Suena un
piano en Plaza de Mayo y la melancolía de Adiós
Nonino, maravillosamente interpretado
por Horacio Lavandera, nos abraza a todos, besa las banderas y saluda a
los que van llegando a celebrar los
primeros 30 años de esta Democracia.
La Plaza se
llenó de pueblo nuevamente.
Nunca como
ahora el aire que se respira es una mezcla de angustia por los muertos más
recientes, de bronca contra los alzamientos de la policía y contra los
saqueadores que aderezan esos alzamientos y, cubriéndolo todo, como dice el
tango: “esas ganas tremendas de llorar que a veces nos anida sin razón”.
Hay mucho
dolor sobre el cuero de este pueblo como para no saber por qué cantamos y por
qué lloramos.
Las columnas
bulliciosas de la juventud tuvieron la palabra final y definitiva: con la
democracia no se jode.
Ellos fueron
a una ceremonia de compromiso con la vida y por eso festejaban. Fueron a decir
que esta democracia no se toca y a jurar con su propio cuerpo, que esta vez es
para siempre.
Hubo
canciones arriba y abajo del escenario. Hubo abrazos para repartir a destajo. Y
hubo un llamado poderoso de los artistas populares: ni un paso atrás frente a
los golpistas de nuevo cuño.
Víctor
Heredia y Teresa Parodi lo expresaron con la claridad de siempre.
Fue una
plaza multicolor. Si los que estimularon y se aprovecharon de la extorsión
policial para llenarnos de miedo y hacernos retroceder 30 escalones en las
conquistas de la democracia vaciando la histórica Plaza de Mayo, allí tienen la
respuesta: la Plaza se llenó de pueblo.
La derecha
más bestial de este país celebró a su manera este 10 de diciembre, dejando sin
Estado la seguridad de los ciudadanos.
Y eso se
llama golpismo; lo admitan o no, es golpismo.
Por eso la
Plaza adquiere un múltiple valor: festejo y compromiso inclaudicable con la
democracia.
Y por eso
ayer cada uno de los presentes sintió que bajaba un cuadro de la galería del
horror que dejó la dictadura.
El Chango
Spasiuk lo definió así: “Celebrar no es entretenimiento, celebrar es pensar en
voz alta”
En el Museo
del Bicentenario, entre tanto, la Presidenta entregaba el premio mayor de los
Derechos Humanos, “Azucena Villaflor”, a Joan Manuel Serrat.
“Cristina,
tu nombre me sabe a patria”, cantan los muros del pueblo.
Cuando la
Presidenta habló, los asuntos de la democracia volvieron a su orden natural: la
que manda es la democracia, la que manda es Cristina, la que manda es la Plaza
del pueblo.
El mensaje
presidencial de ayer será un hito en la historia de estos 30 años.
Abrazó a los
justos con una mano y con la otra, condenó a los injustos.
Luego cruzó
a la Plaza y la fiesta fue completa.
Si la Plaza
está viva, la democracia está garantizada.
El Argentino, miércoles 11 de diciembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario