparecieron a mis viejos y me robaron 20 años de mi vida”.  
La democracia está asegurada. La dignidad también. 

El Argentino, viernes 26 de abril de 2013


martes, 23 de abril de 2013

Si te dicen que caí



El programa de mentiras de Lanata, genera violencia.
Y de la peor que hay en el mercado de las pasiones: la violencia moral de asistir a la profanación impúdica y criminal de los seres más queridos por una buena parte de este pueblo que somos.
El ataque a la memoria del ex presidente Néstor Kirchner en ese medio y repetido en cadena por los otros medios del Grupo Clarín, sólo se entiende en el contexto violento de la última marcha cacerolera. 
La convocatoria de la diputada Carrió, otrora funcionaria de la dictadura cívico militar, para impedir que los legisladores voten por la democratización de la justicia, genera violencia.
Y de la peor que hay en el mercado de la democracia: la violencia institucional de imposibilitar que funcione uno de los poderes de la República. 
Los días que corren son días donde definimos  el perfil y el sustento de la sociedad que somos y queremos ser. Quizá sea siempre así. Pero en días virulentos, las disyuntivas sociales y personales se ponen al rojo vivo.
Pase y participe, entonces. Reflexione junto a su vecino. No se pelee con nadie, pero participe. Sepa que no existe el progreso social como destino inevitable.
A la Argentina la construimos entre todos o no la construye nadie, diría el General.
Somos nosotros, juntos, los que nos ganamos la paz y la convivencia en estos 30 años.
Y ahora vienen por ella. No es una pesadilla. Es la realidad. 
La gente que acorraló al joven militante del PRO en la puerta del Congreso gritaba que lo querían matar  “porque es de La Cámpora”.  Se salvó no porque mostró su carné de identidad partidaria. Se salvó porque corrió y encontró refugio en un mini mercado.
Supongamos ahora que lo hubiesen atrapado. ¿Qué hubiese pasado? ¿Acaso le hubiesen cantado La Marsellesa y recordado su derecho a defensa?
Esa gente es capaz de matar cuando se encuentra en banda. Eso es el fascismo. Eso es el golpismo.
Y supongamos más aún: que el pibe acorralado era efectivamente de La Cámpora. ¿Y qué? ¿Es un delito acaso ser uno de los miles de pibes que militan solidariamente junto a los vecinos inundados en la ciudad de Buenos Aires y en La Plata?
Estremece pensar que los carteles que pedían la horca para el kirchnerismo en los cacerolazos, como la carroza de la agrupación de Ritondo el 8N, más que una metáfora, eranuna sentencia de muerte.
“Si te dicen que caí” es el nombre de una bella novela del catalán Juan Marsé y que retrata la degradación de la infancia durante el largo y cruel franquismo en España.
En esta Argentina, la infancia es la franja social más cobijada por las políticas de Estado.
Cuando las hordas golpistas agreden a la democracia, sepamos que en primer lugar  agreden a los pibes.  


El Argentino, martes 23 de abril de 2013

lunes, 22 de abril de 2013

Rascando el fondo de la cacerola



Elisa Carrió, diputada nacional y otrora joven funcionaria de la dictadura cívico-militar, fue la primera que llamó a sitiar el Congreso para impedir que funcione ese poder de la República.
Ayer se supo que la siguieron atrás: Moyano, el PRO, el FAP y otros opositores.
Muy grave. Pero no sorprende. Por que si uno rasca el fondo de las cacerolas que tronaron el pasado 18 de abril se encontrará con carteles y voces que clamaban por lo mismo y un poco más.
¿Qué hacer ante tanta furia desbocada? ¿Callarse? ¿Mirar para el costado? ¿Preguntarse si no habría que dialogar con esos sectores del odio y la reacción?  
Hay que hablar. Y decir las cosas como son: Eso es fascismo.
Como bien lo calificó el diputado Agustín Rossi.
No estamos ni estaremos jamás tallados de la misma madera.
Por el contrario, a lo largo de la historia ellos pusieron el hacha y nosotros el árbol y la savia derramada.
Y aún seguimos brotando. 
Los que así se manifiestan en estos cacerolazos no representan a la clase media; se nutren de ella, pero no expresan a los sectores medios que hoy, precisamente, se identifican con el proyecto de país que lidera Cristina.
Hay analistas políticos que confunden. Diagnostican tan mal los escenarios sociales que terminan por proponer siempre lo mismo: izar bandera blanca y rendir el amor y la esperanza.   
No se equivoquen: los violentos que reivindican a la dictadura no son “La clase media”; son golpistas. 
¿O los que acorralaron al militante del PRO frente al Congreso qué eran?
El joven quiso defender con su cuerpo la integridad del Parlamento.
Y lo quisieron linchar en pleno centro de Buenos Aires al grito de: “Ese es de La Cámpora”.
No es una exageración lo que se describe. Es lo que pasó.
Las voces que, alentadas por los medios monopólicos insisten con denominar como “dictadura” al gobierno democrático, lo deberían saber.
La verdadera dictadura, conducida desde la Sociedad Rural de Martínez de Hoz, gobernó con las demandas que se manifestaron el 18 A eliminando retenciones y liberando el mercado y el comercio interno para que los grandes empresarios se coman a los chicos.
La sangrienta dictadura liberaba las calles para que los grupos de tarea encarcelen, secuestren, desaparezcan y asesinen. 
La verdadera y sangrienta dictadura hubiese provocado un baño de sangre ante una marcha de caceroleros, mandando los caballos, los tanques y los fusiles para que maten a todos.
¿Cómo pueden ser tan analfabetos políticos los que siguen llamando “dictadura” a un gobierno de la democracia?
Sólo el odio lo explica.  
Están nerviosos. Están desorientados. Les queda apenas el show de los domingos de Lanata.
Muy poco para disputar en democracia.

