Arranquemos
con una afirmación a pruebas de conducta democrática:
Las
elecciones se ganan en las urnas.
Poco, nada
o mucho valdrán las predicciones que hagamos de ahora en más.
Hay que
reventar las urnas en agosto y en octubre con votos nacionales y populares,
para que todos sepan que los argentinos, o al menos una mayoría de ellos, se
muestran decididos a defender con uñas y dientes cada una de las conquistas
logradas desde el 2003 hasta el presente. Desde Néstor a Cristina.
Esa será la
única verdad.
Dicho esto,
hay que agregar no obstante, que en este cierre de listas hay ganadores y
perdedores.
Veámoslo
juntos en este breve cuestionario.
¿El
peronismo kirchnerista logró unificar listas en todas las provincias que
responden al liderazgo y conducción de Cristina?
Si y
solamente sí.
¿El
kirchnerismo se fragmentó por su lado esencial, ese que posibilitó los cambios
y las transformaciones de esta década ganada?
No y
solamente no.
¿El
kirchnerismo sufrió el alzamiento interno de sus huestes y presentó aquí y allá
dos, tres, veinte listas enfrentadas entre sí?
No,
definitivamente no.
Ahora veamos
qué pasó con la oposición.
¿Pudieron
unificar a todos los opositores al kirchnerismo en una sola lista como
pretendía el Grupo Clarín desde un primer momento?
No, definitivamente no.
No, definitivamente no.
¿Pero la
derecha, al menos, logró unificarse atrás del favorito candidato presidencial
para el 2015, el hasta hoy líder del PRO, Mauricio Macri?
No, nada
que ver.
¿Pero De Narváez,
Scioli, Massa, Macri y Lavagna fueron juntos en las listas como anunciaban
antes en Clarín?
No, no y
no.
Cada uno
fue por su lado y para peor de males, Lavagna no se presentó y Scioli reafirmó
su pertenencia al Frente para la Victoria.
Todo mal hasta
aquí.
Como estas
respuestas expresan la más cruda realidad de lo ocurrido, habrá que concluir
que así como el kirchnerismo se desprendió del lastre que arrastraba por
derecha, esa derecha no pudo cohesionar sus fuerzas y concurrirá, por lo tanto,
dividida a las elecciones primarias de agosto.
De la Sota
por un lado, De Narváez por otro, Macri quién sabe dónde.
Con el
progresismo placebo pasa otro tanto.
Todos
contra todos.
Con esta
radiografía no hay otra conclusión que afirmar que las complicaciones que
provoca la inscripción de Sergio Massa corren a cuenta de la derecha que él
expresa. Divide el espacio conservador y no impacta sobre el oficialismo. Por
el contrario: Massa junta lo más viejo y corrupto de la política de los años
noventa y abandona lastimosamente el espacio transformador del kirchnerismo.
Cambió a
Cristina por el condenado Menem y el disperso duhaldismo.
Masita. Tan
“joven” para TN. Tan viejo para la política.
El Argentino, lunes 24 de junio de 2013
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