La
Presidenta inauguró la sede del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis,
entregó diplomas a la creatividad y brindó datos duros sobre el crecimiento
económico y educativo.
Es el fruto
del talento de los argentinos.
En otras costas
pasaba lo contrario: los diputados opositores juntaron firmas contra la posibilidad de que al oficialismo le
asalten las ganas de reformar la Constitución Nacional para crear la posibilidad que haya un nuevo mandato presidencial en caso
que Cristina acepte la posibilidad de
postularse para otro mandato.
Fuimos lo
más breves, claros y concisos posibles.
Pero ante
tanta confusión mental opositora no resulta nada fácil explicar lo
inexplicable.
O sea.
Para
justificar la movida opositora tendrían que darse al menos tres posibilidades.
¿No son muy
rebuscados? ¿O es que no tienen otra cosa más productiva y razonable que hacer?
¿No se les
cae una sola idea para poder construir una propuesta alternativa al actual
proyecto de país gobernante?
Es
entendible que les cueste ser creativos ante un gobierno que es una máquina de
elaborar iniciativas políticas todo el tiempo. Pero al menos, guarden algo de vergüenza. Esa oposición tiene una falla de origen: está
vencida.
Su fecha de
vencimiento fue diciembre de 2001. Y mientras no cambien de contenido político
ni de envase partidario, van a seguir así, como sombras errantes.
Es probable
que la movilización del 8N termine siendo la despedida final de esta oposición.
¿Sabe
porqué? Porque la única oposición posible al gobierno nacional, popular y
democrático es por derecha y más aún, por ultraderecha. De tal manera que los
políticos que quieran representar a los movilizados, tendrán que sincerarse de
una vez por todas. Mientras no lo hagan, serán apenas el eco vago del país que
incendió el neoliberalismo. Están en un serio problema.
No tienen
políticas, no tienen unidad y no tienen liderazgos.
Y el 8N no les
resuelve esa orfandad, por la simple razón que sus convocantes tienen otra
falla de origen: no creen en la política sino en Magnetto y en la vuelta a lo
peor del pasado.
Por eso se
alegran con el asalto de los fondos buitres a la Fragata Libertad.
Y vomitan
fuego contra las políticas sociales del gobierno.
Y cumplen
horas extras para odiar a destajo.
Todo eso
expresa bien Mauricio Macri. Pero no le da el piné para liderar una fuerza que
aspira a ser nacional.
Binner está
igual: balbucea el diccionario Clarín y dice que si el jefe policial acusado de
narco fue un preso político “lo dirá la justicia”.
¡Y después
se ofenden!
Derraparon
nuevamente a la banquina.
Estacionan
a la derecha, pero con la carrocería toda estropeada.
Paciencia.
Hay talento.
Hay futuro.
El Argentino, miércoles 7 de noviembre de 2012
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