Volvió
Cristina y volvieron los pibes al centro de la escena. Todo un rasgo del cambio
de época.
El aire que
se respira en las calles vuelve a ser un verdadero torbellino esperanzador.
Se hace
evidente, para los que la aman y para los que no, que faltaba Cristina para que
el milagro suceda.
La huella
inaugural que en esta semana le imprimieron a la gestión de gobierno el nuevo Jefe
de Gabinete, Jorge Capitanich y el Ministro de Economía, Axel Kicillof,
reafirma la certeza de que el Kirchnerismo es un movimiento que siempre está
comenzando.
Hace y
comienza. Hace y comienza. No se detiene a disfrutar las mieses de la gloria
vana por lo que construyó en estos últimos años. Ni se detiene a lamentar lo que
de bueno no obtuvo en las últimas elecciones.
“Se suelta
el pelo y me invita a salir con ella a escena”, parece decirnos como la canción
de Serrat.
Entramos de
lleno al tramo decisivo que coronará el proyecto de país inaugurado en el 2003
con Néstor Kirchner y profundizado luego por Cristina.
Un tramo que
llegará a cruzar su recta luminosa cuando Michelle Bachelet, Dilma Rousseff y
Cristina Fernández de Kirchner relancen la UNASUR más temprano que tarde.
Ese será el
tiempo de la gran victoria, cuando al mismo tiempo y por fin, la justicia se
digne a enjuiciar a los civiles de la dictadura que ensangrentaron sus manos
para quedarse con el poder de Papel Prensa. Sólo entonces la plena vigencia de
la ley de medios marcará todos los relojes de la democracia.
La mirada
histórica está indicando que nos acercamos velozmente a ese tiempo de
resolución. Ya falta menos.
Si el
objetivo es cuidar la mesa y el trabajo de los argentinos, como afirmaron los
flamantes ministros, la Presidenta convocó a un objetivo igual de sublime:
defender la utopía de seguir construyendo un país más justo e inclusivo.
Algunos
recuerdan seguramente las imágenes televisivas de los primeros científicos
repatriados por el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En una de
ellas se veía a una pareja joven, con dos hijos, científicos ambos, que contaban
en cámara el motivo y el momento de su vuelta al país. Fue cuando Néstor
Kirchner luego de perder las elecciones en la provincia de Buenos Aires en el
2009 interpretó y así lo declaró públicamente, que el pueblo le estaba pidiendo
al gobierno que profundice su proyecto inclusivo.
Los
científicos en cuestión, escuchando a la distancia estas declaraciones, se
miraron emocionados y a dúo se dijeron: “Estos tipos están locos. Hay que
volver al país para apoyarlos. No los dejemos solos”.
No hicieron
cuentas ni especulaciones económicas. No preguntaron por el valor del dólar ni
por los índices de inflación. No les importó la derrota electoral en Buenos
Aires. Se enamoraron del proyecto político. Y volvieron a casa.
La utopía de
un país mejor los convocó nuevamente a la patria.
Quizá la
esencia del Kirchnerismo sea justamente esa voluntad de construir y vivir en un
país más libre, más igualitario, más inclusivo, más soñador y más esperanzado.
Y si todo eso viene, además, acompañado por un modelo económico que funciona
bien, tanto mejor.
Lo primero
es lo primero.
Con la
vuelta de Cristina sucede algo así en estos días.
Volvió la
mística, volvió la pasión, volvió la causa nacional, popular y democrática. Y
los nuevos ministros aceleraron el paso
y las medidas y los encuentros con empresarios y sindicalistas se sucedieron
vertiginosamente.
Cuando la
Presidenta afirmó desde los patios de la Casa Rosada que volvía para
profundizar el modelo, estaba marcando en un solo trazo el horizonte mediato e
inmediato de los argentinos.
Habría que
ordenar, en consecuencia, cualquier análisis político y cualquier valoración
que se tenga sobre las designaciones y las bajas en el gabinete, partiendo de
ese eje ordenador del debate. El rumbo es claro: el proyecto será profundizado
de aquí hasta el último minuto de la gestión presidencial de Cristina.
Pero nos
quedaríamos cortos con esta sola idea. Porque la Presidenta también marcó los
principales objetivos del proyecto.
Repasemos
brevemente las principales definiciones de Cristina.
*Llamó a la
unidad de los argentinos, sin agravios ni violencias y respetando nuestra
diversidad.
*Comprometió
los esfuerzos del Estado en la recuperación de los ferrocarriles y de las vías
navegables.
*Subrayó la
recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentinas como empresas nacionales
emblemáticas.
*Valoró la
baja del desempleo al 6,8 % y el resurgimiento de la industria y el aparato
productivo nacional.
*Destacó
especialmente la recuperación de la soberanía en sus distintos planos: la
soberanía energética, la soberanía industrial y la soberanía alimentaria.
*Renovó el
apoyo y el reconocimiento a la inmensa labor del INVAP y el ministerio de
Ciencia y Tecnología, igual que a la política educativa, la política de
derechos humanos y la política social.
Dijo la
Presidenta en un pasaje de aquel emotivo y profundo mensaje a los jóvenes:
“Estamos
poniendo mucha inversión a la educación, a la innovación tecnológica, a la
ciencia y al amor. Porque la política no es ajena a la vida y la economía menos
aún. No pueden llevarse a cabo como empresa, como objetivo si, además, no
tenemos también utopías, ilusiones y esperanzas. Quiero rescatar que hemos
vuelto a enamorar a muchísimos jóvenes que se han acercado a la política. Yo
digo que este mundo, este mundo globalizado, del que se han apoderado flagelos
que asolan todos los países sin distinción de fronteras, tiene que ver con la
pérdida de las utopías”.
Detengámonos
aquí por favor.
Que el amor
es una categoría política lo aprendimos con la poesía de Roque Dalton y otros
grandes poetas como él. Pero escuchar el concepto en labios de la Presidenta de
la Nación le da una sustancia diferente, cualitativamente superior,
maravillosamente lúcida y esperanzada.
Algunos se
van y otros vienen. Pero quien escribe la Historia es un pueblo que canta
envuelto en sus banderas, con un mismo proyecto y una misma conducción.
Y el mismo amor, la misma lluvia.
Miradas al
Sur, domingo 24 de noviembre de 2013
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