Dos hechos
destinados a reescribir la historia de los argentinos signaron la semana que
acaba de transcurrir:
El
reconocimiento de la autoridad del Estado, por parte del Grupo Clarín y el
hallazgo de archivos de la dictadura cívico militar.
Importa
mucho la validez o no del plan de adecuación que presentó el monopolio
mediático ante el AFSCA.
Importa
mucho el peritaje técnico jurídico que sobrevendrá a su debido tiempo.
Importa
mucho descubrir si hay engaño o no en la supuesta deconstrucción del poder
concentrado de Magnetto y su grupo.
Pero nada
importa más que el reconocimiento jurídico, constitucional y definitivo de que
el Estado es uno solo y es el que impone las reglas en una sociedad que se
precia de ser democrática y republicana.
Batalla
ganada. Pero no concluida.
El Grupo
Clarín, más allá de sus berreos y pataleos, tuvo que sacar número en la mesa de
entrada del AFSCA para entregar su plan de adecuación como cualquier hijo de
vecino.
Recordar que
durante años fueron ellos los que imponían la moral y el orden desde el cuasi
Estado que conformaban, brinda la justa medida del enorme paso que el país ha
dado.
Hemos
entrado de lleno a una nueva etapa en la vida de la República, que será mejor
sin dudas, pero llena de acechanzas como hasta ahora.
Se vienen
dos años para consolidar esta victoria de la democracia y revalidarla luego en
las presidenciales del 2015. Si así no fuera, la derecha ya avisó lo que
sobrevendrá si ganan: derogarán la ley de medios sin más vueltas y la
reemplazarán al gusto del paladar de Magnetto.
Lo
adelantaron desde el PRO, desde el FAP, desde la Coalición Cívica, desde un
sector importante de la UCR y desde el
rejuntado de Sergio Massa.
Es decir,
que en estos dos años habrá que deconstruir hasta los cimientos el poder
concentrado que rigió nuestros destinos malversando el valor de la palabra, so
pena de tirar todo para atrás en un par de años.
Y una
reflexión para compartir en estos días: ¿qué hacemos mientras tanto los
periodistas, los comunicadores, los docentes, los constructores, los
metalúrgicos, los carpinteros, los abogados, las amas de casa, los carniceros,
los verduleros, los taxistas, los colectiveros, los artistas, los estudiantes?
Si al AFSCA
y al conjunto del Estado le corresponde cumplir el deber de deconstruir
legalmente los monopolios para abonar el terreno de la pluralidad de voces, a
la ciudadanía le corresponde deconstruir el origen primero de la mentira
organizada que ejerció ese monopolio durante tantos años.
Nadie tiene
el derecho de sentirse ausente en esta hora. Podrá ejercer esa libertad si
quiere y comentar incluso que se siente afuera de esta puja, pero no le asiste
el derecho a ser neutral cuando lo que está en juego es la construcción del
presente y el futuro.
Hay que mostrar
todas las cartas ahora que ya no hay punto de retorno en esta épica de la
democracia.
Es la verdad
o la mentira. El Estado o los monopolios.
La historia
argentina es rica en ejemplos que demuestran
que el conservadorismo liberal siempre apeló a los mismos argumentos para
combatir las causas populares en sus distintas expresiones.
Lo hicieron
con Rosas en el siglo XIX. Con Yrigoyen
y Perón en el siglo XX.
Lo hicieron
en este siglo XXI con Néstor Kirchner y
ahora lo hacen con Cristina.
¿Y cuál es
ese argumento falaz?: instalar socialmente que todo lo que se identifica con
los liderazgos populares es puro relato
y ficción, mientras que lo que se
corresponde con los intereses de las clases dominantes constituye lo serio, lo
decente, lo creíble, lo verdadero.
No hay nada
de original ni creativo en la enunciación del “relato Kirchnerista”.
Antes fue el
“relato Rosista”, el “relato Yrigoyenista”, el “relato Peronista”.
Los
poderosos siempre fueron los dueños de los diccionarios, como decía Cooke.
El “boca a
boca”, el garabato en los muros, todo artefacto de comunicación es útil y
necesario para demostrar que las clases históricamente dominadas tienen voz
propia en este cambio de época.
Del hallazgo
de archivos de la dictadura importan mucho las listas negras de los artistas e
intelectuales, pero nada es más importante que las fojas que muestran y
demuestran la connivencia entre los civiles y uniformados del terrorismo de
estado en el caso Papel Prensa.
Allí habrá
que poner todas las miradas hasta desmontar ese viejo poder nacido en las
madrigueras de los genocidas, so pena de volver a recrear listas negras aún en
democracia.
Hay que
deconstruir la mentira desde la pedagogía nacional, popular y democrática al
mismo tiempo que se deconstruye el aparato de poder que genera las falacias del
poder dominante.
Quizá llegó
el momento de concentrar esfuerzos desde todos los sectores involucrados,
estatales y no estatales, para que se haga justicia de una buena vez con el
despojo brutal de Papel Prensa a la familia Graiver, despojo que posibilitó la
construcción del más grande aparato de propaganda y malformación cultural que
haya padecido el pueblo argentino a lo largo de su historia.
Si así se
comprobara, si los archivos demostraran el maridaje entre Videla, Magnetto,
Mitre y Herrera de Noble, si el testimonio de Lidia Papaleo es auxiliado con
semejante prueba del terror encontrada por la máxima jefatura de la Fuerza Aérea,
la verdad habrá cumplimentado su largo período de gestación.
Y nacerá
entre nosotros.
Estamos
hablando de un crimen de lesa humanidad de la que fueron víctimas todas las generaciones que
sobrevivieron y vivieron desde la dictadura hasta hoy.
Por eso es
importante ligar ambos hechos históricos de los que dimos cuenta al comienzo de
la nota. Y mucho más importante hacerlo ahora que la democracia cuenta con el
gobierno más fuerte y representativo de su historia.
Fíjese sino:
la Presidenta estuvo convaleciente durante más de un mes y el gobierno siguió
funcionando a pleno sin fisura alguna. No es un dato menor, es un dato
sustantivo que habla a las claras de la sociedad que hemos construido más allá
de nuestras legítimas diferencias como ciudadanos.
A la espera
de Cristina, la nave va.
Miradas al Sur, domingo 10 de noviembre de
2013
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