El día
terminó como debía terminar: con una nueva victoria en la lucha por la
Soberanía nacional, popular y democrática.
La
Presidenta Cristina Fernández de Kirchner presidió el emotivo acto del Combate
de la Vuelta de Obligado y en sus palabras, la Argentina profunda se mostró en
su verdadera dimensión.
El apriete fracasó.
No hay
forma de disimularlo ni argumento capaz de negar la realidad.
Pero hay
que contarles las costillas a los violentos que impidieron que los trabajadores
se desplacen libremente a sus lugares de trabajo. No sólo para entenderlos,
sino para conocerlos mejor de los que se los conoce.
En el
interior del país “el paro” no existió.
Los cortes
de transito afectaron a la Capital Federal, allí donde más poder de daño tienen
los gremios opositores y los partidos de esa izquierda eternamente minoritaria.
Nos interesa
analizar el factor cualitativo que revela la decisión corporativa adoptada por
Moyano, Michelli, Buzzi y Barrionuevo.
La adhesión
de la Sociedad Rural a la extorsión no es un dato menor en un país donde la
oligarquía comandó golpes de estado, desabastecimientos y genocidios.
O estaban
confabulados de antes o vieron luz y entraron.
En
cualquier caso es gravísimo; porque muestra la calaña de una dirigencia capaz
de juntarse con el diablo con tal de asestar un zarpazo al gobierno nacional y
popular, así como desnuda su falta de
lealtad para con los trabajadores.
Todo fue
grupo de choque. Todo fue y es operación política. Todo es odio. Todo es intento
de destrucción de las conquistas construidas por el pueblo y su gobierno en
estos últimos años.
El
bastardeo que hicieron a la historia del piquete es indignante.
El piquete
nació en los ‘90 como la forma que eligieron los humildes para no caerse de la
ruta, de la vida, de la educación, del país, del trabajo.
Una medida de
sobrevivencia, casi.
¿Y de qué
tienen temor a caerse estos dirigentes?
¿De los 5
millones de nuevos empleos? ¿Del millón de viviendas populares construidas? ¿De
las 1.300 escuelas nuevas? ¿De la UNASUR y el MERCOSUR? ¿Del 6,7 % de
presupuesto educativo? ¿Del mejor salario mínimo de América Latina? ¿Del juicio
a los genocidas?
No hay
excusa que justifique la medida.
La única coartada
que tienen es la misma que tuvieron los violentos del 8N y que se reflejan en
las tapas y editoriales de Clarín y La Nación y en la abierta confesión de sus
capos mayores, Magneto y Mitre.
Buscan
golpear al proyecto de país inclusivo para darse tiempo en agrupar filas del
centro a la derecha.
Se viene el
7D y están nerviosos.
Fue otra
batalla por la soberanía popular.
De un lado,
las corporaciones. Del otro, la democracia.
Celebremos:
ganó la democracia.
El Argentino, miércoles 21 de noviembre de 2012
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