El rotundo triunfo del Presidente Hugo Chávez en las
elecciones presidenciales de Venezuela, es un duro golpe para los planes
desestabilizadores de la derecha corporativa y mediática en su país y en toda
la región.
Al mismo tiempo, es un impulso extraordinario para las
fuerzas populares democráticas que expresan el cambio, a lo largo y ancho de
América Latina.
Estas elecciones suceden en el marco de un mundo cada vez
más complicado y que seguirá complicado en tanto Europa y los EE.UU.
principalmente, no giren sus políticas económicas a favor de la producción y el
empleo, cortando amarras definitivamente con los espectros financieros que los
siguen hundiendo.
Ese patrón neoliberal dominante, con domicilio en el FMI y
las grandes corporaciones del poder concentrado, precisan alinear América del
Sur al mismo esquema hegemónico. Precisan gobiernos débiles y pueblos
desarticulados.
Y una región declarada en rebeldía contra el neoliberalismo,
con Presidentes que se parecen a sus pueblos, dispuesta a ser libre, a
producir, a consumir, a desarrollarse e igualarse socialmente es, por el
contrario, ejemplo de un contrapoder que, encima, es victorioso.
El triunfo de Chávez es el triunfo de la UNASUR, del
MERCOSUR y de un modelo de sociedad, que más allá de sus matices y
particularidades locales, se estructura como una sola Patria Grande y con
ventanilla única a la hora de definir su visión geopolítica y su intercambio
comercial con el resto del planeta.
Si hubiese ganado la derecha, hay que decirlo, los pueblos
hubiesen corrido grave riesgo de retroceder en sus derechos y las grandes
corporaciones se hubiesen anotado un triunfo igual o mayor al de los propios
políticos opositores que competían.
Atrás de Chávez y Cristina están los pueblos de América.
Atrás de los candidatos de la derecha neoliberal, están las
corporaciones económicas y mediáticas.
Y lo que se jugó en Venezuela es eso.
Lo dijeron coloquialmente nuestros Presidentes en el
intercambio de saludos en la noche del histórico domingo 7 de Octubre.
Compartieron la victoria por derecho propio y por ser
consecuentes con 200 años de historia.
El falso optimismo, luego frustrado, de la oposición de allá
y aquí, fue parte de una operación de inteligencia, antes que la expresión de
un estado de ánimo.
Los medios corporativos azuzaron una presunta victoria de
Capriles porque era la forma de provocar un incendio en las calles de Caracas.
Pero el odio fue derrotado a fuerza de puro amor por enésima
vez.
El poder ya no nace de la boca de un fusil ni de un
monopolio mediático.
Nace de la boca de las urnas.
El siglo XXI es de los pueblos.
Y los pueblos deciden su destino en elecciones libres.
El Argentino, martes 9
de octubre de 2012
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