Alguien
cantaba por lo bajo La Maza, esa bella canción de Silvio Rodríguez, cuando ella
hizo su entrada al lugar.
Cristina
sabe que aunque disimulen por pudor y responsabilidad, los pibes siempre la
esperan.
Apareció
así, tan de repente. Se abrazó con todos y arrancó la tarea compartida con los
militantes de La Cámpora y otras organizaciones que la escuchaban y a los que
ella escuchaba atentamente.
Preguntó
por el rol de cada uno, la cantidad de ayuda recibida y repartida entre los
damnificados, los lugares asistidos, la organización que se daban, las horas
dedicadas.
Y
fue como si el viento encontrara la justa dirección con su presencia.
Recién
cuando se marchaba, la emoción se desbocó y nuevamente la Presidenta fue “Cristina”,
la compañera.
Sucedió
ayer en la dolida ciudad de La Plata, en la Facultad de Periodismo que dirige
Florencia Saintout.
En
la otra punta de la vida la TV anunciaba que habitantes de Los Piletones denunciaban
a Mauricio Macri por atropellar a dos vecinos afectados por el temporal en la
Ciudad.
Una
mujer embarazada y un joven que sólo pedían ser escuchados por el jefe del PRO
fueron atropellados por el auto oficial que escapaba de las voces desarmadas
que lo increpaban por el desamparo.
De
las tragedias se aprende. Es el ejercicio que venimos haciendo en estos días de
dolor colectivo. Ahora ya sabemos, por si había dudas, quiénes ponen el cuerpo
a la desgracia y quiénes no. Quiénes se hacen cargo y quiénes no.
Quiénes
abrazan y quiénes atropellan.
Flotan
como náufragos de otros tiempos la palabra chabacana del presidente Mujica, el vademécum de derecha del
periodista Juan Miceli y Macri justificando su ausencia por la necesidad de más
descanso que los 100 días que ya se tomó, igual que Rodríguez Larreta, igual
que el jefe del PRO en la Plata paseando por Miami, igual que Bruera por Río de
Janeiro.
No
es banal discutir lo de Miceli, como pretende la liviandad de cierto
progresismo baja caloría. Puso en tela de juicio el valor más sublime que
recuperó la democracia desde el 2003: la
participación política de la juventud. Ya debería entender que la política es
la herramienta de transformación que tienen las democracias cuando la conducen
los pueblos y no los poderosos como su antiguo mesías Magneto.
La
ausencia de los gobernantes no debería quedar como un desliz de ocasión. Es lo
que son.
Como
ayer en Bariloche, el pueblo decide la suerte de sus gobernantes si traicionan
su mandato.
Y
el Pepe Mujica.
Duele
que un viejo guerrero termine quebrando aquella terca voluntad que lo ayudó a
sobrevivir en dictadura. Si le queda un resto de memoria, lo seguimos
esperando.
Que
para esperar, también somos tercos.
El Argentino, lunes 8 de abril de
2013
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