Hasta el 9
de diciembre de 1983 el presidente era un general llamado Reynaldo Bignone.
Gobernaba
entonces la dictadura militar, la más sangrienta de la historia argentina.
Ese general
lejos estaba de imaginar que 30 años después terminaría sus días preso y acusado
por delitos de lesa humanidad.
Hoy es un ex
general y un ex presidente de facto.
Pero en
tiempo presente, siempre será un
genocida. La democracia lo hizo.
Es una fecha
de relieve en la historia americana. El mismo día de 1824 sucedió la Batalla de
Ayacucho, esa donde los historiadores coinciden en que el triunfo del Ejército
libertador encabezado por el General Antonio José de Sucre, consolidó la Independencia
de América del Sur.
Y Sucre,
como Bolívar y como San Martín, seguirán siendo por los siglos de los siglos
Generales de la Patria en tiempo presente.
La historia
y la memoria colectiva marcan la diferencia entre los grandes hombres y los
pequeños hombres que pasaron por aquí.
Mañana
cuando la Plaza de Mayo y otras plazas pueblerinas vuelvan a llenarse de pueblo
habría que recordar que atrás de los festejos bien ganados por los 30 años
ininterrumpidos de democracia, corrió un río de dolor y sangre por esas mismas
calles y esas mismas plazas para llegar a este país de 40 millones que hoy somos.
Desde esas
convicciones las nuevas generaciones portan hoy las banderas de Memoria, Verdad
y Justicia.
No todo está
alineado tras la democracia conquistada.
El odio y el
revanchismo de los medios dominantes del poder dominante, esos que antes
instrumentaron a las fuerzas armadas para seguir dominando, robando y matando,
hoy pretenden instrumentar y estimular a las policías provinciales.
La extorsión
policial actúa así cual si fuera el último lastre de aquel Estado represor.
Tampoco
pasarán.
Mañana
cumpliremos 30 años ininterrumpidos de vida democrática. Pero hoy cumplimos 30
años del último día de la dictadura. Y también hay que recordarlo.
La vuelta de
los presos políticos. No todos, la mayoría.
La vuelta de
los exiliados, no todos, muchos de ellos.
La vuelta de
los ex Combatientes de Malvinas, los que pudieron volver.
La vuelta de
los pibes a la militancia, no todos, pero muchos.
La dictadura
se jactaba de su auto amnistía, del olvido por decreto y de los últimos zarpazos contra militantes populares
como Osvaldo Cambiaso y Pereyra Rossi.
Se iba la
dictadura y volvía la vida.
Los únicos
que no volvieron fueron los muertos queridos y los desaparecidos.
Mañana tendremos
la posibilidad que nos da la vida de volver por ellos y con ellos.
Y entonces
bailaremos, cantaremos y lloraremos si nos dan las ganas.
La
democracia, al fin, sirve para eso: para vivir enteramente libres.
El
Argentino, lunes 9 de diciembre de 2013
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