Sucedió en Lomas de Zamora.
Recibían la visita de la Presidenta y era la ocasión de
escucharla y de escucharse entre todos los que allí estaban.
Y entre los que miraban el acto por TV.
El Intendente Martín Insaurralde estremeció con su historia
de vida. Haber peleado con una enfermedad que parecía terminal, se parece a la
pelea que afronta día a día junto a los vecinos para transformar, con inclusión
y justicia, ese lugar del conurbano.
Y habló de una revolución hecha de amor y de obra pública,
de amor y viviendas, de amor y caminos, de amor y mejor calidad de vida.
La revolución es una fiesta cuando se la vive de este modo.
La Presidenta inauguró el Sistema de Seguridad Integral y se
comunicó a distancia con Entre Ríos, Quilmes y el Camino de la Ribera.
Si estas actividades presidenciales y territoriales se
mostraran con pantalla partida, mirando a Europa y a la oposición, apreciaríamos
mejor el país que vivimos.
De un lado, la Argentina con el empleo formal en la
construcción subiendo el 2,1 % en marzo con relación al mes anterior, con un
total de puestos registrados de 394.852 personas y con la generación de más
empleo privado durante el primer trimestre.
Del otro, la vieja Europa aumentando el desempleo a 3
millones de personas en Francia, cerrando hospitales, escuelas y ramales ferroviarios
en España, incendiando la periferia de Suecia y los profetas de la desesperanza
repitiendo aquí como loros todo lo que dicen los medios corporativos.
Volvamos a Lomas.
De pronto fue como si un aguacero cayera del discurso
presidencial.
Fue cuando Cristina exclamó: “Me llama la atención que haya
dirigentes intocables a los que los grandes medios corporativos no los tocan,
tal vez porque tengan intereses también”.
Y siguió: “Soy argentina
y siempre voy a defender a la gente, pese a que cuando dicen cosas de mí y de
mi compañero algunos dirigentes miran para otro lado”.
El Gobernador Scioli la miraba distante. El Intendente
Insaurralde, en cambio, aplaudía emocionado.
“Siempre es más cómodo decir palabras de ocasión, quedar
bien con todos y tener un millón de amigos. Gobernar para el pueblo no es
fácil. Después vienen las peores difamaciones, ataques y mentiras” subrayó
Cristina por si alguien no entendía.
Después de criticar la inacción de aquellos dirigentes que
frente a las angustias de la gente sólo buscan quedar bien con todos, Cristina
afirmó: “Nosotros no nos pasamos hablando del acuerdo y del consenso, nosotros
construimos el consenso”.
O sea. La revolución dijo sus verdades y un pueblo la abrazó
efusivamente.
Más de un dirigente habrá puesto sus barbas en remojo.
Y al que le quepa el sayo, que se lo ponga.
El Argentino, viernes 31
de mayo de 2013
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