Fue ayer.
El mismo
día que se informó que en la Argentina bajó la pobreza al 4,7 %.
Quedará en
la memoria colectiva como el día que fuimos más libres y más felices.
Más enteramente
libres y felices.
Nos
crecieron alas y salimos a abrazar al que teníamos al lado y al que estaba más
lejos y todo al mismo tiempo.
Alguien se
puso a bailar al compás de su propia música.
“Y esas
ganas tremendas de llorar que a veces nos inunda sin razón” entonaron otros el tango de Troilo y Homero Manzi.
Esta vez
sabemos la razón de esa lágrima furtiva que brotó de emoción y de alegría.
La radio
repetía todo el tiempo que la Corte Suprema declaró la constitucionalidad de la
Ley de Medios.
Casi todas
las pantallas de TV lo mostraban. Casi todas, menos las de TN y canal 13.
Sonaban los
teléfonos fijos y los celulares. Las redes sociales y los portales de noticias
transmitían la buena nueva y los primeros comentarios.
Fue una
mañana tan luminosa que se ubicó en las antípodas de aquella otra mañana del 27
de octubre de 2010.
Si entonces
lloramos de tristeza en la más dolorosa tristeza de una despedida, ahora
lloramos de alegría en esta bienvenida a la Ley de la palabra con su prosa
completa.
Este fallo
indica un fin y un principio.
Es el fin
de un largo proceso que arrancó cuando la militancia de las organizaciones
libres del pueblo se cargaron al hombro a lo largo y ancho del país la hechura
de esta Ley; que siguió con la valiente decisión de la Presidenta Cristina Fernández
de Kirchner de enviar el Proyecto al Parlamento; luego vino el tratamiento y
aprobación legislativa y finalmente un parto cautelar tan largo y doloroso que
duró cuatro años hasta el día de ayer.
Y el fallo
es el principio de una nueva etapa en nuestra democracia.
Cambió la ley
de gravedad de la palabra.
El fin de
ciclo ya es constitucional. Pero no es el fin de ciclo tan declamado por
Clarín, La Nación y la oposición que se refugia en ellos. Es el fin de ciclo de
los monopolios en nuestra vida institucional.
Nada será
igual a partir de este fallo.
Hoy el
desafío es para las fuerzas de la democracia comunicacional: deberán construir
un espacio tan hondo y suficiente como para que la agenda cotidiana la escriba
la democracia y no los poderosos.
La comunicación,
como la política, no admite el vacío.
Festejemos.
La
democracia ya no será igual que antes, será mucho más libre y soberana. El
Estado democrático le ganó a las corporaciones. Porque es el Estado democrático
el que ganó una batalla que parecía imposible.
Y para
resaltar del fallo: la Corte reafirma conceptualmente que la comunicación es un
derecho humano y por eso el Estado la debe regular como un bien social.
¿Bailamos?
El
Argentino, miércoles 30 de octubre de 2013
2 comentarios:
Ayer cambio para siempre nuestro futuro y el de latinoasmerica.
Ganamos la mas jodida de las peleas, aca y en latinoamerica.Antes de bailar quiero pedir perdon de rodillasa a Lorenzetti por mis opiniones sobre el y su madre.
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