martes, 9 de octubre de 2012

Los latidos de la Patria Grande



El rotundo triunfo del Presidente Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de Venezuela, es un duro golpe para los planes desestabilizadores de la derecha corporativa y mediática en su país y en toda la región.
Al mismo tiempo, es un impulso extraordinario para las fuerzas populares democráticas que expresan el cambio, a lo largo y ancho de América Latina.
Estas elecciones suceden en el marco de un mundo cada vez más complicado y que seguirá complicado en tanto Europa y los EE.UU. principalmente, no giren sus políticas económicas a favor de la producción y el empleo, cortando amarras definitivamente con los espectros financieros que los siguen hundiendo.
Ese patrón neoliberal dominante, con domicilio en el FMI y las grandes corporaciones del poder concentrado, precisan alinear América del Sur al mismo esquema hegemónico. Precisan gobiernos débiles y pueblos desarticulados.
Y una región declarada en rebeldía contra el neoliberalismo, con Presidentes que se parecen a sus pueblos, dispuesta a ser libre, a producir, a consumir, a desarrollarse e igualarse socialmente es, por el contrario, ejemplo de un contrapoder que, encima, es victorioso.
El triunfo de Chávez es el triunfo de la UNASUR, del MERCOSUR y de un modelo de sociedad, que más allá de sus matices y particularidades locales, se estructura como una sola Patria Grande y con ventanilla única a la hora de definir su visión geopolítica y su intercambio comercial con el resto del planeta.
Si hubiese ganado la derecha, hay que decirlo, los pueblos hubiesen corrido grave riesgo de retroceder en sus derechos y las grandes corporaciones se hubiesen anotado un triunfo igual o mayor al de los propios políticos opositores que competían.
Atrás de Chávez y Cristina están los pueblos de América.
Atrás de los candidatos de la derecha neoliberal, están las corporaciones económicas y mediáticas.
Y lo que se jugó en Venezuela es eso.  
Lo dijeron coloquialmente nuestros Presidentes en el intercambio de saludos en la noche del histórico domingo 7 de Octubre.
Compartieron la victoria por derecho propio y por ser consecuentes con 200 años de historia.
El falso optimismo, luego frustrado, de la oposición de allá y aquí, fue parte de una operación de inteligencia, antes que la expresión de un estado de ánimo.
Los medios corporativos azuzaron una presunta victoria de Capriles porque era la forma de provocar un incendio en las calles de Caracas.
Pero el odio fue derrotado a fuerza de puro amor por enésima vez.
El poder ya no nace de la boca de un fusil ni de un monopolio mediático.
Nace de la boca de las urnas.   
El siglo XXI es de los pueblos.
Y los pueblos deciden su destino en elecciones libres.

El Argentino, martes 9 de octubre de 2012



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