Una democracia está viva sólo
cuando disputa la hegemonía cultural de la sociedad.
Si no es así, está colonizada
y parasitada por las corporaciones.
Que nadie se haga el distraído:
en la Argentina hoy se está lidiando por el perfil productivo y el vuelo cultural que tendrá el país de acá a
cien años. Y eso es disputa de poder.
Se está definiendo si en el
futuro mediato habrá o no escenarios para nuevos golpes de mercado y nuevos
golpes de estado.
Se está debatiendo si el
Estado seguirá o no garantizando políticas universales y que lejos de cualquier
falso neutralismo, se conciba como expresión democrática y vital de las
mayorías populares.
Nos remitimos, para no
abundar, al galope con que la nueva época viene signando esta coyuntura.
El kirchnerismo demuestra
desde hace diez años que el país seguirá creciendo mientras sea capaz de garantizar y producir su propia víspera. Corre la misma
suerte que todos los movimientos políticos que sostienen a los gobiernos
populares en América Latina. Y decimos bien: corre, porque a diferencia de los opositores que serpentean mirando
hacia atrás, el kirchnerismo corre con la vista puesta en el futuro.
En la semana que pasó fue
posible advertir, para propios y extraños, que el gobierno y su correlato
legislativo constituyen un bloque macizo y casi pétreo cuando se defienden,
pero dúctil y creativo cuando pasan a la ofensiva. Y eso es un proyecto
político.
Lejos de enamorarse de sus
propios instrumentos, adopta los que sean necesarios para defender y
profundizar su modelo. La única condición innegociable es, justamente, la defensa del modelo.
Hoy preferimos empezar así, poniéndole un marco al análisis, con el único
fin de compartir una mirada que nos ayude a entender el cuadro semanal.
El kirchnerismo organizó el
acto en el estadio de All Boys con el Presidente venezolano Nicolás Maduro,
como corolario del encuentro político institucional que éste mantuvo con
nuestra Presidenta. Allí está la voluntad política de ligar el destino de
Argentina a la Patria Grande. Por eso, cuando Maduro se declaró militante peronista y kirchnerista venezolano,
estaba sellando la unidad histórica y estratégica entre nuestros pueblos.
De paso, hay que decirlo,
estaba denunciando el uso que hacen de Chávez y el chavismo las minorías
extraviadas que en nombre de “la
izquierda” alimentan la barriga ociosa
de la derecha.
Y al que le quepa el sayo, que
se lo ponga.
El kirchnerismo logró que el
Congreso Nacional aprobara la democratización de la Justicia. Y no se detuvo el
pulso de nadie. No se incendiaron las praderas. No se destruyó el planeta ni
nada que se parezca a las catástrofes anunciadas por la oposición si esto
llegara a ocurrir. Y ocurrió.
Como ocurrió la extinción de
las AFJP y después la vida creció más vigorosa todavía.
Es un proceso semejante al que
explica la aparición de una mayor diversidad biológica después de la extinción
de los dinosaurios.
Un llamado a los perezosos: este es el comienzo de una
nueva era en el campo de la justicia. La llama está encendida, pero la pava recién se está
calentando. Que nadie crea que esto es el final de la reforma judicial. Es el
comienzo. Es la víspera de lo que está por venir. Se cierra un ciclo de la
historia y se empieza a abrir otro nuevo. Los magistrados lo saben o lo
intuyen.
Los ciudadanos de a pie,
también.
Y ahora vamos al meollo de
este asunto del poder.
La trepada delictiva del dólar
ilegal es un desafío del viejo poder económico contra el sistema democrático. Monopolio mediático mediante. No debería verse esta cuestión como
un problema de mera especulación económica y financiera. Es un nuevo intento de
golpe de mercado. Es, en consecuencia, la expresión inicial de los golpes
modernos. Si acertaran con el cross a la mandíbula del proyecto de país que
lidera Cristina, todo se desmoronaría más temprano que tarde. En el imaginario
de los golpistas, con una hipotética devaluación lograrían herir de muerte al
modelo de crecimiento industrial con inclusión social para después ir por una
victoria política en las próximas elecciones. Y colorín, colorado.
Pero desde hace 10 años tienen
un problema que antes no tenían: el
kirchnerismo no se rinde nunca. Podrá perder, pero perderá con las botas
puestas. Y esas botas son los 5 millones de empleos recuperados, la unidad
latinoamericana, la Asignación Universal por Hijo, PROCREAR y Argentina
Trabaja, el presupuesto educativo, la política de Derechos Humanos, el Futbol
para todos. Hay miles y miles de pares de botas por las que jugarse la vida.
El kirchnerismo es lo que
demostró ser en la derrota, quizá más que en las victorias que siempre son
volátiles.
La misma noche de la derrota
electoral bonaerense en el 2009, Kirchner marcó el camino cuando señaló: “el
pueblo en las urnas nos dio un claro mensaje para que profundicemos el modelo
nacional y popular”.
Chupate esa mandarina.
De este lado de la vida hay un
solo proyecto, un solo liderazgo que es Cristina, un amplio movimiento popular
rico en su diversidad, una experiencia de gestión de gobierno que se muestra
exitosa y una incansable voluntad de cambio.
Quizá por eso haya tanta
militancia joven en el kirchnerismo y sean los jóvenes de La Cámpora el enemigo
público N°1 de la derecha.
Quizás por eso la oposición y sus intelectuales iluminados por las cámaras de
Magneto, estén desconcertados y perdidos como están. Como si no entendieran lo
que viene pasando.
Sería de mucha utilidad exhibir en las escuelas y universidades, en el club
del barrio, en las plazas del pueblo, la filmación del debate en el Senado esta
semana.
Los senadores opositores
haciendo de las tapas de Clarín y el humor de Lanata, su argumento político,
versus, el equipo económico del gobierno nacional y los legisladores
kirchneristas defendiendo el modelo.
De un lado el viejo país
colonizado y del otro, el nuevo país de la esperanza.
El viento de la historia nos
acaricia el alma. Y hay que saber disfrutarlo.
Miradas
al Sur, domingo 12 de mayo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario