Los días
que hacen la historia no tienen 24 horas.
Duran lo
que dura un cambio de época.
Ejerza el
libre oficio de pensar en cualquiera de ellos y lo comprobará.
El 7D es
uno de esos días.
Sin dudas,
la semana que pasó, con sus amotinamientos y el secuestro de Severo, con los
manotazos leguleyos de Clarín en la justicia, con el posicionamiento del
gobierno nacional en la encrucijada, son escenas del día más largo de la
historia que vive esta generación: el 7D.
Se
desvaneció por imperio de las circunstancias aquella preocupación acerca del
misterio que envolvía ese día bisagra.
Las
preguntas iban y venían. ¿Qué pasará si se niegan? ¿Qué hará el AFSCA? ¿Qué
hará la Corte? ¿Qué hará la oposición? ¿Qué harán las calles de la militancia?
Y el 7D ya
está corriendo entre nosotros; es más, corre en tiempo de descuento.
Clarín y
los poderes corporativos lo saben. Por eso contaminan el aire con sus
titulares.
No
revuelven los ríos de la discordia porque son meros opositores democráticos del
actual gobierno. Lo hacen porque precisan agitar las aguas por si pescan algo.
“Quién te dice que no surja un imprevisto”, imagina Magneto. Hay que embarrar
la cancha y desestabilizar el ritmo y la naturaleza del proyecto de país
gobernante.
¿Pero a
quién embarrar? ¿Al Gobierno de Cristina? Imposible. Saben de sus convicciones
y de su capacidad de decidir con voz de mando en momentos buenos, regulares y
adversos. ¿Y entonces? Entonces hay que embarrar la cancha a la democracia. Al
sistema republicano, representativo y federal en su conjunto. Hay que vaciarlo
por dentro. Hay que cooptar lo que resta de cooptable en la oposición.
No precisan
adeptos que se movilicen con pancartas. Precisan tropa. Que es algo distinto. Por
eso ponen toda la carne en el asador.
Es
conveniente leer las sendas convocatorias a la movilización sindical del 10 de
octubre y al cacerolazo anunciado para el 8 de noviembre como episodios pergeñados
contra el 7D.
Unos y
otros reciben el apoyo de espacios manifiestamente destituyentes. Es más: los
dirigentes Moyano y Michelli se manifestaron solidarios con los prefectos y
gendarmes alzados contra la cadena de mandos de las fuerzas de seguridad y de
la democracia.
¿O alguien
cree que la energía social que se acumula allí, disparando munición gruesa contra
el gobierno, favorece a “la Orden de las Carmelitas descalzas”?
Toda
energía desplegada en este largo 7D favorece a uno de los términos de la
contradicción principal en pleno desarrollo.
Y la
contradicción principal en esta etapa se traduce en clave de: Corporaciones o
Democracia.
Está claro
que las primeras tienen domicilio particular en el Grupo Clarín.
Así como el
segundo término de la ecuación lo expresa nítidamente el Gobierno que el pueblo
votó hace justo un año con un 54 % de voluntades manifiestas.
El 7D,
además, achica toda posibilidad de fuga de esta disyuntiva. Como si la realidad
advirtiera en un cartel: “Este capítulo de la historia no es apto para
neutrales”.
Y algo más:
no es apto para “consensualistas”; ni de un lado ni del otro.
No hay más
consenso posibilista entre la democracia y los monopolios dominantes.
La
democracia se dispuso avanzar desde que aprobó el Parlamento la ley de Medios. Y
no hay marcha atrás.
Si del lado
de Clarín se atreven a desafiar la ley y la democracia, se tendrán que
enfrentar ya no a un gobierno, ya no a un sector político, sino a la propia ley
y al conjunto del pueblo.
En ese
espacio se define la historia del 7D.
Hay que
ubicar el levantamiento de las fuerzas de seguridad en este marco.
Se dijo
bastante sobre la legitimidad de origen de la protesta. Pero su continuidad
está indicando que la usina promotora del conflicto está fuera de las
escalinatas del edificio Guardacosta y Centinela.
Clarín y La
Nación son un portal de partes de guerra, bandos y proclamas. No informan; alientan la rebelión. Y lo hacen operando a
destajo.
Para darle
un formato más político volvieron a conformar el “Grupo A”. Los radicales en la
punta. No se privaron de nada. Contaron incluso con la progresía de Lozano y
Stolbizer. Quién te ha visto y quién te ve.
Los mismos
que al mediodía firmaron dos renglones como de favor a la república, corrieron
presurosos por la noche a TN a enmendar semejante “error”.
La historia
y el pueblo juzgarán duramente a estos opositores que en la disyuntiva
histórica optaron por reafirmar su rol de operadores de Magneto antes que
honrar su condición de demócratas.
El
radicalismo ya firmó su sentencia: se volverá a fracturar. De un lado, los que
irán con Clarín y Macri y del otro, un conglomerado que rescata las banderas de
su origen.
La palabra
justa de Leopoldo Moreau así lo demuestra.
Dijimos el
domingo anterior que la derecha estaba en operaciones. Lo seguirá estando.
Nunca como ahora estuvo tan cerca de perder el último bastión colonial que le
quedaba. O sea, el poder monopólico sobre la palabra. Es un poder fuera de
control de la democracia. Nombra y saca jueces a su antojo. Explota cada
circunstancia que crean favorable a sus oscuros propósitos.
Algunos
hechos los diseñan y ejecutan ellos mismos. Otros, le caen de volea y así como
caen, los patean contra el frontón del gobierno y la democracia. Todo sirve.
Si bien el
7D es un día sin precedentes, conviene repasar la historia de la democracia para
convencerse que cuando la democracia afloja, cuando se somete a los poderes
fácticos de turno, cuando acepta un empate con las corporaciones, la democracia
trastabilla sin pena ni gloria.
Esta vez
ocurre todo lo contrario. Por eso hay tensión.
Hay un
liderazgo popular indiscutible de Cristina. Hay unidad de mando. Hay fuerza
organizada. Hay un gobierno fuerte y decidido. Hay plena conciencia de los
daños que provoca el estado paralelo de las corporaciones. Hay unidad con la
América Latina. Hay casi 30 años de ejercicio democrático. Hay juventud
movilizada.
Y por si
fuera poco, la ley y los justos están del mismo lado como nunca antes.
Valdrá la
pena, al final del 7D, haber luchado por cambiar la historia de una vez y para
siempre.
Miradas al Sur, domingo 7 de octubre de 2012
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