Esta vez la
Plaza fue distinta a otras Plazas de Mayo.
En su cuerpo
voluminoso se advertía fácilmente la gravidez de futuro de ese pueblo que colmó
las calles y las avenidas, las otras plazas
cercanas, los subtes y los colectivos, los trenes del suburbano, las
largas columnas que danzaban sin descanso hasta encontrar su lugar. Y una vez
allí, seguían danzando, cantando y vivando a esa mujer que resume en esta etapa
de la historia, todos los sueños que habitan en los barrios.
Esta vez la
Plaza fue distinta a otras Plazas de Mayo.
Vinieron de
todas partes. Casi un millón de argentinos y argentinas se adueñaron de la
fiesta. El escenario con sus cantores y bailarines eran el complemento de lo
que se vivía allí abajo. Nadie se estaba quieto. Todos se movían de un lado al
otro. Como queriendo encontrarse con algún vecino o compañero que seguro
andaría por ahí.
Esta vez la
Plaza fue distinta a otras Plazas de Mayo.
En un mismo
espacio de amor, compartían los organizados y los no organizados, las clases
medias y los laburantes, los veteranos y los adolescentes, las madres con sus
hijos, las murgas con sus tamboriles y los zancudos con sus figuras. Esos dos
mascarones de proa gigantescos con las caras de Perón y Néstor, provocaban el
aplauso y la emoción a su paso entre la multitud. Vimos a más de uno acercarse
y saludarlos como si fueran ellos de veras.
Quizá tenían
razón.
Esta vez la
Plaza fue distinta a otras Plazas de Mayo.
Los
sindicatos más poderosos marchaban con sus cascos y uniformes de trabajo.
Algunos médicos y maestros con sus guardapolvos. Los militantes de Unidos y
Organizados eran un solo cuerpo empujando la historia. La columna nutrida de La
Cámpora se llevó todas las miradas y aplausos por su alegría desbordante,
por su ingenio en las letras, por sus
pibes cada vez más pibes, como los secundarios de 14 o 15 años engrosando la marcha. Y porque son los
más demonizados por el Grupo Clarín y sus alcahuetes. Una señora que miraba le
decía a su marido: “Hay que ser jodido para difamar a estos pibes”.
Esta vez la
Plaza fue distinta a otras Plazas de Mayo.
Fue la más
numerosa y más organizada y más feliz y más pacífica que se recuerde desde el
Bicentenario. Pero con un componente que la hace paridora de la historia: fue
una Plaza que acunó a su jefa, a su líder, a su compañera, a su Presidenta, a
Cristina, o llámela como quiera.
Por eso fue
una plaza que parió futuro por sus cuatro costados. Y lo hizo con amor y sin
rencores. El proyecto de país echó raíces.
Y cuando eso
ocurre, está naciendo otra historia.
Quien quiera
que oiga.
El Argentino, lunes 27 de mayo de 2013
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