La
democracia se ejerce todos los días del año.
Pero hay un
día donde el pueblo manda: ese es el día de las elecciones, del voto en las
urnas, del cuarto oscuro y del padrón en las escuelas.
Por esas
orillas anduvo ayer el discurso de la Presidenta.
El titular
de la Cámara Nacional Electoral, Santiago Corcuera, se expresó en igual sentido.
La presencia
de dirigentes radicales, como Leopoldo Moreau y otros, más la del Presidente de
la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, dieron un marco republicano y democrático al acto.
El
centenario del sufragio se merecía celebrarlo así, dando cuentas del camino de
mayor ampliación de derechos sociales inclusivos desde entonces.
La llamada
“ley Sáenz Peña”, la que estableció el voto universal, secreto y obligatorio en
la Argentina en 1912, es la ley que abrió las puertas de la inclusión política
institucional en el amanecer del siglo XX.
Antes, era
la ley de la selva.
Ganaba el
que tenía más dinero y poder.
Ganó Rivadavia
haciendo votar exclusivamente a los grandes propietarios de la tierra. Ganó
Bartolomé Mitre que, según reconocía Sarmiento, hacía votar hasta a los
muertos.
Ganó el que
pagaba mejor el voto.
Ganó el que
infundía el terror entre los electores.
Ganó el que
obligaba a decir a voz en cuello el nombre del candidato.
Ganó el que
montaba la mejor ingeniería del fraude electoral.
A esa
República oligarca, de fraudes y de terror, Hipólito Yrigoyen llamaba “el
Régimen”.
Y contra
ese estado de cosas se alzó en revoluciones.
Fueron
varios alzamientos comandados por Alem y don Hipólito.
Hasta que
la oligarquía, decide abrir las compuertas e impulsar una reforma que implique
el voto universal masculino.
El que la
dicta es el presidente Roque Sáenz Peña.
Pero el que
la logra en verdad, es Yrigoyen con su intransigencia patriota.
Con el
viejo caudillo radical, aquella oligarquía pretendió lo mismo que la dictadura
de Lanusse quiso hacer con Perón: entramparlo en las redes del sistema.
Ambos
líderes populares, Yrigoyen y Perón, aceptaron el desafío y terminaron ganando,
ampliamente, junto al pueblo que los
acompañaba.
Sólo los
gobiernos auténticamente democráticos garantizan la ampliación del sufragio
electoral.
Por eso Eva
Perón y el peronismo establecieron que el voto sea un derecho también para las
mujeres.
Y por eso
Cristina impulsó las primarias abiertas y el voto desde los 16 años.
Los golpes cívico
militares en 1930, en 1955, en 1966 y en 1976, por el contrario, impidieron
violentamente el libre ejercicio de este derecho ciudadano.
Que el
pueblo cante y se exprese libremente todos los días.
Para
decidir nuestro destino colectivo, nos vemos en las urnas.
Allí donde
el pueblo manda.
El Argentino, miércoles 24 de octubre de 2012
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