Entramos en una nueva
fase del proceso de cambio político cultural que se viene operando en la
sociedad argentina en los últimos años.
La respuesta
conceptual y gestual de Cristina al fallo corporativo de la Corte Suprema,
desde Córdoba primero y desde Rosario después, es la continuidad por otros
medios de la conducta que tuvo Néstor Kirchner cuando a horas de la derrota
electoral en el 2009 acuño la frase: “el mensaje de las urnas es que el pueblo
nos pide que profundicemos el proyecto nacional y popular”.
Así, en la adversidad,
nació el Kirchnerismo como nueva identidad de mayorías.
Ahora ocurre algo
semejante y esa identidad se refuerza.
Ante las trabas que
pone el viejo sistema de dominación, el kirchnerismo demuestra que redobla la apuesta.
Y todo se conmueve
sobre el escenario.
Salimos de una semana donde
mientras algunos se tiraban de los pelos
por un lugar en las listas, o por saber si juega o no juega un fulano de tal, Cristina
se batió con cuerpo y alma contra los intereses del antiguo país de los
privilegios.
La historia anotó en
su libretita las grietas abiertas en ese viejo país.
Anótelas y saque sus
propias conclusiones.
Por primera vez los
capos de la Mesa de enlace de la patronal rural, los mimados de Clarín y La
Nación, los que más ganaron con la soja, el trigo, las vacas y la leche de la
vaca, los continuadores de la vieja oligarquía, fueron echados del Mercado de
Hacienda de Liniers por los trabajadores que allí ejercen su faena diaria. Los
echaron, lisa y llanamente, a patrones como Eduardo Buzzi, de la Federación
Agraria, Luis Echeverri de la Sociedad Rural y Pedro Apaolaza de las
Confederaciones Rurales.
Anote: una grieta ahí.
Por primera vez
desertaron jóvenes militantes de una fuerza que supo ser de centro izquierda
liderada por el cineasta Pino Solanas. Lo acusan de pasarse con butaca y
filmadora a las filas del centro derecha.
Anote: otra grieta
allí.
Por primera vez los
trabajadores del Grupo Clarín emprendieron una lucha tan prolongada, reivindicativa y frontal, contra
la patronal de Magnetto.
Anote: no es una
grieta más.
Por primera vez la jerarquía
de la corporación judicial, Corte Suprema incluida, es cuestionada hasta el
caracú por un sin fin de jueces, fiscales, defensores y otros magistrados que
conforman el colectivo bautizado Justicia Legítima.
Anote: esa sí que es
una grieta grande.
Por primera vez la
derecha dura del país, la que encarna Macri, De Narváez y el peronismo conservador,
no pudo amalgamar una lista común de candidatos para competir en las próximas
elecciones.
Anote: es la grieta de
los egos.
Podríamos seguir enunciando
las grietas abiertas en el sistema dominante en este último tiempo.
Pero hay una grieta
mayor, la que las contiene a todas y esa es la grieta abierta entre el sentido
común de la sociedad y el sentido común impuesto desde las clases dominantes. Dicho
de una manera más categórica, es la grieta abierta entre la cultura política y
los dueños del poder económico mediático. O sea. Nos independizamos de los
dueños del poder corporativo. Somos libres. Pensamos por nosotros mismos.
En este marco habrá
que ubicar el reciente fallo de la Corte Suprema negando al pueblo argentino el
derecho a votar al órgano político de la justicia, el Consejo de la
Magistratura.
Ante las grietas
abiertas en los factores del poder dominante y ante el avance inexorable del
proyecto de país democratizador, la justicia reafirma su campo de acción y actúa
como principal trinchera conservadora resistiendo el cambio que lidera
Cristina.
Todos actúan a cara
descubierta. No hay más lugar para las escondidas. Son dos proyectos antagónicos
en un país en plena combustión democrática y participativa.
En la antigüedad,
mucho antes de Kirchner, el eufemismo utilizado para dar golpes de estado
cívicos militares era el tan mentado “vacío de poder”. Dicho cartelito era
colgado en la solapa de cada uno de los gobiernos constitucionales que iban a
deponer por las armas. Eventualmente argüían el también mentado “conflicto de
poderes”. Lo hacían cuando el Ejecutivo decía una cosa y el Legislativo otra y
el Judicial otra distinta. Entonces pegaban un puñetazo sobre la mesa del poder
y decían “se acabó”. Y a otra cosa mariposa.
Nótese el cambio
sustancial con esta democracia plena donde cualquiera dice lo que les venga en
ganas y actúa facciosa y corporativamente como lo hacen los bolsones de
injusticia que dominan la escena en los letrados judiciales.
Por eso aquel meneado “conflicto
de poderes” que era presentado cual drama republicano, hoy se demuestra farsa.
Hoy el conflicto se
manifiesta por donde debe hacerlo: entre el poder político basado en la genuina
voluntad popular y el poder fáctico de las corporaciones mediáticas, judiciales
y económicas.
No es de menor cuantía
y calidad el arsenal con que cuenta la democracia para esta batalla.
Hay un pueblo
movilizado con centro de gravedad en la nueva generación de jóvenes que han
retomado las banderas del cambio transformador. Esa base cuenta con un
liderazgo claro y decidido a dar pelea en nombre de las causas justas: la
Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Y hay un movimiento
kirchnerista organizado, políticamente unificado y culturalmente diverso, que
encarna en cada movilización una mística tan fuerte que desafía incluso la
posibilidad de cualquier traspié posible en el largo derrotero que viene
recorriendo.
O sea. No es un
amontonamiento motivado por el éxito fácil. Es un agrupamiento de voluntades
que se reconoce en las mejores tradiciones de lucha de este pueblo que somos.
A este proyecto le
corresponde una lista electoral que lo exprese en las urnas. Así de simple.
Como se verá, la dialéctica
es implacable.
A la fragmentación
opositora y a la ausencia vergonzosa de un proyecto opositor en serio, le
corresponde la unidad de las fuerzas que gobiernan y la consolidación del
proyecto de país que lidera Cristina.
Mirar para cuidar, es
la consigna.
Ahora ya sabemos que
no es para cuidar sólo el bolsillo.
Miradas al Sur, domingo 23 de junio de 2013
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