El país quedó sin respirar durante
unas cuantas horas en la semana que se fue. La mujer que se internaba para una
operación quirúrgica debajo de su cráneo era mucho más que una simple mujer,
era muchas mujeres y hombres; era mucho piberío y era mucha historia en un solo
cuerpo.
Como si no alcanzara con todo lo vivido y todo lo
sufrido en estos duros pero intensos años, la dolencia de la Presidenta
Cristina Fernández de Kirchner demostró que ella es, más que una presidenta, la
jefa de una nación y la líder de un pueblo.
Cristina se operó y el país se mostró
en toda su desnudez: el gobierno siguió gobernando, la oposición se siguió
oponiendo y el poder económico mediático siguió operando desde las
tinieblas.
Los enemigos del pueblo ejecutaron
todas las fases de una nueva corrida destituyente. Pasaron de negar, dudar y
bastardear el estado de salud de la Presidenta en la primera fase, a disparar
con fuego graneado sobre la humanidad del Vicepresidente Amado Boudou.
“No hay gobierno” repetían a coro.
Se caen a cada rato de los generosos
límites que da la democracia. Brindan argumentos falaces y maliciosos a los
fondos buitres. Deshonran la condición humana de sus adversarios ¿o de qué
hablan cuando se burlan en vivo y en directo de Cristina mujer sometida a una
operación quirúrgica? ¿De qué habla Carrió cuando injuria la lucha de las
Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar la identidad de los 400 nietos que
faltan a la mesa familiar? ¿Y de qué modelo de país y democracia habla Carrió
cuando le endilga en la cara a Juan Cabandié que es hijo de padres delincuentes?
Así los llamaba la dictadura a los 30
mil desaparecidos, a los presos políticos y sociales, a los exiliados, a los
sospechados: “delincuentes subversivos”.
En ese debate, ya que estamos, el
silencio del candidato del PRO, Sergio Bergman, sirvió de telón de fondo para
que comprobáramos, por si hacía falta, que algunos dirigentes opositores, como
Carrió, se terminan pareciendo a Cecilia Pando cuando quedan flojos de
argumentos.
Cuando se apaga la luz, se enciende un
represor.
Por eso es bueno prender todas las
luces y todos los micrófonos de la democracia para que se los vea y escuche.
Ellos son así como se muestran; no como los vende Clarín.
“El caso Massa”, como fue “el caso De
Narváez”, como es “el caso Carrió”, serán dignos de estudio para las Ciencias
Sociales en este mismo sentido.
Desde el poder económico mediático fabricaron
con Massa un candidato de la derecha al que instruyeron se presente como “peronista”,
casi un “kirchnerista prolijo”, que ofrecía una caja de herramientas para
arreglar los desperfectos que dejaba el gobierno de Cristina y que prometía, antes
de las PASO, no volver atrás con ninguna conquista social conseguida en esta
década ganada.
Mira lo que quedó.
Allí lo ven ahora, confesando él y
quienes lo acompañan, que en realidad son un frente renovador del menemismo-duhaldista,
proponiendo políticas que, de ganar, desandarían cada una de las políticas sociales y
económicas del kirchnerismo.
Esa derecha que se presenta como “el
futuro”, no viene a remendar lo que hizo mal el kirchnerismo. Ese es el
señuelo.
Ellos vienen a derribar el espíritu
rebelde, soberano, igualitario, participativo y latinoamericano que inauguró el kirchnerismo.
Vienen a derogar la ley de medios y
rehacer las ex AFJP para volver a saquear el ahorro nacional.
Vienen a eliminar el fútbol para
todos y a otorgar al monopolio Clarín todo lo que pidan.
Vienen a suprimir todo lo que haga
fuerte al Estado en beneficio de la sociedad y a privilegiar al mercado como eje ordenador de
nuestra economía. Hay que estar muy claros en esto para no comerse amague
alguno. Y hay que salir a decirlo, antes y después del 27 de octubre.
La oposición política que le responde
a Clarín, La Nación y asociados, mantuvo un gesto de prudencia ante la primera
fase operativa, pero acompañó después la embestida contra el que consideran el
flanco más débil del gobierno nacional.
En verdad ese flanco fue débil cuando
estaba Julio Cobos. Abundan las razones para demostrarlo.
Lo cierto es que en esta semana se
volvió a exhibir que el único vacío de poder está en las filas opositoras. Es
un dato original de esta etapa histórica.
En la antigüedad, antes de Kirchner,
el vacío de poder invariablemente, se asociaba a un gobierno. Por primera vez, el
vacío es opositor. Pasa lo mismo con la rebeldía. De ser la callejera y
piquetera rebeldía, siempre viviendo a la intemperie y en el llano, la rebeldía
hoy tiene su domicilio personal en la Casa Rosada y en la militancia
kirchnerista allí donde se exprese.
Estamos, sin dudas, viviendo un
tiempo extraordinario. Pero la dolencia de Cristina nos pone al descubierto a
todos y todas. El malo se hace más malo y el bueno se vuelve más bueno cuando
la patria está pariendo un nuevo tiempo. El desafío consiste en que los buenos
se organicen y se empoderen del proyecto de país, como pidió Cristina hasta el
cansancio. Y para eso es esencial sacudir la modorra virtual que arroja en
nuestras cabezas el virus desinformativo de los monopolios. Ellos hablan
siempre de derrotas y fracasos. Nosotros hablamos de victorias y de logros. Son
proyectos de país los que se enfrentan.
Empoderar, entonces, significa
trabajar el día a día, sin dejar de mirar el horizonte.
Y viceversa.
Lejos de aquí el imperio del norte
inició su cuenta regresiva. Esta vez no será para lanzar un satélite a la luna
sino para que la caída no sea tan estrepitosa. Ahora sí que el mundo ha
cambiado. Si no atacaron a Siria no fue porque no quisieron, sino porque no
pudieron ante la seria advertencia de la vieja Rusia y de ese mundo emergente y
multipolar que volvió a nacer.
Se las tendrán que arreglar,
demócratas y republicanos, para no empeorar el cuadro.
Vuelve Cristina a casa y un hijo de
desaparecidos, llamado Juan Cabandié, reivindica la vida defendiendo y honrando
la dignidad de una generación diezmada, como la llamó Néstor Kirchner.
Por eso cuando hablamos de futuro,
hablamos de memoria.
Así sea.
Miradas al Sur, domingo 13 de octubre de 2013
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