La extorsión
policial y la ola de saqueos delictivos están controlados; pero no sofocados.
Un análisis
responsable de lo acontecido en estos días nos está
indicando que los argentinos fuimos víctimas de una operación política de alto
riesgo para la democracia.
Se trató de
golpear y de hundir, si ello hubiese sido posible, el punto de flotación y
estabilidad más elemental de cualquier sociedad organizada: el brazo protector
y disuasivo del Estado.
Las fuerzas
de seguridad, en un gobierno de izquierda, de centro o de derecha, cumplen ese
rol que le es otorgado por los ciudadanos para poder vivir civilizadamente.
Por eso
pegaron donde pegaron, dejando ciudades enteras sin protección policial, sin
defensas contra la delincuencia y sin disuasión contra el lobo que anida en el
costado más oscuro de los seres humanos.
O sea.
Por unos
días se cayó el Estado en los lugares afectados. Zona liberada para robar a
cuatro manos.
Pongamos
todos los ingredientes que actuaron en estos días de ensayo para el horror.
Hay que llegar
a una conclusión que sea pedagógica.
Ya tenemos a
la policía y su exigencia de aumentos salariales que van del 50 al 100 %.
Ya tenemos a
los miserables que asaltaron los comercios para llevarse artículos de “primera
necesidad” como plasmas, bebidas y computadoras de última generación.
Ya tenemos a
los que se armaban y apaleaban y hacían justicia por mano propia.
Ya tenemos
los medios masivos de comunicación partiendo la pantalla para demostrar que el
país era un caos.
Ya tenemos a
los opositores que se contentaron con un papel firmado en el Congreso, pero sin
ponerse a la altura de sus responsabilidades poniéndoles el pecho a los sediciosos
y a los maleantes que robaban a bordo de sus 4 x 4.
Ya tenemos
la convocatoria al desmadre por las redes sociales.
Ya tenemos a
una porción importante del sistema judicial brillando por su ausencia en medio
del caos.
Ya tenemos a
empresarios poderosos y sindicalistas pescando en río revuelto.
¿Hace falta
agregar algo más para fundamentar que esto estaba planificado y coordinado
desde alguna central operativa?
Tensaron la
cuerda de la tensión social hasta que cayeron en la cuenta que no hay pasto
seco para incendiar el país y que están frente a un gobierno que no se deja
amedrentar así nomás.
La
operación, por ahora, fracasó: se llenó Plaza de Mayo y la Presidenta se mostró
en toda su fortaleza.
Los
sediciosos hubiesen preferido que el acto no se hiciera y que Cristina cediera conceptualmente
a sus reclamos.
Pero el
proyecto nacional, popular y democrático no conoce bandera de rendición.
Lo podrán
derrotar como ya lo hicieron en 1976, pero no convencerlo que alce una bandera
blanca.
El Argentino jueves 12 de diciembre de 2013
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