Los diarios
tradicionales de ayer domingo, fueron otra
vez un parte de guerra contra la
democracia.
¿Qué otra
consideración podría caber ante las tapas y editoriales que se ocupan de seguir
desgastando la credibilidad y la fortaleza de las instituciones republicanas al
pie de los escombros de la última sedición policial?
Cuando
cruzaba Los Andes durante la guerra patria, el General San Martín ordenaba a sus Granaderos que no
miren hacia abajo, porque abajo estaba el precipicio y el precipicio marea y
cunde el miedo y entonces podrían rodar con sus mulas por el angosto
despeñadero por donde avanzaban.
“Hay que
mirar adelante”, mandaba el Libertador.
A dos siglos
de distancia, el precipicio son los medios de comunicación que expresan y son
el poder más concentrado.
Conviene no
mirarlos. Y si lo hacemos, discutamos en la plaza, en el trabajo, en el barrio,
en nuestras casas, con la verdad en las manos frente a las mentiras y
desesperanzas que a diario nos disparan desde la azotea de esos grandes medios.
Ellos
tienen, como padrinos ideológicos de los que intentan saquear la paz navideña,
todo el poder de fuego mediático para inventar una realidad que no es tal.
Nosotros,
como parte de este pueblo manso y trabajador, tenemos la necesidad y la
obligación de salirles al cruce con la única verdad, que es la realidad que
vivimos.
Es la hora
de poner a andar todas nuestras convicciones: dentro de la ley, todo; fuera de
la ley, nada.
Hace varios
años que diciembre es el mes de las pirañas, o sea, de los conspiradores; o
sea, de los destituyentes; o sea, de los “mala onda”; o sea, de los saqueadores;
o sea, de los que pretenden que se pudra todo para regresar a lo más oscuro del
pasado.
Y si lo sabíamos
y decíamos ¿por qué sorprendernos entonces con lo que viene sucediendo?
Hay que
poner manos a la obra para que no se despeñe la esperanza colectiva de este
pueblo que somos. Es la hora de tener certezas en nosotros mismos.
“El que
duda, pierde”, sería la consigna de esta hora.
Nos enseña
la historia del movimiento nacional y popular que es así. Cuando los desestabilizadores
logran su propósito, es porque hicieron mella en nuestras convicciones de
querer vivir en paz y en democracia.
Hay 2.000
convenios colectivos de trabajo para discutir civilizadamente. Hay elecciones libres
cada dos años para dirimir en democracia. Bajó la desocupación y los niveles de
pobreza y hambre como nunca antes. No hay ajuste salvaje contra los
trabajadores, jubilados y sectores medios.
Es eso lo
que les molesta: un país más justo y soberano.
Que lo vayan
sabiendo: hay 40 millones de argentinos dispuestos a defenderlo.
El Argentino,
lunes 16 de diciembre de 2013
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