domingo, 25 de noviembre de 2012

No habrá mas deudas ni olvidos




Argentina está frente al espejo de su propia historia.

Libres o esclavos. Unidos o dominados. Democracia o corporaciones. Patria o colonia.
Cualquiera de estas disyuntivas refleja y expresa la encrucijada de la etapa que protagonizamos.
Hay que llamar a las cosas por su nombre para evitar y conjurar el peligro de perdernos en cualquier bruma.
Y ésas son, gusten o no, las coordenadas que se disputan los vientos de la historia.
Todos los actores políticos han mostrado sus cartas en los días que corren. Todos saben que estamos definiendo la Argentina de este siglo.
Que lo reconozcan o no públicamente, es apenas un artilugio de las pobres almas.
El caso Clarín es revelador.
Como si Magnetto hubiese decidido jugar todas sus fichas en el último tablero que le queda y al hacerlo, obliga al arco opositor a definirse ahora o nunca.
Como si los opositores asumieran como propia la suerte del viejo ordenador de la política argentina.
Síndrome de Estocolmo, se llama.
¿O Síndrome de Magnetto?
La estrategia que desarrollan consiste en saturar la pantalla nuevamente con la cantilena de un "cambio de clima", con el presunto "hastío" de una parte de la sociedad para con el Gobierno.
Ningún distraído de buena voluntad puede comerse el amague.
Al no tener argumentos más o menos serios para discutirle al oficialismo, niegan de cuajo la realidad.
El senador radical Ernesto Sanz, por ejemplo, se explayó hace poco sobre el curso económico del país y aseguró que el Gobierno vivía una ficción económica y social. Desde esta mirada no hay discusión posible porque, según estos opositores, no hay crecimiento, no hay desarrollo, no hay ningún avance con el proyecto nacional y popular que gobierna el país. Hermes Binner hizo otro tanto desde la pantalla de TN. Ni hablar de Macri. Se alinearon, como también lo hizo Moyano, obscenamente con el Grupo Clarín.
Usted se podrá preguntar: ¿y qué hay de nuevo en esto?
La coyuntura es lo nuevo. Porque somete a prueba a todos. Tensiona la línea del horizonte y empuja a mostrarse tal cual somos y queremos ser. Como nación, como pueblo y como personas.
Y lo nuevo, entonces, es que el modelo de país, la horma de su zapato, el talle de su camisa y de su falda, ya han cambiado.
El cambio será definitivo si así nos proponemos como sociedad.
Asistimos a la fase final del modelo anterior y sus remanentes. Por eso ruedan por el aire los filosos dardos que arroja el neoliberalismo en su retirada.
Cambió la matriz del sistema económico. Y esa noticia hace mucho ruido. ¿Por qué?
Porque ese cambio tiene ganadores y tiene perdedores, o para ser más justos, tiene beneficiarios sociales, por un lado y ya no tiene minorías saqueadoras privilegiadas, por el otro.
La dinámica del proceso político viene acelerada, precisamente, porque a la resistencia final de los dueños del poder de aquel viejo país, se le opone una profundización y aceleramiento de las medidas adoptadas por el proyecto político que lidera Cristina Fernández de Kirchner.
Es decir, no se produce un estado de equilibrio inestable como pretendían los que mueven los hilos del costado opositor.
A cada arremetida de esa derecha y de esos intereses le corresponde un distanciamiento mayor de un eventual punto de encuentro entre las fuerzas dispares.
Si esto es así, poco o nada bueno habría que esperar de los opositores alineados con el estado mayor del Grupo Clarín. Por el contrario, en la desesperación no sólo seguirán negando la realidad que viven y experimentan los 40 millones de argentinos, sino que no dudarán, incluso, en abrazar al juez Griesa y a los fondos buitres con tal de golpear sobre las posiciones del gobierno nacional.
El kirchnerismo logró lo que parecía un imposible histórico: hacernos volver, como pueblo, al mismo punto de satisfacción inclusiva que experimentó el país con el primer peronismo.
Las diferencias con aquella etapa son muchas. La principal, quizás, es que ahora sabemos que la batalla es cultural y que, por lo tanto, la garantía de la paz social recae sobre las espaldas del movimiento popular.
O sea, por más que insistan, nadie pisará el palito de ninguna provocación.
Esa madriguera furiosa e intolerante, que se mostró al desnudo en los cacerolazos y en los cortes violentos de su rama sindical, intenta, una y otra vez, provocar un escenario de choque para sacarnos, como proyecto de país inclusivo, del verdadero ring donde transcurre la puja mayor. Ese ring es el mundo. Así nomás. Y es un mundo que sigue cayendo al precipicio. No porque no sepan los dirigentes de la vieja Europa cuál es la salida, sino porque los intereses que representan, lucran impúdica e inhumanamente con la crisis financiera. Cuando se reproduzcan varios Lulas o Kirchner en Europa, la salida estará a la vista de todos. Ojala que Grecia abra ese camino antes de que sea demasiado tarde. Nos permitimos sugerir el estudio, más que la lectura de corrido, de la brillante exposición que realizaran el viernes pasado el ministro de Planificación Julio De Vido junto al viceministro de economía, Axel Kicillof. Si ensamblamos esa disertación con el acto presidido por Cristina en Mar del Plata, tendremos una radiografía exacta de la Argentina de hoy. Si se duplica la demanda de consumo eléctrico, se triplica la industria de la construcción y la metalmecánica y se cuadriplica el turismo, es porque hay un país que se mueve y crece.
El latido de ese corazón colectivo es el chango del violín de la película de Néstor emocionándonos a todos.
Volvamos al principio. Este crecimiento inclusivo se logró con el desendeudamiento soberano iniciado por Kirchner y profundizado por Cristina con la recuperación del ahorro nacional, de YPF, de Aerolíneas y la reparación de derechos sociales varios. Ahí está la cuestión: ni Griesa ni el monopolio Clarín quieren que el caso argentino construya doctrina a nivel global.
A eso apuntan los poderosos: a mostrarle un escarmiento a cualquier pueblo del mundo que se anime a lo mismo. Tarde piaron.
Este país ya no depende de ellos, sino de su pueblo y de su Presidenta.

Miradas al sur, domingo 25 de noviembre de 2012


1 comentario:

Anónimo dijo...

Perón lo profetizó hace muchos años: "El año 2000 nos encontrará unidos o dominados." Si bien nos encontró "dominados", en medio de un gran incendio, el cambio de paradigmas y de conducción a lo largo de la última década ha dejado perfectamente claro de dónde venimos y cómo hemos salido de la trampera.
Quien quiera oir, que oiga.
Nunca fue más cierto que, de ahora en adelante, todo depende de NOSOTROS y de nuestra PRESIDENTA.

Faltan 11 días para el 7 de diciembre.

Saludos
Tilo, 71 años