Estamos en La Plata, capital nacional de la solidaridad.
Aquí están los pibes y las pibas que garantizan la victoria del amor contra el
odio de los miserables. Ya hablaremos de esta gesta militante de La Cámpora y
otras organizaciones populares que aquí dieron un ejemplo de amor por el
prójimo y de orgullo nacional.
Las elecciones en Venezuela concitan la atención del
continente y el mundo.
Esta virtud propia de la democracia, de saber procesar la
historia a través de urnas repletas de votos populares, demuestra que la paz y
sólo la paz, es el camino.
Los pueblos se manifiestan todos los días del año y deciden
con su voto el proyecto de país. Como ayer en Venezuela.
La derecha, sin embargo, está en operaciones allá y aquí.
Nada hay que temer. Pero la sociedad democrática debe estar alerta en una
semana donde la oposición llama nuevamente a movilizar en las calles con su
cadena de odio y revanchismo.
También fue un 15 de abril, pero de 1953, cuando la
Argentina gobernada por el peronismo sufría la violencia de las minorías del
privilegio.
Ese día hablaba el presidente Juan Domingo Perón ante una
Plaza de Mayo desbordada de pueblo. Las cosas no venían nada bien después de la
muerte de Evita, amada por sus descamisados, odiada por las minorías del
privilegio.
De pronto fue el espanto. Varias detonaciones de bombas
estallaron en medio de la multitud causando cinco muertos y un centenar de
heridos.
Los terroristas fueron luego identificados. Roque Carranza
se llamaba uno de ellos.
Advertido del ataque, el General Perón exclamó: “Ustedes ven
que cuando yo desde aquí anuncié que se
trataba de un plan preparado, no me faltaban razones para anunciarlo.
Compañeros: podrán tirar muchas bombas y hacer circular muchos rumores pero lo
que nos interesa a nosotros es que no se salgan con la suya y de esto,
compañeros, yo les aseguro que no se saldrán con la suya.”
El ambiente se enardeció. Perón se enardeció. La multitud se
enardeció. Y Buenos Aires fue un pandemónium de odio, incendios, angustia y
desesperanza.
Hoy las mayorías aprendieron de su propia historia. Se
identifican con las medidas del gobierno nacional y con el liderazgo de
Cristina.
¿Y entonces qué expresan con el cuerpo?: Que esta vez no
pisarán el palito de la provocación. No saldrán a la calle al grito de “leña,
leña”.
Ponen la otra mejilla a los provocadores y la seguirán
poniendo para garantizar que los pibes sigan en la escuela, con sus vacunas al
día, con la Asignación Universal y el trabajo de sus padres, con nuestros
viejos queridos percibiendo una digna jubilación, con una justicia legítima,
con la Patria Grande palpitando en Venezuela.
La historia enseña. La juventud también.
El Argentino, lunes 15
de abril de 2013
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