jueves, 18 de abril de 2013

El rigor del destino





La Presidenta hablaba en la Casa Rosada anunciando obras para Tucumán y otros municipios del país federal.    
De pronto se acordó de una película donde trabajó ese gran actor que fue Carlos Carella y que la dirigió Gerardo Vallejo, un director comprometido con su tiempo.
Y no sé por qué, o quizá sí, me pareció interesante en este día convocar a la memoria aquella Argentina dolida que retrató Vallejo.
La dictadura arrasó Tucumán como al resto del país y un poco más aún.
Los genocidas Bussi y Menéndez perfeccionaron la maldad impuesta por la dictadura de Onganía, que fue antesala del terrorismo de Estado impuesto por Videla, Massera, Grafigna y Martínez de Hoz.
Se cerraron los ingenios azucareros y se abrieron las cárceles y los nichos de detención clandestina. La faena comenzó en la previa del 24 de marzo de 1976. Después se multiplicó. Miles de muertos y desaparecidos. Entre ellos el abogado de la FOTIA que retrata Vallejo y el propio Secretario General del sindicato, Atilio Santillán.
En el film la esposa de aquel abogado desaparecido vuelve del exilio con su pequeño hijo,  huérfano de aquel padre, el abogado laboralista, pero iluminado por la voz y la presencia de un abuelo sabio, que era el personaje de Carella. Y juntos reconstruyen el rostro y la historia del padre, del niño, del abuelo y de ese digno pueblo tucumano.
Y el abuelo enseña, entonces,  que el rigor del destino de los pueblos es seguir apostando por la vida y en especial, por la dignidad de esa vida.
Más o menos por aquí  transcurre esta película, que para muchos de nosotros, sigue siendo una obra mayor del arte y la ternura.
En un día como hoy se impone la pregunta y la reflexión: ¿quiénes somos nosotros en esa trama colectiva?
¿Somos acaso el abuelo, el hijo asesinado, su mujer, el nieto o el pueblo embanderado luchando por sus derechos y por su propia vida amenazada?
Y la verdad es que somos todos ellos.
Pero volvamos a mirar lo sucedido en estos días en la ciudad de La Plata para saber de verdad quiénes somos y queremos ser.
¿En serio que no te emocionas con tanto piberío limpiando calles y zanjas en un humilde barrio inundado?
¿En serio que no te conmovés con esos mismos pibes cantando sus consignas de amor y lucha al fin de la jornada de trabajo solidario?
¿En serio no te da vergüenza hundirte en tu egoísmo, en tu odio visceral contra un país que renació de sus cenizas y que más allá de banderías políticas es el país de todos?
Quizás nuestro rigor del destino es ser cada vez más felices.
Aunque democratizar la democracia provoque  tanto ruido en esa derecha que hoy convoca al odio.
Prefiero, para siempre, la esperanza y la risa de hombre bueno que nos legó Carella. 

El Argentino,  jueves 18 de abril de 2013

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