Pasan cosas
lindas en el país real de los argentinos.
Pasa la
vida en bicicleta y monopatín, haciendo piruetas que arrancan risas y aplausos
y encienden estrellas en un cielo de memorias colectivas.
Memorias del
país que somos y el país que fuimos y no queremos ser. Nunca más.
Pasan cosas
lindas como las de ayer.
Ese niño
que se encontró con la Presidenta, es Agustín, el que reclamaba al padre que la
quería ver en la vida real y no en la tele.
Ese pibe es
una metáfora de la Argentina de hoy.
Va a Plaza
de Mayo con la familia y quiere ver a Cristina, pero sin el filtro editado de
la televisión, que es una imagen de la vida. Distorsionada, sincera o
mentirosa, pero una imagen al fin. Y Agustín traspasa ese espacio con su
terquedad de 4 años, pone en tela de juicio a la pantalla chica y logra tocar
la realidad y se abraza a Cristina y sonríe como si hiciera un gol de media
cancha en el patio de la escuela o en la placita del barrio.
Y esa niña
que ríe satisfecha junto a la Presidenta se llama Mara y es la que dibuja en su
casa y en el Cole, con un trazo largo y
fino sobre una hoja, figuras grises y coloridas y que luego las vende para
juntar monedas que ayuden a Cristina a comprar más computadoras para todos los
chicos del país real.
Mara es
hija de un hijo de desaparecidos. O sea. Mara es nieta de abuelos desaparecidos
y en cada dibujo los recuerda y los nombra y les devuelve la vida y la libertad
en garabatos como ese que, amorosamente, fue de la mano de Carlos Zannini, en
la ex ESMA, hasta las manos temblorosas de emoción de la Presidenta.
Pasan cosas
lindas y casi mágicas en esta Argentina de hoy.
Cuando
Cristina dijo en este último 25 de Mayo que no era parte de un modelo económico
sino de un proyecto de país y que la Patria es el otro y había que organizarse
para ser felices definitivamente, quizás la vida quiso que Mara y Agustín la
representen y en ellos dos se exprese la multitud de pueblo que aquel día
manifestó su amor y su alegría por lo que construyó en esta década ganada.
Pasan cosas
lindas en el tiempo real que vivimos.
En la
romántica Venecia los gondoleros que navegan por sus calles de agua, cantan desde
ayer la más bella canción cuando pasan frente a esa Evita que nos representa en
la Bienal de Arte.
Cristina la
presentó ayer como una metáfora del país real cuando dijo:
“Con su
balance definitivo de haber ingresado en la historia, aparece y desaparece en
la historia y una y mil veces vuelve. Por eso Eva es la Argentina. Espero que
esta vuelta del pueblo en esta década sea la vuelta definitiva y que nadie
pueda ultrajarlo, humillarlo y desaparecerlo”.
Si así
fuera, ni Agustín ni Mara nos perdonarían.
El Argentino, jueves 30 de mayo de 2013
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