domingo, 12 de septiembre de 2010

Kirchner hizo tronar el escarmiento


Néstor Kirchner hizo tronar el escarmiento, interpelando a propios y extraños.
Fue en el cierre del Seminario de Políticas Públicas convocado en un amplio salón de La Boca.
El reduccionismo chabacano del Grupo Clarín se dedicó a bastardear, como es su costumbre, el profundo discurso del ex presidente.
Ya es parte del paisaje la confrontación de quienes buscan profundizar la democracia y quienes ven en esa profundización, un peligro de extinción de su propia especie.
Kirchner cumple con su rol de legítimo conductor del movimiento popular más representativo y esboza el trazo grueso de las coordenadas a recorrer.
Se podrá coincidir o no con él, pero lo que resulta escandaloso es el empeño de los grandes medios y sus secuaces partidarios por disimular el núcleo central del mensaje: la lucha por la verdad, su obstinación política por desnudar esa verdad ante los ojos de la sociedad; una verdad que debe expresarse allí donde transite la vida; una verdad que supere cualitativamente la subordinación y el miedo de los legisladores del “Grupo A” a las corporaciones.
Los viejos dueños del poder utilizaron a lo largo de la historia y lo siguen haciendo, los instrumentos de comunicación a su alcance para imponer una velada forma de “verdad absoluta”, que es una gran mentira, que oculta, que deforma la realidad, que construye mediáticamente una realidad virtual para el consumo de unos muchos y la satisfacción lucrativa de unos pocos.
Si Kirchner pone alma y vida en defender la verdad, es porque sabe que los pueblos no tienen nada que ocultar, que por el contrario, la verdad es su mayor y mejor fuente de legitimidad en el ejercicio del gobierno.
Además, si así fue en el llano ¿porqué no habría de serlo cuando se gobierna?
El domingo pasado advertíamos que el poder monopólico trataría de “politizar” las causas judiciales que hoy se libran en los Tribunales que juzgan los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico-militar.
Advertíamos que no habría que ser funcional a esas trampas que sólo pretenden ocultar su propia vinculación con esos crímenes.
Los que están sentados en el banquillo de los acusados son ellos, no los sobrevivientes ni las víctimas ni la memoria de los muertos y desaparecidos.
En su impotencia, algunos programas del monopolio parecen interrogatorios policiales antes que reportajes periodísticos.
Pues bien, o se los vacía de voces representativas o se impone el libreto de la democracia, pero es inadmisible aceptar pasivamente el discurso monocorde que busca escarbar con el escalpelo autoritario en el cuerpo herido de la memoria
Es momento de seguir avanzando en la profundización de la democracia.
Son los impunes quienes están a la defensiva.
Una defensiva desordenada, fragmentada, desorganizada, caótica.
El único ordenador de facto con el que cuentan los opositores, es el Grupo Clarín dirigido por Magnetto.
Como ordenador exógeno al ejercicio político, sirve para organizar operaciones de obstrucción contra el gobierno nacional, pero no les sirve para planificar y construir políticamente una alternativa de gobierno. Tampoco sirve para encubrir el derrumbe trágico causado por el desgobierno de Mauricio Macri. O disimular las rencillas habituales del arco opositor en su variada oferta de saldos y retazos.
Por otra parte, ante este rompecabezas opositor imposible de ordenar, los mismos medios que son mandantes del “Grupo A”, procuran inducir a que la sociedad crea que “este gobierno no es tan bueno, lo que ocurre es que la oposición está desorganizada”, adoctrinan.
Los que ayer le cortaron las manos, hoy se valen de Perón para difamar al gobierno popular.
Procuran esmerilar al gobierno y al mismo tiempo, meter presión a los opositores que les responden, para que en la próxima cena con Magnetto lleven algo más presentable.
Desde las fuerzas afines al gobierno, nadie cree este falso axioma.
Por el contrario, al ser falso, o al menos incompleto, saben que hay que desmontarlo pieza por pieza.
El ejercicio de análisis al que permanentemente hay que recurrir es el que contempla la totalidad y la complejidad de los factores en pugna en la realidad.
Así llegaríamos a la conclusión que, si fuese cierto que “al gobierno le va bien porque enfrente hay una oposición caótica”, no es menos cierto que si hay una oposición caótica y sin alternativa programática viable, es porque enfrente hay un buen gobierno, serio, eficiente en la gestión y profundo en su proyecto político.
“Quieren hablar con el corazón, hablemos. Quieren hacerlo con el bolsillo, también hablemos” es el mensaje sustantivo y desafiante del gobierno.
Estamos librando como sociedad democrática, la batalla cultural del Siglo XXI; de su resultado dependerán los próximos cien años de historia. Esta es la hondura del proceso de cambio que inició Néstor Kirchner en el 2003 y continúa la Presidenta Cristina Fernández.
Son ciertos los profundos cambios sociales y económicos que genera el modelo de país; los 50 mil millones de dólares que Argentina hoy tiene en sus reservas para enfrentar cualquier cataclismo global; son ciertos los derechos sociales que se conquistaron, la extensión de los juicios contra el terrorismo de estado, las paritarias, los cinco millones de empleos recuperados; etc.
Pero no sirve dormirse en los laureles del “nosotros hacemos” para quedarse luego a esperar que se cumpla mágicamente la sentencia expresada por Kirchner: “que florezcan mil flores”.
Se trata de salir al ruedo donde se dirimen las ideas, los valores, los principios, las diferentes miradas sobre la historia de los argentinos, sobre el rol histórico y decisivo de la unidad latinoamericana o el genocidio de la dictadura.
Crear cultura y, desde allí, abordar las utopías que el proyecto nacional y popular del gobierno de Cristina sostiene.
La lucha por la verdad es el trofeo mayor en toda batalla cultural.

De eso habló Néstor Kirchner.

Y es de eso que hay que seguir hablando.


Miradas al Sur, 12 de septiembre de 2010

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