Si la
opción de este tiempo es Democracia o Corporaciones, habrá que admitir que hoy
mueve sus piezas la corporación mediática.
Es que atrás
de toda convocatoria siempre hay un núcleo de poder convocante.
A veces,
nacional y popular.
Y a veces
reaccionario; como el de hoy.
La primera
víctima de este 8N fue el presunto espontaneísmo y la supuesta frescura de doña
Rosa batiendo el teflón contra el gobierno, según la versión Clarín.
Fueron
socios en la convocatoria: Mauricio Macri. Patricia Bullrich. Hugo Moyano.
Carrió. Pinedo. Fundaciones y ONG de ultraderecha varias.
Y Cecilia
Pando, la misma que avaló el robo de bebes en la dictadura y amenazó de muerte
al fallecido Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Duhalde.
Queda por
saber cómo se comportarán: ¿Pacífica o violentamente?
Ojo con el
diablo.
Desde esta
columna alentamos la participación ciudadana, siempre.
Pero cuando
está teñida del odio que ésta tiene, la democracia tiene el deber de encender
las alarmas que preservan la paz y la convivencia de los argentinos.
Es en ese
marco que reflexionamos.
Marchan con
un solo fin: castigar y condenar al gobierno elegido por el voto popular hace
apenas un año.
Castigar no
lo que de malo o erróneo pudieran acusar, sino por lo que de bueno tienen sus
políticas sociales, culturales y económicas.
Protestan
por que el gobierno privilegia el ahorro de los argentinos por sobre el saqueo
financiero que hoy azota al viejo mundo.
Protestan
contra la Asignación Universal por Hijo, contra el Matrimonio Igualitario,
contra el Fútbol para todos, contra el desendeudamiento, contra la política de
Derechos Humanos y el juicio a los genocidas.
Protestan
contra la política de unidad latinoamericana que construyó este MERCOSUR y esta
UNASUR.
Nos
conocemos todos.
Atrás quedó
el mito de las cacerolas de “la clase media disconforme”, apoyadas del reclamo inocentón,
sino cómplice, para que la Presidenta “escuche esas demandas”.
Esas
demandas fueron a las urnas y perdieron.
Y si esas demandas
de la derecha conservadora buscan ahora quien las represente, que no busquen
satisfacerlas con un gobierno que tiene otras convicciones y principios.
Pídanselo a
Macri, que se puso a la cabeza del 8N.
Eso sí, no vayan a quejarse después porque no trabaja ni sabe hacer nada
de nada.
El día
pasará y poco o nada nuevo quedará en el aire.
Serán miles
o millones, prometen sus convocantes.
¿Podrán
elegir después uno o varios candidatos que los representen a la hora de las
urnas?
¿Podrán
escribir después un programa político y afiliarse a un Partido del Odio o como
quieran llamarlo?
Si así
resulta, la democracia habrá ganado.
Y si no es
así, estemos preparados para defenderla.
El Argentino, jueves 8 de noviembre de 2012
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