El abrazo
de ayer entre Cristina y Dilma resume como pocos el evento mayor de nuestra
historia continental: la unidad, la solidaridad y la organización de la Patria
Grande.
Por ahí
pasa la estrategia en esta etapa. Vamos bien así.
Pero ojo: la
batalla política-cultural está en pleno desarrollo a escala planetaria.
América
Latina profundiza las conquistas sociales de este siglo XXI y Europa sigue
hundida en el barro neoliberal del pasado siglo XX.
Pobre España.
Mientras
tanto el Bloque kirchnerista en Diputados logró finalmente una clara victoria aprobando
los proyectos de ley remitidos por el Poder Ejecutivo para la democratización
de la justicia.
¿Y qué hizo
el grueso de la oposición?
Con la
ayuda del Grupo Clarín y medios asociados, ensució su derrota y de manera
indigna para un buen demócrata, simuló un escándalo y se fue del recinto cuando
febo asomaba atrás de las cortinas.
Como un
equipo tramposo se fueron de la cancha reclamando un penal que no existió.
Así no se
juega. Porque a la falta de credibilidad que ya vienen arrastrando, habrá que
sumar en adelante la siguiente presunción:
Cada vez
que pierdan una votación legislativa o las elecciones generales; o que no
encuentren la puerta de salida ni enciendan una luz que les ilumine una
propuesta superadora, actuarán de igual modo, haciendo aparecer una derrota propia
como un accidente, como un escándalo, como una emboscada, como si un rayo
kirchnerista cayera a plena luz del nuevo día.
¿O no es esto
acaso lo que sucedió en el amanecer de ayer en la larga sesión de Diputados?
No habría
que soslayar un dato no menor: el fracaso estrepitoso de la oposición mediática
que bregó para montar una carpa, ganar la calle y quedarse el tiempo necesario
para derrotar al gobierno de Cristina.
Ni todos
juntos llegaron a completar una cuadra frente al Congreso.
¿Por qué
pasa todo esto? Quizá porque el principio de realidad, violado permanentemente por
los exabruptos de la dirigencia opositora y el extremo derecho de los
caceroleros, desbordó la paciencia de los más cuerdos.
Llamaron
“dictadura” a un gobierno de la democracia, como gritó el diputado opositor
Ulises Forte en la sesión.
Terminaron
ellos pareciendo fascistas.
Los
radicales se superan sólo entre ellos.
Al deseo
sincerado por Sanz para que se derrumbe la economía argentina, le siguió el
discurso de Aguad ofendiendo a los millones de ciudadanos que se identifican
con Cristina.
En las
antípodas está el mensaje del diputado Horacio Pietragalla.
“Caradura”
le gritó a Forte, “vos no sufriste la dictadura; a mi me desaparecieron a mis
viejos y me robaron 20 años de mi vida”.
La
democracia está asegurada. La dignidad también.
El Argentino, viernes 26 de abril de 2013
1 comentario:
Jorge, muy bueno tu comentario, pero me preocupa con lo que estan amenazando ahora: con presentar cautelares y judicializar al maximo, para impedir la ley. Como lo mismo que hacen hace tres años con la ley de Medios.
Nelson
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