Allá en el
fondo sur de La Matanza, los vecinos tienen costumbres “raras” para estos
tiempos de editada furia.
Se abrazan
cuando se encuentran y se vuelven a abrazar y besar en las mejillas cuando se despiden.
Hablan de Perón y Evita todo el tiempo. Nombran a Cristina como quien nombra a
su compañera más querida y cuando recuerdan a Néstor, ay, cuando recuerdan a
Néstor se les nublan los ojos.
Allá en
González Catán se realizó esta semana la entrega de diplomas del Programa
FINES, con pibes y adultos encanecidos que terminaron sus estudios en la enseñanza
media. Estaban vestidos para la ocasión, con pilchas de sábado a la noche y la
mejor gala y sonrisa para lucir con todos.
Terminado el
acto académico, hicieron uso de la palabra algunos de los presentes y como
cierre final, se hizo un brindis por las próximas Fiestas navideñas, con sidra
y con pan dulce. Como corresponde.
Brindaron
por los 30 años de democracia, por el programa FINES, por las netbooks que el
gobierno nacional entregó a los pibes, por la AUH, por los jubilados, por el
empleo y la producción, y por supuesto, por la vuelta de Cristina.
Se mezclaron
en esa multitud que desbordó el Salón municipal de la Zona Sur de La Matanza,
maestros, profesores y estudiantes, pequeños comerciantes y empresarios,
trabajadores, changarines, comunicadores de radios cooperativas, musiqueros
locales; eran una muestra en escala de ese pueblo humilde que habita la
Argentina profunda.
A la hora de
realizar un balance coincidieron en condenar duramente la sedición policial.
Una vecina dijo: “Si lo hicieron contra Cristina, lo hicieron contra nosotros”.
Se despacharon a gusto contra los narcos que pretenden desembarcar impunemente
en las barriadas. Otro llamó a “estar atentos y vigilantes como nos enseñó
Perón”. En medio de la romería, tenían muy claro el enemigo que acecha y la
necesidad inclaudicable de la unidad, la organización y la solidaridad popular.
Fue una
clase política magistral a cielo abierto.
Claro que
hay necesidades y hay pobreza y hay demandas.
Pero no hay
conflicto social ni tejido roto como algunos analizan luego de lo sucedido en
estos días de furia. La capacidad de soñar y de cantar sigues intactas.
Arrancamos
de este modo para intentar una primera afirmación: la Plaza de Mayo se llenó el
10 de diciembre porque hay muchas plazas iguales en cada rincón del largo y
ancho territorio nacional que nos cobija.
Pero allí
viene el problema. ¿Por qué pasó entonces lo que pasó en Córdoba y Tucumán y
otras provincias más? ¿Dónde poner un termómetro eficaz que mida la temperatura
de la Argentina real? ¿En La Matanza o en Tucumán? ¿En Tecnópolis mientras
funcionaba o en el desastre provocado por cierta hinchada de Boca frente al
Obelisco?
Todo es Argentina,
muchacha. Va quedando claro que si a este pueblo no se lo perturba, sino por el
contrario, se lo convoca al trabajo y la participación en paz, este pueblo
responde a la altura de su propia historia. Eso se llama vivir en democracia.
Pero como la
tensión devenida de la puja histórica entre el proyecto de un país patria o de un
país colonia aún no pudo resolverse claramente, acechan las pirañas.
El país patria precisa una década más para
consolidarse.
Sin embargo,
hay elementos nuevos en este cambio de época. Por ejemplo, que los sectores
nacionales populares no responden la violencia que reciben con otro tipo de
violencia. Y es este un salto cualitativo sólo comparable con el descubrimiento
de la Sabin oral, por decir algo. Hay un aprendizaje colectivo fenomenal en las
filas del movimiento popular. Esta vez es la política y la democracia como sistema
procesador de los cambios sociales los que están resolviendo el modo de
resistir, combatir y vencer las nuevas intentonas golpistas que se están
gestando.
Se hace
imprescindible, entonces, que la política nos lleve derechito a una mayor y
mejor organización social y que la democracia nos permita una mayor y mejor participación
en los asuntos públicos.
El Estado
nacional hará lo suyo. Consolidará sus
fuerzas y su poder disuasivo para protegernos. Aceitará todos los mecanismos
que hagan falta para detectar y apresar a los ladrones de esperanzas. Y
garantizará la paz social allí donde deba y pueda.
Creemos que
no es el momento de pergeñar la sindicalización de la policía. Eso vendrá
después, seguramente. Pero con esta policía, no. Tendrá que venir primero un
tiempo de premios y castigos para los justos y para los extorsionadores, respectivamente.
Sólo después, se estará en condiciones de sindicalizar una tropa que esté al
servicio de la democracia y no a merced de los saboteadores.
Lo
importante es habernos dado cuenta que las teorías de gatillo fácil,
endurecimiento de penas, saturación de cámaras y de policías, estalló por el
aire con la seguidilla de levantamientos y saqueos iniciados en Córdoba.
Quienes fueron venerados por la derecha opositora todos estos años en su
demagogia irresponsable de la “inseguridad”, son los mismos que hoy están
acusados de dirigir saqueos en banda, con caravana de motos como infantería y
camionetas 4 x 4 como retaguardia.
¿Se animarán
a intentarlo nuevamente? ¿Vendrán por nuestra paz y nuestra democracia el 19 y
el 20? ¿O nos sorprenderán en cualquier otro momento?
La realidad
que vivimos en este país inclusivo no deja lugar a dudas. No hay estallido
social en un país que ha descendido la pobreza y alcanzó el estadio Hambre
Cero, según marca la FAO de Naciones Unidas. Sólo hay operaciones destituyentes
y robos a mano armada y a veces, manos uniformadas, como pasó en Concordia. Y
contra eso sólo cabe la prevención y la organización del pueblo.
El proyecto nacional
debe moverse constantemente. No ser un blanco fijo para los golpistas. Hay que romper
el cerco de los grandes medios. Hay que estar en los barrios. Y hay que
denunciar y condenar públicamente a los
que impulsan y ejecutan este nuevo golpe blando contra la paz y la democracia.
Si el Estado
somos todos, participemos, haciendo honor a la consigna contra el miedo que Belgrano nos legó.
Miradas al Sur, domingo 15 de diciembre de
2013
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