domingo, 5 de septiembre de 2010

El pudor del torturado


Osvaldo Papaleo acostumbra a acompañar y sostener a su hermana Lidia en cada estación de su calvario.
La historia que ambos protagonizan es conocida en estos días con el genérico nombre de “el caso Papel Prensa”.
Vayan pasando señores, ubíquense en el lugar que mejor los represente, pero eso sí: escuchen, lean y participen. La moral no tiene tribunales pero juzga desde la conciencia colectiva y la memoria popular.
Pongamos el contexto, para entendernos mejor.
Este proyecto gobernante irrumpe en la historia no con votos, apenas el 22 % para Néstor Kirchner, sino con una inquebrantable voluntad de cambio. Este dato es el que habrá que tener en cuenta cada vez que se pretenda abordar un análisis panorámico de la realidad. La voluntad.
Con ella se descolgaron los cuadros de los genocidas y el país se liberó de las garras del FMI.
Con la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, la democracia se profundizó aceleradamente; el puntapié inicial fue la derrotada Resolución 125 que segmentaba retenciones y generaba políticas diferenciales para los pequeños y medianos productores
Esa experiencia debiera servir a todos los sectores nacionales para advertir, una vez más, que cuando el pueblo se muestra unido a un gobierno que defiende sus intereses, puede ser invencible. Pero si cae en el anzuelo que le tienden los dueños del viejo poder, agarrate Catalina por que sólo vendrán dolores.
Esa ofensiva fue encabezada por el Grupo Clarín y la Sociedad Rural. Pero más de un dirigente y legislador de la progresía les prestó el quórum cuando fue necesario hacerlo.
El resultado electoral de junio de 2009 fue interpretado luego como el mazazo final de los opositores contra el proyecto nacional y popular que nos gobierna desde el 25 de Mayo de 2003.
Sin embargo, la voluntad de profundizar la democracia siguió en pie.
Usted ya sabe, Asignación Universal por Hijo, Fútbol para todos, recuperación estatal de la administración de las jubilaciones y eliminación del negociado de las ex AFJP, etc.
Pero de todos esos cambios progresivos y progresistas, fue la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual el punto de inflexión en la historia.
La rebeldía popular cometía el desatino de identificar al verdadero dueño del monopolio mediático, escondido siempre atrás de las cortinas del poder, cercarlo con la democracia y procurar ajustarlo a derecho. En ese tramo estamos.
¿Qué hace en tanto el monopolio? Se vale de sus legisladores y serviles para defender sus privilegios, resiste en el Congreso y ataca a las víctimas del terrorismo de estado, sin tanques, pero con la misma campaña sistemática que tuvo la dictadura para horadar la moral del pueblo.
Y acá volvemos a Osvaldo Papaleo. Acusado por la derecha de haber sido parte de la derecha, vaya paradoja, buscaron desacreditarlo públicamente para que su voz y la de su hermana no tengan demasiado peso a la hora del juicio final. Un objetivo frustrado.
Le mordieron los talones igual que lo hicieron los verdugos del campo de concentración clandestino “Puesto Vasco”. Busque usted la carta que le escribió Papaleo a Alejandro Borensztein, uno de sus detractores en Clarín. No tiene desperdicios, tiene vergüenza, tiene dignidad, tiene dolores viejos sobre su cuerpo que él acostumbró a disimular porque el daño que sí quiere reparar es el que le hicieron a su hermana Lidia.
Y otra paradoja, en el mismísimo programa de Mariano Grondona, un periodista le estampó en el rostro a Elisa Carrió que “Papaleo nada tuvo que ver con López Rega; asumió en 1975 cuando aquel ya no estaba”
Nos permitimos reproducir el final de la carta: “Me olvidaba hijo de Tato, nos vamos a ver en Tribunales. Quiero ver como se ha convertido en un miserable adulto, el ahijado del cubano de los prostíbulos que la Revolución Cubana expulsó. Usted junto a su jefe Magnetto no están a la izquierda ni a la derecha de nadie, están en el horno”
Ojalá los opositores que aún resguardan su honorabilidad, escapen a tiempo de ese horno.
En defensa de la democracia. O en defensa propia, al menos.




El Argentino, 3 de septiembre de 2010

No hay comentarios: