A
sólo una semana de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y
Obligatorias, el cielo de la política se encuentra mucho más despejado de lo
que estaba apenas un mes atrás.
Ese
cielo despejado nos permite apreciar lo equivocados que estaban aquellos que auguraban,
otra vez, que la irrupción de alguien como Sergio Massa se constituiría en una
irreparable sangría para el kirchnerismo. No pasa nada. Por el contrario, es
una buena noticia que la fuerza mayoritaria que conduce los destinos del país,
perfile cada vez mejor su propia identidad como movimiento nacional y popular
del siglo XXI.
Que
los gatos sigan mezclados en otras bolsas: las de la oposición.
La
lectura simplona que hablaba hasta hace muy poco del “fenómeno Massa” y del
presunto arrastre electoral casi imparable del Frente Renovador del Intendente
de Tigre, careció desde el arranque de rigor de análisis sobre la Argentina que
hoy vivimos.
No
entendieron que Massa se presenta como “renovador” porque es, en el mejor de
los casos, la renovación de lo viejo.
Lo
nuevo hace rato que anda por otras orillas.
Por
eso, y como la dialéctica existe, el crecimiento de Insaurralde explica el
descenso de Massa.
Tampoco
comprenden que este país es otro desde el 2003 y que el kirchnerismo no es un
manojo de políticas economicistas y nada más. El kirchnerismo es un cambio
político y cultural en nuestra historia contemporánea; de allí que sepa
interpretar, expresar y conducir desde el timón del Estado un proyecto de país
inclusivo.
Estamos
protagonizando un punto de fuga más que importante con el viejo país del
neoliberalismo diseñado, orquestado y conducido por el poder económico
concentrado que expresan desde hace muchos años, desde la dictadura al menos, el
Grupo Clarín y La Nación.
Los
que diseñaron la primera fase del lanzamiento de Massa creyeron que la aureola de “santo” le
sentaría eficazmente a la hora de confrontar con un kirchnerismo al que
insisten en ubicarlo con disfraz de “Satanás”. Pues bien, tendrán que admitir
que fracasaron. No por una cuestión de estilo publicitario, ni porque antes
“dialogaban” y ahora patotean sacándose el saco para “pelear”, sino porque no
aciertan en interpretar lo que de veras está pasando en la realidad. Esa
oportunista y acomodaticia posición de “apoyo lo bueno pero ataco lo malo” es
un discurso hueco por afuera del kirchnerismo. Esa frase tiene validez, en el
mensaje y en los hechos, sólo fronteras adentro del oficialismo.
¿O
acaso este gobierno no ha demostrado infinidad de veces que es capaz de
corregir su propio rumbo sin afectar por eso el rumbo estratégico principal?
Además,
como se dijo en Salta, nadie puede atribuirse padrinazgo alguno sobre la década
ganada con beneficio de inventario. El que afirme que apoya la AUH y la
movilidad jubilatoria tendrá que aceptar que esas iniciativas fueron posibles
porque el gobierno nacional recuperó el ahorro de los trabajadores incautado
por las ex AFJP. El que afirme que acuerda con el valor de la soberanía
nacional, tendrá que aceptar que hoy somos soberanos porque Kirchner se
enfrentó al imperio diciéndole “No al ALCA” junto a Lula y Chávez, porque nos
independizamos del FMI y porque Cristina recuperó YPF en defensa de los
intereses de los argentinos.
Volvamos
a Massa. La burda y grotesca puesta en escena del “renunciamiento” electoral
del duhaldista Eduardo Amadeo (con el
0,5 % que habría obtenido si se presentaba) para pasarse a las filas
“renovadoras”, también es una muestra del grosero error de la derecha al no
saber leer la realidad y en consecuencia definir mal el marketing que
precisaban para su candidato Massa. Fracasaron. Ahora queda a la vista de todos
que apenas son el reciclaje del duhaldismo y el menemismo residual apadrinados
por Magnetto. No hay nada nuevo bajo el sol.
Entonces:
¿es bueno o no que Massa se haya ido de las filas kirchneristas? Es muy bueno
que eso haya sucedido.
No
hay que negarle a nadie el derecho a cobijarse allí donde mejor crea le
calienta el sol. Y a todos ellos, es evidente que les calienta mejor el costado
derecho del alero.
El
problema, para esa derecha, no es ese, sino que son varias fracciones las que
se disputan la misma cobija. Tres fracciones,
por lo menos, se disputan entre sí en la provincia de Buenos Aires: el eco vago
de la Alianza radical-socialista de Margarita Stolbizer y Raul Alfonsín; el eco
vago del menemismo de Francisco De Narváez y el eco vago del duhaldismo-menemista
encabezado por Massa.
En
la Ciudad porteña pasa otro tanto. Quizá con más grotesco. Ver a Tumini y Donda
junto a Gil Lavedra y Prat Gay y a Solanas haciendo de mayordomo servil de
Carrió, llama a la perplejidad por donde se lo vea.
La
impotencia de la oposición es tal que la denuncia de Magnetto a Víctor Hugo
sólo se puede entender desde allí.
El
próximo 8 de agosto, el día que tan digno periodista está citado judicialmente,
se convertirá en el otro cierre de campaña. Y no será nada virtual. Será un
punto de confrontación muy alto entre la verdad y la mentira, entre la
honestidad y la corrupción del poder, entre la libertad y la fuerza bestial del
monopolio. Serán millones los ciudadanos que estén donde estén y desde el
afecto y el sentimiento solidario, acompañen ese día a Víctor Hugo con su
abrazo sinceramente fraterno.
Ya
no hay derecho a confundirse en la Argentina. Ya no hay nubarrones que tapen el
sol o escondan la luna que desvela nuestros sueños.
Si
Martín Insaurralde crece en las encuestas como crecen todos los candidatos del
Frente para la Victoria a lo largo y ancho del país profundo, es porque estas
elecciones no son un ensayo para ver qué pasa más adelante, sino un primer
plebiscito sobre la década ganada y la década que queremos construir
colectivamente. Por eso es la Presidenta la que se carga la campaña al hombro, para
que los argentinos nos hagamos cargo de la decisión de consolidar este destino
de ser un pueblo libre; como aprendimos nuevamente a ser desde
tiempos de Néstor hasta los días con Cristina.
Miradas
al Sur, domingo 4 de agosto de 2013
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