El Argentino, lunes 22 de abril de 2013

domingo, 21 de abril de 2013

La victoria de la diversidad democrática

Nicolás Maduro asumió en Venezuela. La UNASUR se fortaleció en el Perú. Y el 18A   pasó por la Argentina.
Por estas huellas tan diferentes estuvo la vida esta semana.
Diremos en primer lugar que el golpismo destituyente anduvo de cacería por la región en estos días. No se llevó nada; gracias a la templanza de los pueblos y sus gobiernos.
Pero que anduvo, anduvo.
Venezuela fue el epicentro de la última intentona. Jugaron fuerte los golpistas. Que el gobierno de los EE.UU. no haya reconocido a tiempo el proceso democrático y el orden jurídico institucional venezolano, no es una mora cualquiera. Es la rúbrica final de una campaña política que encabezó Capriles y los intereses corporativos que él representa.
Saquemos enseñanza de ese pueblo hermano.
Aguantó de pie y sin fragmentarse el tremendo impacto de la muerte de su líder, el Comandante Hugo Chávez. Habrá que hacer memoria a la hora del balance y anotar la expectativa que abrigaban desde adentro y desde afuera del país bolivariano aquellos que pujaban o temían una guerra sin cuartel por la herencia del mandato. ¿Y qué ocurrió? Lejos de debilitarse esa unidad, el componente organizado de la revolución chavista estrechó filas al pasar esa cornisa que fue del magno velatorio al día de las elecciones. Se ganó con lo justo. Pero se ganó. En la banquina quedaron los sectores sociales que sólo se sumaban cuando vivía el Comandante y los perezosos y los confiados en creer que las urnas estaban resguardadas con el aliento del chavismo y no era necesario concurrir a votar.
Y también aquellos que seguramente no acordaron con el nombre de Maduro, su mensaje y su estilo.
La violencia llegó como un argumento necesario para deslegitimar la victoria. Está escrito en cualquier manual de la derecha latinoamericana. Si no pueden ganar, salen a desprestigiar y embarrar la cancha. Y en este caso la ensangrentaron con varios muertos y heridos.
El alto mando chavista respondió con sabiduría: garantizar el orden sin perder la cordura. Evitaron el caos provocado por Capriles; no fueron funcionales a él. Y así pudieron salir rápidamente de la emboscada letal que se preparaba.
La guerra civil no aconteció porque las mayorías se negaron a bajar de las barriadas cumpliendo así las instrucciones del presidente Maduro.
Es un proceso abierto el de Venezuela, como son todos los procesos de cambio. Pero hay un hilo conductor de su fortaleza que lo une a toda la región: la existencia de la UNASUR, el MERCOSUR y la CELAC.
Y ese fue el signo de poder colectivo que se escribió en la madrugada del 19 de abril en Lima, Perú. Ahora nadie puede llamarse a engaño. No se reunieron los presidentes aprovechando un recreo en la fiesta de asunción presidencial en Caracas. Se reunieron en Lima, una noche antes, precisamente para demostrar ante el mundo, el poder regional soberano que se ha construido en estos últimos años.
“Si tocan a Venezuela, nos tocan a todos”, ese fue el mensaje de los mandatarios. El viejo sueño de los Libertadores, la América unida en la Patria Grande, es una realidad.
Pero ojo, que esta construcción es una tarea permanente. En democracia, como en la vida toda, no hay una victoria de una vez y para siempre.
En la diversidad de sus pueblos y gobiernos está esa fortaleza. Y este concepto es el que se afianzó en Lima con la presencia de Evo, Piñera, Dilma, Santos, Mujica, Ollanta y Cristina, más otros representantes de la región.
Vale hacer un repaso del discurso de asunción de Nicolás Maduro.
En especial cuando advierte la infección de odio y revanchismo de clase que desató la derecha en Venezuela y que pretende extender a otros países.
Y aquí te quiero ver, Argentina.
El 18A hubo muestras elocuentes de intolerancia política. Habrá que estar atentos. La paz debiera ser no un mero estado de ánimo, sino una categoría política y cultural imprescindible e innegociable para nuestra convivencia.
Dicho esto, decimos: la antipolítica desnudó en las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país, la orfandad política de la oposición.
Si la politización de la sociedad es un peldaño mayor en la cultura de los pueblos, la apolitización, en cambio, es la expresión del analfabetismo político.
Ni esta vez ni las anteriores salieron a protestar por lo que falta avanzar en el camino de recuperación de la justicia, del trabajo decente, de más y mejor producción, de más y mejor consumo interno. Salieron a protestar por lo bueno que se ha hecho desde el 2003 hasta el presente.
Les molesta la inclusión social de los más humildes. Les molesta la integración a la Patria Grande. Les molesta la hermandad con la Venezuela Bolivariana. Les molesta la igualdad y sus consecuencias.
Pero están en problemas hoy mucho más que en el 8N, porque ahora se demostró en vivo y en directo, con los referentes partidarios marchando desorientados en esa masa inconforme con la dirección de los vientos que hoy gobierna, que ni siquiera tienen un Capriles y que ni siquiera sumando a los partidos políticos de la oposición pueden construir un nuevo liderazgo.
Es peor aún: la suma de estos referentes les restó fuerzas y energías a esta última marcha opositora.
Una marcha, cualquiera sea, tiene dos efectos inmediatos: interpela a unos y apoya a otros.
Este 18A no interpeló al gobierno sino a la oposición para que lo represente.
Y apoyó políticas que se corresponden con un proyecto de país que está en las antípodas del que lidera Cristina.
No es que el gobierno no los escucha, sino que escucha a los que nunca antes fueron escuchados; que es muy distinto.
Por eso este 18-A deberá cotejar fuerzas con el proyecto nacional y popular en elecciones libres.
Antes deberán convencerse que ni el Grupo Clarín ni el diario La Nación ni el showman Lanata entran por la ranura de una urna. Sólo entra el voto ciudadano.        
Que no hayan utilizado esta energía imitando el ejemplo que la militancia juvenil del kirchnerismo expresó en La Plata, demuestra tristemente que están en el reverso de la solidaridad. 

