Hay que ir
a ver la película de Benjamín Ávila. Después hay que llorar hasta que no queden
lágrimas. Después gritar con toda la voz y el alma: “Vivan los compañeros”.
Después hay
que recordar y recordarse de dónde venimos todos.
Los de un
lado y los del otro.
Infancia clandestina
es como Naranjo en flor. Primero hay que saber sufrir, después amar, después
partir y, al fin, andar sin pensamientos.
Los dolores
de entonces, abonaron estos tiempos de ahora.
No tenerlo
en claro, es volver al país que niega el pensamiento, la diversidad y la hora de los pueblos.
No verlo
así, es hacer un culto al olvido y a la desmemoria, que es peor que el olvido.
En ese
digno film está una buena parte de esta generación de sobrevida, de sobre
muerte, de sobre nada, que recuperó su identidad el día que un Presidente
llamado Néstor Kirchner dijo en su acto de bautismo que él era parte de esa
generación diezmada y que éramos hijos y nietos de Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo.
Qué me van
a hablar de amor.
El 7D está
en pleno desarrollo, como diría un maravilloso programa de Telesur.
No es
casual que en este país del 7D se remuevan todas las capas geológicas de
nuestra conciencia nacional y que una película argentina conmueva a decenas de
miles de hombres y mujeres que la van a ver.
Es que en
tiempos del 7D, se agitan todos los fantasmas para que no se consume el sueño
eterno de la democracia que es recuperar la palabra y la pluralidad de voces.
El enemigo
de la República, de la cosa pública, de la cosa de todos y de todas, bloquea la
designación de jueces constitucionales en el Consejo de la Magistratura y en
simultáneo mueve otras fichas en una corporación que le es amiga y familiar, la
corporación judicial y designa jueces de mentirita llamados técnicamente
“jueces subrogantes”.
La trampa
está tendida por el Grupo Clarín. Ya no hay golpes cuarteleros. Ni falta que
les hace. Ahora hay golpes de comité y buffet de abogados bien remunerados. Te
cantan truco con un siete de copa.
De nada
vale para ellos que haya una Ley votada por amplia mayoría en el Parlamento. De
nada valen las cientos de organizaciones que a lo largo y ancho del país se
hayan movilizado para elaborarla a cuatro y doscientos manos.
De nada
vale que una Presidenta elegida por el voto popular la haya promulgado en menos
que canta un gallo para compensar en tiempo perentorio lo que de valor tenía y
tiene esa Ley en contenido histórico y cultural.
De nada
vale que la Corte Suprema haya dicho Basta y le pusiera un tope para el 7 de
diciembre de este año.
De nada
valen las formas que hacen a una República como la nuestra.
Para ellos sólo
vale el dinero y el poder de dictaminar con fajos de tapas y editoriales mal
escritas, lo que se les venga en ganas dictaminar. El poder es eso. El poder es
Clarín y sus miles de tentáculos.
Amanece por
el diario en papel, sigue por TN y
Twitter con una o dos de sus estrellas, continúa por la radio bien llamada
“Mitre” y culminan a todo orquesta con ex sindicalistas combativos, con tigres de
papel picado, con antiguos y nuevos derechosos y con los eternos culposos que
se suman al tropel. Total, un minuto de fama bien vale tirar la honra a los
perros.
Todo hedor
perecerá.
Más tarde o
más temprano la verdad y la justicia se abren paso.
Las desbaratadas
y ya resueltas maniobras insurrectas de prefectos y gendarmes estafados por sus
ex jefes, así lo demuestran.
También es
una buena noticia saber que el afán destituyente no siempre está en el hecho sublevado
y sus actores de reparto, sino en la interpretación mediática y monopólica que
los grandes medios hacen de esos hechos.
Ese es un
aprendizaje colectivo que habrá que ahondar en este tiempo del 7D.
Fue la
semana de la victoria de América Latina con Hugo Chávez reelegido Presidente de
la hermana Venezuela.
Se frotaban
las manos los virreyes y alcahuetes pensando que Capriles ganaría y que si así
no fuera, encabezaría un despelote de grandes proporciones hasta incendiar
Caracas. Nada de esto sucedió.
Ganó Chávez;
y Capriles asumió decentemente su derrota mucho antes que lo hicieran, incluso,
los opositores y los showman televisivos de la pampa húmeda.
América
Latina sigue siendo una barca que navega a siete nudos en dirección de los
vientos que soplan suavemente sobre el continente.
El eje de
rotación de estas tierras se corrió el día que Kirchner, Chávez y Lula le
dijeron “No al Alca” y a partir de allí, andá a cantarle a George Bush.
Con esta
victoria venezolana, la contraofensiva neoliberal ha fracasado, dice Carlos
Zannini; y le sobran razones para estar contento. Pero luego se pone serio y
dice que aquí, en la Argentina, el poder monopólico corporativo representado en
Clarín, prefiere mil veces sabotear a un gobierno popular antes que cumplir con
la legislación. Y advierte que si así ocurriera, no vendrán sólo por Cristina; vendrán
por los trabajadores, por la Asignación Universal por Hijo, por el Matrimonio
Igualitario.
Vendrán por
la buena gente de este pueblo soberano.
La derecha
no descansa nunca en su afán restaurador del coloniaje y la muerte.
Quizá con
eso alcance para convencerse que estar unidos y solidarios, más que una
consigna, es un imperativo de la historia.
Claro que lo
mejor aún está por venir.
Pero debemos
ser concientes que lo peor no pasó todavía. Procurarán que caigamos en la
provocación una y mil veces. Que perdamos la calma. Que nos fracturemos. Que
nos desanimemos.
Pero aquí
no se rinde nadie, Moreira.
Este largo
día del 7D nos costó una vida entera.
Ya estaban
ellos y nosotros cuando secuestraron 500 pibes y desaparecieron 30 mil
compatriotas y encarcelaron a decenas de miles y exiliaron otro miles y quebraron
el espinazo del país industrial bajo el mando del comandante en jefe, José
Alfredo Martínez de Hoz.
Ya estaban
ellos y nosotros cuando robaron Papel Prensa para fortalecer las bases del
monopolio mediático.
Con una
brutal diferencia: ellos eran la dictadura y nosotros, el pibe de Infancia
clandestina.
A ese país ya
no volvemos. Nunca más. Y nunca Menos.
Miradas al Sur, domingo 14 de octubre de 2012
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