Hace
30 años nos desprendíamos de la piel sangrienta que nos dejó la dictadura
cívico-militar, para empezar a caminar con la nueva piel de la democracia que habíamos
recuperado.
El
camino empezó el 10 de diciembre de 1983 con la asunción presidencial del
doctor Raúl Alfonsín.
Has
recorrido un largo camino, muchacha.
¿Pero
qué nos pasó desde entonces? ¿En qué cosas avanzamos y en qué cosas no? ¿Qué
lecciones nuevas hemos aprendido? ¿Y qué dolores nuevos hemos inaugurado en
estos 30 años?
En
países como el nuestro, el ejercicio de la democracia es necesariamente un
ejercicio épico. Cuando así no sucede,
cuando se baja los brazos, cuando se es apenas una democracia de bajas
calorías, los que mandan, de manera contante y sonante, son los poderes
corporativos que transitan por afuera de los mecanismos legítimos de la
democracia.
Hemos
aprendido en estos años que con la democracia es posible comer, educar y curar
y soñar sin dejar las convicciones en la
puerta de la Casa Rosada.
Un
corto rato con Alfonsín, primero y un
largo rato que lleva ya 10 años con Néstor Kirchner y Cristina Fernández de
Kirchner, después, advierten que cuando la democracia se propone seriamente conquistar
mayores cuotas de inclusión y justicia social, de soberanía, de libertades
cívicas, de reparación de derechos, de unidad latinoamericana, aquellos poderes
fácticos vendrán por la democracia una y otra vez para intentar frenar y
desandar las conquistas populares.
Es
lo que viene sucediendo a lo largo y ancho de nuestro continente.
Mal
que les pese a algunos, lo cierto es que a 30 años de recuperada, la democracia
se muestra más rebelde y consolidada que nunca. Y se muestra fuerte, joven,
decidida, llena de pibes cantando y militando y de otros miles y miles de
ciudadanos y ciudadanas decididos a levantar hasta el cielo todas las banderas para
que la democracia sea lo que dirá la Plaza hoy cuando empiece la fiesta: esta
vez la democracia es para siempre.
Ya
estamos advertidos que la extorsión policial, los saqueos violentos y la cadena
nacional del monopolio mediático como propagadora de la sedición, no quieren
que los argentinos celebremos este día los 30 años en paz.
Se
tendrán que tapar los oídos, pero habrá fiesta igual.
Nos
merecemos vivir y disfrutar este
cumpleaños como lo que somos: una democracia que ha cumplido su mayoría de edad.
Habrá
que defender la paz, no la de los cementerios, sino esta paz del Hambre Cero y de
ser el país de la región con menor pobreza
y desigualdad, tal como afirmó la FAO de Naciones Unidas y la CEPAL, también de
la ONU,
Que
nadie se atreva a secuestrarnos la alegría nuevamente.
El Argentino, martes 10 de diciembre
de 2013
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