Miradas al Sur, domingo 21 de abril de 2013



viernes, 19 de abril de 2013

La cacerola del día después



Ya pasó el “18-A”. Ya pasó la furia, la ofensa y el mal gusto.
¿Y ahora qué? ¿Qué propuesta nueva? ¿Qué programa de gobierno? ¿Qué liderazgo político que unifique esa energía rabiosa de las calles del espanto?
Posiblemente la propuesta sea programar otro cacerolazo. Y después otro. Y así hasta el final de los días.
Mientras, la democracia continúa su marcha construyendo un país más justo, inclusivo y  libre.
La vaciedad política se manifestó esta vez con una novedad: los referentes políticos de la oposición pusieron la cara.
Todos juntos manifestando su odio al gobierno nacional y popular.
El comandante de la nave insignia, Clarín, habrá pasado lista antes y después de la concentración.
En nombre de la antipolítica, convocaron a los políticos. Vaya contradicción.
Ese rasgo pre-democrático aumenta dramáticamente la oquedad opositora. Tamaño despropósito deberá resolverse a la brevedad porque es breve el paso que queda para cumplir con la ley electoral.
Se vienen al galope las Primarias Abiertas para elegir candidatos y cuando nos demos cuenta estaremos en octubre y habrá que ir a votar.
¿Pero a quién votar luego del cacerolazo?
¿A Cecilia Pando o a Nelson Castro? ¿A Mauricio Macri-Magneto o Hermes Binner-Bonelli? 
¿O se unirán como lo hicieron ayer y ordenarán su desorden rumbo al plazo electoral?
A lo largo de la historia encontramos la configuración de climas y escenarios nuevos construidos luego de marchas como las de ayer.
¿Será este el caso? 
¿Se viene entonces la fórmula Carrió-Biondini? ¿O Macri-Binner? 
La base está.
Claro que el único espacio ordenador lo expresa hoy el gobierno y su espacio político organizado. Y un proyecto de país integrado a la América Latina no ordenará retirada por un cacerolazo opositor como el de ayer.
Son dos proyectos de país y continente que deberán dirimir en las urnas.
Eso es la democracia. 
Saben que en el cacerolazo de ayer estuvieron apenas los instrumentos que agita la derecha real, esa que maneja jueces y camaristas, como antes manejaba coroneles y generales.
Esa derecha del poder mediático económico es la que logró el fallo judicial que favorece al Grupo Clarín.  
Se entiende la indignación de Cristina y de Martín Sabbatella.
Se entiende la indignación de una buena parte de la sociedad democrática que no ha sido colonizada por la metralla mediática.
Es que los jueces corporativos esta vez llegaron lejos; provocativamente.
No contra el gobierno nacional, sino contra la honra y el sentido común de los argentinos.
La cacerola del día después, deberá rendir cuenta ante sus propios caceroleros. 
Gobernar un país es otra cosa.
Es rendir cuenta ante un pueblo que eligió vivir en paz y en democracia.

El Argentino, viernes 19 de abril de 2013

jueves, 18 de abril de 2013

El rigor del destino





La Presidenta hablaba en la Casa Rosada anunciando obras para Tucumán y otros municipios del país federal.    
De pronto se acordó de una película donde trabajó ese gran actor que fue Carlos Carella y que la dirigió Gerardo Vallejo, un director comprometido con su tiempo.
Y no sé por qué, o quizá sí, me pareció interesante en este día convocar a la memoria aquella Argentina dolida que retrató Vallejo.
La dictadura arrasó Tucumán como al resto del país y un poco más aún.
Los genocidas Bussi y Menéndez perfeccionaron la maldad impuesta por la dictadura de Onganía, que fue antesala del terrorismo de Estado impuesto por Videla, Massera, Grafigna y Martínez de Hoz.
Se cerraron los ingenios azucareros y se abrieron las cárceles y los nichos de detención clandestina. La faena comenzó en la previa del 24 de marzo de 1976. Después se multiplicó. Miles de muertos y desaparecidos. Entre ellos el abogado de la FOTIA que retrata Vallejo y el propio Secretario General del sindicato, Atilio Santillán.
En el film la esposa de aquel abogado desaparecido vuelve del exilio con su pequeño hijo,  huérfano de aquel padre, el abogado laboralista, pero iluminado por la voz y la presencia de un abuelo sabio, que era el personaje de Carella. Y juntos reconstruyen el rostro y la historia del padre, del niño, del abuelo y de ese digno pueblo tucumano.
Y el abuelo enseña, entonces,  que el rigor del destino de los pueblos es seguir apostando por la vida y en especial, por la dignidad de esa vida.
Más o menos por aquí  transcurre esta película, que para muchos de nosotros, sigue siendo una obra mayor del arte y la ternura.
En un día como hoy se impone la pregunta y la reflexión: ¿quiénes somos nosotros en esa trama colectiva?
¿Somos acaso el abuelo, el hijo asesinado, su mujer, el nieto o el pueblo embanderado luchando por sus derechos y por su propia vida amenazada?
Y la verdad es que somos todos ellos.
Pero volvamos a mirar lo sucedido en estos días en la ciudad de La Plata para saber de verdad quiénes somos y queremos ser.
¿En serio que no te emocionas con tanto piberío limpiando calles y zanjas en un humilde barrio inundado?
¿En serio que no te conmovés con esos mismos pibes cantando sus consignas de amor y lucha al fin de la jornada de trabajo solidario?
¿En serio no te da vergüenza hundirte en tu egoísmo, en tu odio visceral contra un país que renació de sus cenizas y que más allá de banderías políticas es el país de todos?
Quizás nuestro rigor del destino es ser cada vez más felices.
Aunque democratizar la democracia provoque  tanto ruido en esa derecha que hoy convoca al odio.
Prefiero, para siempre, la esperanza y la risa de hombre bueno que nos legó Carella. 

El Argentino,  jueves 18 de abril de 2013