Gatilló la
memoria en el primer paso que dio con el bastón de mando.
Si digo
“Proceda”, usted baja los cuadros.
Y dijo “Proceda”.
Y terminó la impunidad.
Néstor
Kirchner, que de él hablamos, no será nunca un mero ex Presidente.
Un muerto notable.
Un prócer de bronce o mármol. Un recuerdo lejano.
Un adiós en
el andén del olvido.
Insoportablemente
vivo, dice la militancia con su imagen en las calles del barrio, en la plaza
del pueblo, en las paredes que hablan.
Insoportablemente
vivo cuando cantan sus consignas, envueltas entre abrazos y buenos deseos.
Néstor no
se murió. Néstor no se murió. Néstor vive en el pueblo…
Los
enemigos de ese pueblo son enemigos de la democracia.
Y
viceversa.
A ellos les
hubiese gustado mucho verlo muerto eternamente.
Y rendirle
honores y homenajes, si así cuadra y ordena el protocolo del cinismo.
Pero no.
Néstor
Kirchner anda por allí.
Se ríe. Se
enoja. La cuida. La mira. La escucha. La ama como siempre.
Y ella que
responde gustosa con un beso y un abrazo y una flor y una bandera malvinera,
sabiendo que no es posible volver hacia atrás las agujas del reloj.
Los
ambiciosos, los egoístas, los mediocres, también hubiesen querido que Néstor
sea irremplazable en el recuerdo. Tan pero tan gigante que sea inalcanzable
para todos. Menos para ellos, los que inventaron un odioso artefacto que mide
la pureza química, por ejemplo, de los que son peronistas y de los que no lo
son.
Hace dos
años, un 26 de octubre, nos íbamos a dormir dejando todo en orden para cuando
llegue el censista. O la censista.
¿Hay café
suficiente para convidarles? ¿Hay yerba para unos buenos mates? ¿Compramos
galletitas dulces? ¿Están los DNI a mano?
Nos
preparábamos para saber, al final de la jornada del Censo 2010, cuántos, cuáles
y cómo éramos los argentinos y los que vivíamos en tan vasto territorio
nacional.
Y lo
supimos en un solo acto de amor y de dolor cuando escuchamos al día siguiente que la maldita tele empezaba a decir como un
puñal en el pecho: Murió.
No está
más. Se fue. No volverá jamás. Se le cayó el alma del cuerpo.
Pero aquí
estamos nuevamente. Con todas las banderas. Viendo como Néstor sigue vivo entre
su pueblo.
Insoportablemente
vivo para los injustos.
Pero
viviendo siempre entre los que luchan. Entre los que ríen. Entre los que
esperan. Entre los que creen.
Ahora sí,
es hora de partir.
Néstor nos
devolvió la política, la dignidad y la autoestima como pueblo.
Néstor nos
devolvió la alegría y el orgullo de sentir la patria nuevamente.
Néstor nos
ubicó en la América Latina para siempre.
Así cantan
los pibes de La Cámpora, de toda la militancia.
Cristina
los escucha y sabe que es así. Que Kirchner anda vivo, allá y aquí.
El Argentino, viernes 26 de octubre de 2012
1 comentario:
Muy emotivo, pero real porque muchos millones nos sentimos expresados. Gracias.
Pedro, militante peronista viejo
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