La consigna de la hora se asienta
sobre tres dispositivos tan necesarios como posibles: avanzar, extender y
profundizar el modelo de desarrollo con inclusión social.
Nada de frenar la marcha.
Nada de asustarse con la victoria de
la ley y la democracia.
Nada de licuar la constitucionalidad
de la nueva ley de gravedad de la palabra.
Nada de dormirse en los laureles.
Si el fallo de la Corte Suprema
declarando la constitucionalidad de la Ley de medios inauguró una nueva fase
que desplazó de un solo trazo las ondas expansivas del resultado electoral del
domingo pasado, es porque en esta ecuación, la densidad e impacto de este fallo
es más trascendente que aquel resultado.
Uno, escribió la coyuntura; otro, la
historia.
Esta primera consideración política
supone un presupuesto mínimo: saber apreciar correctamente la correlación de
fuerzas que están en pleno desarrollo.
Avanzar cuando no se puede es tan
pernicioso como no hacerlo cuando se debe.
Y ahora que falló la Corte en la
misma dirección de los vientos de la historia, vaya si se puede y se debe.
La historia vibra en estos días y hay
que sacarla a bailar por las calles y las plazas del pueblo. No hay que despreciarla
cuando anida entre nosotros. Hacerlo sería tan o más nocivo que el presunto
triunfalismo que algunos sectores, legítimamente, creen observar en estos días.
Vivir en plenitud un triunfo como
este en la batalla cultural que se está librando, es saber festejar una victoria que
clausura una etapa para fundar otra nueva.
El paso firme de Martín Sabbatella
entrando al edificio del Grupo Clarín, es la digna contracara del indigno paso
por los EE.UU. de los delegados del monopolio.
Y el festejo en paz la tardecita del
fallo es la antítesis de los opositores impugnando la ley ante la misma Corte.
En esas opciones se nos va la vida.
No habría que dudar, entonces, en
sostener y apoyar en el territorio donde cada uno enraíce sus sueños de un país
mejor, esta firmeza y claridad que demuestra el Estado y esta celebración popular
que protagonizamos.
Después de este fallo definitivo, ya
nada volverá a ser como antes en nuestra democracia. Nosotros y los hombres y
mujeres que vendrán después de nosotros, habitarán un país más igualitario con
la aplicación rigurosa de la ley.
El kirchnerismo, como expresión
histórica del peronismo, es un movimiento que se demuestra andando.
En la larga marcha que viene
protagonizando se descubre democrático y republicano. Sin ofender ortodoxia
alguna. Pero sobran los motivos para mostrar y demostrar la estela democrática
que deja el proyecto de país que inauguró Néstor Kirchner y hoy lidera Cristina.
Con la ley de medios el kirchnerismo
se muestra y demuestra más republicano que cualquier otro espacio político que
se precie de tal.
Fallaron a su debido tiempo los tres
poderes del Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Y el
kirchnerismo fue respetuoso de todo el proceso político jurídico. Aún en la
adversidad cautelar de tener que esperar largos cuatro años hasta este momento.
¿Y qué hizo esa oposición que presume
embanderarse con la defensa de la República? Se mofó del fallo y por ende de la
propia República.
Es otra enseñanza de estos años: no
hay que aceptar ni un milímetro la apropiación ilegal de ninguna palabra ni
concepto.
El movimiento popular es Democracia y
República. Lo acaba de certificar en estos días.
Es en representación de la voluntad
popular que legitimó al gobierno con las mayorías obtenidas en el Congreso en
las recientes elecciones y en nombre y representación de la Democracia y la
República que el Estado deberá avanzar tal como lo viene haciendo a través del
AFSCA.
Para decirlo de otro modo: el Estado
de Derecho no se puede permitir renunciar a la aplicación del derecho equitativo para todos. Su obligación es
avanzar.
La extensión en el territorio es un
asunto de vital importancia para la política. Habrá que empoderar la sociedad
de estos nuevos derechos y ejercer una docencia ejemplar para saber utilizar
las herramientas de inclusión con las que hoy contamos. Es la hora de la
participación en todos los terrenos. Y es la hora de la organización política y
comunicacional de esa territorialidad. Las elecciones demostraron que el
movimiento popular orienta su desarrollo y crecimiento de la periferia al
centro. Ese será el derrotero a profundizar, conscientes que es también la hora
de desplegar la fuerza organizada del centro a la periferia a la luz de los
resultados electorales.
En los grandes centros urbanos habita
el sujeto social que se duplicó durante la última década: la clase media. El
kirchnerismo es una usina reproductora de esa clase, en términos socio-económicos
y culturales. ¿Cómo descuidar entonces el trabajo militante en los grandes
conglomerados humanos?
Y dejamos para el final otra cuestión
estratégica que marca con claridad el salto cualitativo que se viene
produciendo en la Argentina.
El primer peronismo de 1946 a 1955
estuvo fuertemente signado por la redistribución del ingreso junto a la
irrupción y la dignificación de los sectores populares. Quizá la asignatura
pendiente que dejó, dictadura oligárquica mediante, fue la modificación
estructural del poder económico real.
Aquel período fue tan fértil y poderoso
que tuvieron que pasar varias décadas para que las oligarquías desarmen el
Estado de bienestar que aquí se llamó peronismo.
Pues bien, con la aplicación
constitucional de la ley de medios de la democracia se podrá superar aquella
asignatura modificando la estructura de poder económico mediático concentrado y
redistribuyendo la palabra y la comunicación antes monopolizada.
Las victorias y las derrotas hay que valorarlas
en su justo contexto.
La pluralidad de voces es a la
Argentina lo que la multipolaridad es al mundo que hoy golpea nuestras puertas
y amarra tres fragatas chinas en el puerto de Buenos Aires.
El declive del imperio occidental y
sus virreyes ha comenzado.
Hay que interpretarlo a tiempo, para
saber qué hacer.
Miradas al Sur, domingo 3 de noviembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario