Ahora que el
17 de Octubre del 45 se presenta tan cerca de los tiempos que corren, quizás
llegó el momento de decirlo: el peronismo es un movimiento literario de masas,
a tal punto que creó la primera persona del plural.
Cuando mojó
las patas en las fuentes de la Plaza, mojaba las plumas con que escribiría la
verdadera historia.
Quien
quiera oír que oiga.
Se dijo ya que
los trabajadores, con Perón y Evita, crearon el peronismo como la expresión del
movimiento nacional y popular del siglo XX.
Y es así.
Pero
también hay que decir que el peronismo vino a quebrar la narrativa popular en
dos.
Antes y
después del 17 de Octubre.
Antes eran
los conservadores de la oligarquía y sus testaferros vendiendo un solo relato
de la historia.
Lapidario
para las clases populares.
Triunfal
para los vencedores de las clases pudientes.
Después, el
pueblo descamisado resolvió en Plaza de Mayo el conflicto con el sistema
político y literario que lo dejaba afuera.
Y empezó
otra historia.
Decía
Arturo Jauretche: “El país ya era otro país y no quisieron entenderlo. La nueva
realidad no cabía ni en el sindicalismo, ni en los partidos políticos preexistentes.
El 17 de Octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia
del nuevo país con su vanguardia más combativa…lo viejo no comprendía al país
nuevo, tampoco se dio cuenta que ya no podía representar la dirección del país
y mientras discutía sus rivalidades, el
nuevo actor tomó posesión del escenario”.
Esta cita formidable
de don Arturo, rescatada por Norberto Galasso en su obra “Perón”, complementa
esta otra de Leopoldo Marechal: “Me llegó desde el Oeste un rumor como de
multitudes que avanzaban…cantando…el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta
que reconocí primero la música de una canción popular y en seguida su letra: Yo
te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P:
¡Perón! Y aquel “Perón” resonaba como un cañonazo. Me vestí apresuradamente,
bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo hacia la Plaza de
Mayo. Vi, reconocí y amé a los miles de rostros que la integraban; no había
rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su
líder. Era la Argentina invisible que algunos habían anunciado literariamente,
sin conocer ni amar a sus millones de caras concretas y que no bien la
conocieron, les dieron la espalda. Desde aquellas horas, me hice peronista”.
“Era el
subsuelo de la patria, sublevado”, agregó brillantemente Scalabrini Ortiz.
El pueblo,
desde entonces, fecundó la democracia; por eso hoy vuelve a escribir la
historia.
Pensándolo
así, el 7D también nos habla de esto.
De una democracia
en estado de gracia.
El Argentino, miércoles 17 de octubre de 2012
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