Entre aquel
helicóptero blanco sobrevolando una Plaza de Mayo ensangrentada, a esta Casa
Rosada llena de pibes cantando, hay la misma distancia que entre aquel Estado
represor y en beneficio de unos pocos, a la reconstrucción actual de YPF y la
construcción de viviendas del Plan Procrear.
O sea: hay una
distancia enorme.
Lejos de
dormirse en los laureles, este nuevo país merece una mirada introspectiva y profunda
sobre un momento donde, como bien apunta Carlos Zannini, “hacen falta más
predicadores que candidatos”.
Y quizá el
mejor predicador sea el que da la buena nueva de cada día, pero también
advierte las acechanzas que caen del infierno del que venimos todos. A ese
predicador colectivo habría que apuntalar en estos tiempos que vienen, tiempos
donde no habrá siesta ni sosiego.
En los
próximos dos años se define la consolidación histórica del modelo de Estado
reparador y transformador que impulsó Néstor Kirchner desde el 2003 y
profundizó en este último tramo Cristina Fernández de Kirchner.
Para ser más
precisos: no se define la suerte de un gobierno ni de una fuerza política. Se
define el destino mediato de los argentinos.
El modelo de
acumulación y desarrollo vigente deberá salir airoso de las duras batallas que
le esperan en la vieja disputa con el poder dominante.
Si el mundo
está cambiando, Argentina no puede ni debe estar ausente.
Cuando se
dice que la política ha vuelto, se dice entre otras cosas, que el Estado ha
vuelto para las mayorías. La participación política en distintos sectores de la
vida social tendrá que ser la infantería de un
Estado reformateado después de la gran crisis provocada por el
neoliberalismo en el 2001.
Sin
participación política no hay Estado reparador. Y viceversa.
Para tener
una visión ajustada a la verdad histórica tendríamos que ejercitar más a menudo
la mirada larga de la historia. Sólo en ese contexto es posible entender los
cambios operados en las napas más profundas del Estado, o si se prefiere, de la
sociedad argentina.
La vuelta
del Estado lo explica todo. O una buena parte del todo. La vuelta de YPF y
Aerolíneas. La vuelta de los derechos sociales para las mayorías populares y los
nuevos derechos para las minorías antes discriminadas. La vuelta del derecho a
la vivienda, a la salud, a la educación y a una vejez más digna. La progresiva
vuelta de los ferrocarriles y las vías navegables. La defensa de los derechos
humanos.
Podríamos
seguir enumerando logros hasta el final de la nota. Pero con estos alcanza para
expresar la idea que venimos apuntando.
No es un
camino sin escollos; la sociedad lleva marcada en su espalda el devenir de
estos años.
Sabe que del
otro lado de este avance social se atrincheran los sectores que pierden impunidad
y privilegios con la vuelta del Estado.
Habría que empezar
por mencionar la resistencia anti estatal más dramática de estos tiempos y que
es la que sucede en Rosario con las bandas criminales del narcotráfico. Esas
bandas corroen la idea de un Estado sustentable, desde adentro y desde afuera
de él. Los jefes policiales incriminados y presos son la prueba del alcance de
estas bandas. Los presuntos saqueos a supermercados, los asesinatos
callejeros y los enclaves territoriales
que en apariencia se consolidaron en las zonas
más vulnerables de la ciudad, son
la forma más nítida y violenta de esta fuerza de choque anti estado.
No pasarán
así nomás. Es de esperar, por el bien de todos, que el gobierno provincial de
Santa Fe, apoyado por las fuerzas del gobierno nacional, esté a la altura de
las circunstancias para actuar con mano de acero contra el narcotráfico y con mano
de terciopelo con los sectores populares que precisan del Estado para reparar
las injusticias que aún perduran en las
barriadas más humildes.
Hoy por hoy,
a nivel nacional, esta situación configura un problema grave, aunque no el
principal. Pero la potencialidad del poder de fuego del narcotráfico en la
región y el mundo, hace que debamos tener la guardia en alto para combatirlos
con la organización estatal y la participación popular.
La
contradicción principal sigue pasando por el enfrentamiento entre la democracia
y las corporaciones mediáticas que incansablemente operan para desandar el
camino construido en estos años. Operan bombardeando con el desánimo permanente,
apoyados en capas importantes del poder judicial. Ellos expresan hoy el poder
dominante durante más de un siglo.
Ya que
estamos: ¿Por qué el juez a cargo de la causa Papel Prensa no citó aún a
indagatoria a los acusados de haber participado en semejante delito de lesa
humanidad, es decir, a Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto y Bartolomé
Mitre? ¿No son suficientes las pruebas reunidas en estos años? ¿Ni siquiera
sirven las actas encontradas en los archivos secretos de la dictadura?
A ese grupo
empresarial que en los años del terrorismo de estado se asoció a la dictadura
de Videla, Massera y Agosti, le deberían aplicar las generales de la ley. Ni
más ni menos. Y esto va mucho más allá del cumplimiento de la ley de medios.
Para no retroceder
jamás, habrá que definir que la expropiación de YPF, la AUH, el Procrear,
Aerolíneas Argentinas, la TV Pública, Encuentro y Paka-Paka, la movilidad
jubilatoria, la recuperación del ahorro de los trabajadores, por decir algunas
de las conquistas de estos años, son políticas de Estado y componen los pilares
sólidos de una nueva cultura nacional, popular y democrática.
Que algunos
medios europeos y de los EE.UU. hablen hoy con admiración de nuestra Presidenta
y del proyecto de país que ella conduce, habla de la ruptura del cerco
mediático que el poder impuso en estos años.
Y aunque
mañana puedan decir lo contrario si lo decidieran, lo que no pueden hoy ni
mañana es impedir la voluntad de cambiar la vida de una vez y para siempre, si
así nos proponemos como sociedad.
Esa voluntad
es la que habrá que organizar y hacer crecer para que nunca más los pibes dejen
de cantar sus consignas en las plazas y en los patios internos de la Casa de
Gobierno.
Miradas al
Sur, domingo 1 de diciembre de 2013
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