Todo está a
cielo abierto. Pase, vea y saque sus conclusiones.
La “fortaleza”
del FAP que encabezaba Hermes Binner, se redujo a cenizas después que uno de
sus socios, el presidente de la UCR, Mario Barletta, le disparara a Dante
Caputo, devenido en afiliado a la progresía nativa, un cachafaz y soez
“conchudo” que impactó de lleno sobre la línea de flotación del rejunte
progresista.
Es tanta la
impotencia acumulada que no les basta con agredir al oficialismo.
Ahora se
agreden entre ellos.
Atrás
quedaron los discursos de que eran “lo nuevo” en la política argentina, “una opción entre el relato kirchnerista y la
derecha de Macri” y que patatín y patatán.
Bastó que un
socio le dijera a uno de ellos: “conchudo”, para que se desmoronaran como un
castillo de naipes.
Vaya con
las convicciones.
¿Se los
imagina gobernando nuevamente?
¿Se los
imagina repartiendo cargos en los ministerios como si fueran caramelos para
calmar a las fieras de la propia interna aunque no sepan nada del arte de
gobernar para el pueblo?
¿Se los
imagina gestionando y que Magnetto los amenazara con una tapa adversa de Clarín
y un vocablo explosivo de mayor poder de daño que la palabra “conchudo”?
Ahora sí
que se terminó el ciclo de la progresía reaccionaria y antipopular.
Las fugaces
mieses del 2009 ya no volverán.
El “grupo
A” es una pieza de museo de aquellos raros instrumentos que nunca fueron usados.
Hoy reeditan esta Alianza minusválida en el cuarto de un hotel porteño que,
para colmo, se llama “Uno”. Como el tango de Discepolín.
El
“alika-alikate” del herrumbrado de Narváez ya no es la frutilla simpaticona de
la guerra destituyente de la patronal rural contra el gobierno popular.
El asunto
es más complejo.
Porque en
verdad, la oposición quedó anclada en el país del pasado. Siguen aferrados a lo
viejo. Sus categorías políticas, su pensamiento anacrónico, pero por sobre
todo, su dependencia al Grupo Clarín, hace que no puedan crecer por sus propios
medios.
La
trayectoria de la derecha está a la vista. En el apuro electoral puede ser que
se junten. De coherencia y proyectos, ni mu.
El PRO de
Mauricio Macri no pudo construir una opción que, por fuerte y consolidada, se
oferte como ordenador de ese espacio ante, por ejemplo, la resaca del pejotismo
caudillesco que alguna que otra presencia y arraigo guardaba en provincias y
municipios. Terminaron por presentar a un cómico santafesino, a un referí de fútbol
cordobés y a un patrón rural entrerriano como las nuevas estrellas de ese firmamento.
Lamentable. Y doblemente lamentable para quien enchastra las paredes
proponiéndose candidato a presidente en el 2015.
¿Cuál es la
propuesta del PRO en esta coyuntura? ¿Contarnos un chiste para hacernos reír,
dirigir un partido en el club del barrio, enseñarnos cómo se esconde la soja en
un silo-bolsa?
¿Y el
cordobesismo de De la Sota dónde está?
“Silencio
estampa”, diría el Coco Basile.
Tampoco hay
espacio ni oxígeno para suponer que una “esperanza blanca” desgarre las
entrañas del kirchnerismo, para partirlo primero y darle batalla después.
¿De dónde
salieron las luminarias que suponen que la teoría del péndulo sigue viva en el
peronismo? No entendieron nada si lo creyeron así.
Hay un
proyecto estratégico de país, hay un solo liderazgo nacional y popular y hay un
tiempo histórico en la Argentina y en toda la región que explica que las cosas
sean así y que sigan así por mucho tiempo. No hay herencia ni descendencia por
derecha.
Porque no
hay contexto ni ganas de que sea así.
El
estallido del FAP y la incapacidad del macrismo como opción triunfal de la
derecha es el final del ciclo opositor iniciado en el 2009.
Tendrán que
barajar y dar de nuevo.
En tanto el
oficialismo, como algunas farmacias, atiende las 24 horas. No baja los brazos
ni se duerme en los laureles. No hace uso de la siesta prolongada que bien,
podría decirse, se la tiene ganada. No duermen nunca y si lo hacen, tienen
siempre un ojo abierto. Por si las moscas.
Y enfrentar
a un proyecto político que gobierna desde hace diez años sin perder la frescura
ni la iniciativa, te la regalo.
Sólo cabe
una tarea: hacer que las próximas elecciones primarias de agosto y las
legislativas de octubre, sean una pueblada electoral que exprese la pueblada
que hoy se ve en cada pueblo donde está Unidos y Organizados pintando una
escuela o arreglando las calles de los
barrios más humildes.
Si esa
muchachada de La Cámpora, por ejemplo, con toda su energía multiplicadora,
logra trocar ese impulso en voto popular, entonces, los días más felices son
los que están por venir.
Todo indica
que un nuevo ciclo histórico ha comenzado, signado por la horma del zapato que
encontró finalmente el país. Ya era hora.
Si esta
pulsión se diera, si esta sinapsis política y cultural encendiera todas
nuestras luces, no habría que descartar que el kirchnerismo se imponga aún en
los distritos donde tiene poco. Córdoba, por ejemplo.
Esto corre a
cuenta y riesgo del autor de esta nota.
Es preciso
que esta pueblada, a veces bullanguera como el 25 de Mayo pasado y a veces
silenciosa, como la de los pibes que militan en los barrios cotidianamente, se transforme
en pueblada electoral organizada.
Sería una
forma de redignificar la política como una verdadera marea popular.
Pero supongamos
que aun así se empate, dios nos libre y nos guarde; en el peor de los casos
quedará un reservorio de memoria popular bajo su propio alero atento a superar las tempestades que vengan.
Que se
anime la derecha a derogar los derechos conquistados por el pueblo y su
gobierno en estos diez años; que se anime a derogar la Asignación Universal por
Hijo y el Fútbol para todos; que se anime a reflotar el ALCA.
Si lo
hacen, deberán saber desde ahora, que habrá un pueblo en las calles y las
plazas que le pertenecen, como le pertenecen todos los derechos conquistados
desde Néstor a Cristina.
Todo está a
cielo abierto.
Habrá que
seguir trabajando para que la democracia crezca sin estar amenazada por ninguno
de esos nubarrones que anuncian tempestades.
Miradas al Sur, domingo 9 de junio de 2013
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