Juro que
escuchaba la más bella canción de Víctor Heredia cuando el ministro Randazzo
hizo el anuncio ayer: el ferrocarril Sarmiento será plenamente conducido por el
Estado.
Pasajeros
incansables de trenes repletos de obreros, embanderados de sueños, de memoria y
de futuro, como son los argentinos de buena leche, es imposible no emocionarse
con un Estado que le marca la cancha a los injustos.
El Viejo
Matías no estará más solo en el andén de Paso del Rey.
El Estado
se hizo cargo una vez más de sus responsabilidades en esta circunstancia
histórica que vivimos.
Si
miráramos al mundo apenas un instante comprobaríamos que el mundo se parece
mucho al país que tuvimos antes que llegue Néstor Kirchner en el 2003.
“Ramal que
para, ramal que cierra” se decía en los años noventa. Lo mismo que hoy se dice
en las privatizaciones que llenan de espanto toda la vieja Europa y niegan la
salud pública en los EE.UU.
En la
Argentina es al revés.
El ministro
Randazzo puso la cara como lo hizo siempre y resolvió del lado de la sociedad,
sin importarle las presiones corporativas de burócratas sindicales y
empresarios de la plata dulce.
El
calendario dice que apenas faltan tres días para ir a votar.
Y uno está
tentado a invocar ese lugar común de los deseos cuando la democracia nos invita
a pasar al cuarto oscuro. Es el gesto ciudadano de la buena onda que no
distingue entre amigos y adversarios. “Suerte”, nos decimos antes de entrar a
emitir el voto. Como si diera igual votar a fulano o a mengano.
¿Sabes que
no es así? ¿Sabes que de nuestro voto dependerá si entramos o no en zona de
turbulencia o si por el contrario, garantizamos un futuro de amor, de paz y
prosperidad?
Si el mundo
no estuviera envuelto en llamas como lo está y tuviéramos una oposición
responsable, con proyectos iguales o mejores que las que hoy nos gobiernan, uno
daría rienda suelta a sus deseos y diría convencidamente: “suerte” al compatriota
que va a votar a quien se le da las ganas.
Pero sería egoísta
desearle suerte al que puede optar por volver al pasado y volver a estrellarnos
como ya nos pasó en la antigüedad neoliberal.
La
oposición reclama al gobierno de Cristina que la Argentina se inserte a un
mundo en llamas. Incendiarían el país si fuese necesario para recuperar los
privilegios que perdieron.
Que nuestro
voto no sea el combustible que precisan.
El país ha
vuelto a ser el digno sur de San Martín y Bolívar y desde esa pertenencia
resuelve sus asuntos.
Lo cierto
es que el domingo que viene votamos legisladores.
Una linda
ocasión para celebrar nuestros primeros 30 años corridos viviendo en
democracia.
Hay que ir
a votar en defensa propia.
Nos siguen pegando
abajo, Charly.
El Argentino, jueves 24 de octubre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario