La
Presidenta Cristina Fernández de Kirchner tomó ayer el juramento de rigor a los
nuevos funcionarios de su gabinete.
Asumió la
ministra de Seguridad, María Cecilia Rodríguez y también el cura Juan Carlos
Molina al frente del organismo responsable de la prevención contra la
drogadicción.
Pero la atención
colectiva estaba lejos del lugar donde se desarrollaba la ceremonia oficial.
Anochecía y
pese a saber que Córdoba estaba volviendo de a poco a la normalidad, en una
provincia que antes fue incendiada y controlada por el narcotráfico uniformado,
la preocupación persistía.
Analicemos lo
que allí pasó para aprender en democracia, para no quedarnos en la anécdota y
el amarillismo y para crecer desde el profundo dolor que nos provoca esta
Córdoba querida.
Algunos
dicen que “hay olor a raro” y siembran de misterio el relato de los hechos.
Asumamos la
verdad: la mayoría de los cordobeses eligió el modelo político que les propone
De la Sota; lo eligió a él y a sus legisladores. Y De la Sota es el que se ve
en Panamá.
Un
gobernante que ante el desmadre institucional de su policía, reclamo salarial y
narco escándalo mediante, hace las valijas y se va de paseo. Y deja un gobierno
que se muestra inepto para resolver semejante crisis.
Córdoba no
sufrió un desastre natural; sufrió las consecuencias de las políticas de su
propio gobierno.
Algunos
dicen que el gobierno nacional debió actuar de inmediato.
¿A costa de
violar la Constitución Nacional y la ley de Seguridad interior que establecen
taxativamente que para intervenir fuerzas federales deben ser solicitadas
expresa e institucionalmente por el Estado provincial?
¿Ahora
resulta que los “republicanos” instan al gobierno “populista” a violar la
Constitución?
¿Ahora
resulta que desde la pantalla de TN responsabilizan al gobierno nacional alineando
así a la oposición mediática cuando fueron ellos los que apadrinaron a De la
Sota en su proclamado “cordobesismo” de mano dura que dejó en este abandono a
los cordobeses?
Y aquí sí
nos acercamos al agujero del mate.
Si en este
país federal las provincias son soberanas y los ciudadanos eligen libremente a
sus gobernantes ¿no será la hora de ajustar federalmente el reloj del tiempo
histórico?
Eso se llama
empoderar al pueblo. Y se llama crecer juntos y hacerse cargo de lo que elegimos.
Lo que
ocurrió en Córdoba es una muestra fatal de un territorio sin Estado. Se rompen
los lazos sociales y la civilización estalla de furia por el aire. Todos contra
todos.
El marginal
y el fascista alimentados por la derecha que gobierna Córdoba, ganaron las
calles a los golpes. Hay que frenarlos ya antes que sigan creciendo.
Córdoba, la
heroica, sueña vivir en paz.
El Argentino, jueves 5 de diciembre de 2013
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