Si el 2015 será un año de despliegue político
electoral de las fuerzas que pugnarán por alcanzar la victoria, este 2014 que
ya empezó trabajo de parto, será el año de la organización territorial, social
y cultural del proyecto nacional y popular.
La tajante definición que brindó la Presidenta
corriéndose de cualquier posibilidad de futura candidatura, pone al Kirchnerismo
frente a su propio espejo. Y es un espejo que le muestra, en tiempo real, la
sonrisa esplendorosa, pero también los rollitos que se acumulan de más en
algunos pliegues del cuerpo.
Flexiones y abdominales para todo el mundo.
El movimiento popular, sin Cristina candidata,
se debería proponer consolidar su representatividad y al mismo tiempo elevar anclas en busca de
una nueva orgánica de masas. Es el salto del tigre el que deberá arriesgar el Kirchnerismo.
Sabe que no alcanza con una sola fuerza para tamaña proeza. Precisamente por eso,
el peronismo kirchnerista deberá fundirse en un abrazo histórico con el
kirchnerismo que no abreva en las aguas del PJ y proponerse juntos encarar el salto.
Tendría que suceder al mismo tiempo y de una
sola vez. Hay que tomar la decisión trascendental de encarar el paso histórico
que en su tiempo tomó el Yrigoyenismo y después el Peronismo.
Para eso hay que abrir los brazos y abrir el
pensamiento. No hay tiempo que perder. Ni derecho a cerrarse.
Sería deseable contar con la voluntad
inquebrantable de aquellos comunicadores que se identifican con el proyecto de
país que conduce Cristina. A todos ellos habrá que valorar en su justo término.
No se podrá contar, seguramente, con quienes se ubican en un rol de
fiscalizadores y dueños excluyentes de la verdad revelada. Allá ellos. Hablamos
de contar con los que militan la palabra y el pensamiento nacional aun a costa
de su propia suerte individual. Hablamos de los que primero piensan en el
colectivo para después recién, tallar su propio destino.
Está claro lo que quiere el enemigo del pueblo y
la nación: que retrocedamos a la última fase del neoliberalismo. Y empieza por
la cabeza de la gente. Busca así que los trabajadores piensen y actúen en clave
de resistencia y defensiva y no de ofensiva del campo popular, como corresponde.
Sólo por eso se entiende que algunos valerosos dirigentes gremiales tomen como
referencia “natural” de sus reivindicaciones lo obtenido a punta de pistola y
de saqueo por las policías “bravas” de las provincias. Ese no es un punto
erróneo de apreciación, solamente; es un retroceso en el nivel de conciencia de
los trabajadores. Se apela al simplismo de la suma salarial a conseguir, aunque
ello desmadre el cuadro general de la economía y lo que es peor, aunque desconozca
de plano las conquistas logradas en estos
diez años y en donde la pobreza bajó del 54 % al 4,3 % según la CEPAL y la
redistribución del ingreso está próxima a alcanzar el fifty-fifty del primer
peronismo; si es que ya no lo alcanzó.
El movimiento obrero argentino hunde sus patas
en las fuentes del 17 de Octubre de 1945, no en la palangana de una comisaría amotinada.
O sea.
El movimiento obrero siempre peleó políticamente
por las conquistas sociales y por un modelo de nación y de sociedad, prioritariamente.
Por eso es imprescindible hacer docencia con el
proyecto de país, en una mano y la descripción de este caótico mundo, en la
otra.
El movimiento popular cuenta hoy con un
liderazgo y una conducción indiscutible: Cristina.
Cuenta, además, con una pléyade de jóvenes
formados en democracia y en estos últimos años, resueltamente comprometidos e
identificados con el Kirchnerismo.
Cuenta con millones de trabajadores que se
identifican con el liderazgo de Cristina, más acá y más allá de sus propias
referencias sindicales.
Cuenta con artistas, intelectuales, empresarios
y profesionales comprometidos con el modelo que gobierna la Argentina desde el
año 2003.
Cuenta con la unidad, siempre incompleta, con
otros movimientos populares de América latina.
Cuenta con la formidable experiencia de estar
diez años gobernando; de parir una nueva época; de conocer la derrota en
batallas importantes y saber reconstituir luego los tejidos arañados por la
oligarquía (perdón por la antigüedad, siempre tan contemporánea); de perder al
primer reparador de sueños de este siglo, Néstor Kirchner, su fundador, su
conductor, su mejor compañero; y saber reponerse y disimular su dolorosa
ausencia.
¿Y con qué cuenta la oposición política
mediática del otro lado de la vida?
Vale la pregunta porque las cosas no suceden nunca
solas, sino en relación dialéctica con su polo contrario.
Digámoslo: del otro lado hay soledad. Y amarillismo
y petardismo. Y falta de proyecto estratégico y
sobreabundancia de chantada al por mayor.
Por lo tanto, perder la huella en esta instancia,
ante semejantes rivales, no sería solamente un traspié para el Kirchnerismo,
sino un retroceso fatal para los intereses del pueblo y la nación.
Hacer Kirchnerismo en esta fase, creemos, es
hacer que cada uno de sus militantes despliegue en el terreno donde actúe, el
bastón de mariscal que lleva en su mochila.
Ganar representatividad popular en el territorio
y estimular y facilitar organización territorial, deberían ser la mejor manera
de dar combate al burocratismo y al facilismo de los que se creen a salvo por
estar parados en su propio mosaico.
El salto que viene es un salto en todos los
planos. En la gestión de gobierno y en el poder del llano. Y para eso es
requisito la unidad, la solidaridad y la organización. Está en las fuentes, hay
que saber reinterpretarlo, nada más. Y nada menos.
El último 25 de Mayo ante la multitud que
colmató Plaza de Mayo y sus alrededores, Cristina pidió empoderar al pueblo.
Pues de eso se trata. Claro que primero hay que empoderar de sueños, de mística
y política al militante de base. Esa es la construcción del año que comienza.
Sólo así, se acumulará la fuerza suficiente para
que en el 2015, la democracia inclusiva ya no sea la marca en la solapa de una
sola identidad partidaria, sino una bella y justa manera de vivir en la
Argentina.
Miradas al
Sur, domingo 29 de diciembre de 2013
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