Su padre
fue uno de los fundadores del socialismo vasco.
Ella, Amaia
Egaña, de 53 años, también fue concejal por su partido en el País Vasco. Ahora
trabajaba en una empresa de ómnibus de su pueblo, Baracaldo, Vizcaya.
Con su
magro sueldo sostenía la olla familiar junto a su marido, José Manuel Asencio, también
ex concejal socialista vasco.
Desde hace
un año la crisis financiera le atenazaba el corazón con la amenaza de echarla
de su casa hipotecada.
Una entre las
miles de viviendas con que La Caixas, el mayor banco español en bancarrota,
había provocado la burbuja inmobiliaria que cuando explotó, hizo estallar a
España.
Amaia
sufría la vergüenza de ver publicada en Internet la propaganda del banco
ofreciendo su vivienda para la venta con un cartel que decía: “¿Te gusta?
Haznos tu propuesta. Llaves no disponibles temporalmente”.
Pero si aquí
vivía Amaia. Este era el hogar de la socialista, la militante, la luchadora.
Una mujer de pueblo. La madre, la esposa, la compañera Amaia, como la conocían
en Baracaldo.
Y esa
tenaza en el corazón la fue apretando más cuando el gobierno conservador y
neoliberal de Mariano Rajoy implementó a rajatabla la llamada “Orden del
desahucio”, que hoy es en España lo que fue en la Argentina de la crisis, el
desalojo violento de los campos en remate.
Hasta que
llegó la partida judicial con la resolución final.
Eran las
9,20 de la mañana del viernes 9 de noviembre.
Amaia,
atendió el portero eléctrico desde su departamento del cuarto piso, pulsó el
botón de entrada, los funcionarios agradecieron y pasaron, ella arrastró una
silla hasta el ventanal del living, lo abrió de par en par y se tiró al vacío.
La
resistencia había terminado para ella.
“La crisis causó
otra muerte”, dirá la prensa española.
Da
escalofrío recordar aquella tapa de Clarín cuando mataron a Kosteki y
Santillán.
La
dirigente socialista local, Laura Mintegi, exigió que el Parlamento Vasco
impida que se produzcan más desahucios en la comunidad autónoma y afirmó: “la muerte
de la compañera Amaia es una gravísima consecuencia de una política económica
que pone por encima los intereses de las entidades bancarias antes de los de
las personas”
Como dijo
Bernardo Kliksberg disertando en Madrid y citando a la revista de salud The
Lancet: “cada punto de aumento en la desocupación en medio de la crisis, genera
un punto de aumento en la tasa de suicidios”.
Las
autoridades reconocieron que la crisis provoca en España el 32% de los
suicidios y se convierte en su principal causa.
De ese
mismo infierno venimos los argentinos.
Los que
tenemos memoria lo recordamos muy bien.
Y se lo
recordaremos a los desmemoriados cada vez que salgan a batir sus
cacerolas.
El Argentino, lunes 12 de noviembre de 2012
1 comentario:
¡Compañera Amaia Egaña, Presente!
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