En el año
2007 el presidente Hugo Chávez recibió la noticia de una derrota electoral por
una diferencia que no alcanzaba los 30 mil votos.
Reconoció
el triunfo de la oposición sin titubear.
Como un
verdadero líder democrático.
En el año
2009 el presidente Néstor Kirchner recibía los cómputos que daban una difusa
derrota electoral en la provincia de Buenos Aires por uno o dos puntos de
diferencia.
Le puso el
cuerpo al momento y reconoció los resultados.
Como un
verdadero líder democrático.
En el año
2013, este pasado domingo, el bolivariano Nicolás Maduro se impuso al candidato
opositor Henrique Capriles por una diferencia cercana a los 300 mil votos.
Sin
embargo, el opositor Capriles niega la victoria de Maduro y la voluntad
mayoritaria del pueblo venezolano.
Ahí están a
la vista las distintas conductas éticas y políticas de los dirigentes.
Que en paz
y en democracia, nuestros pueblos y la historia que vienen escribiendo en todo
el continente, los juzgue como corresponde.
La victoria
de Maduro acontece después de la irreparable pérdida del fundador del
movimiento bolivariano y líder indiscutido venezolano. No es un dato
necrológico más, sino un cimbronazo político y cultural del que aún no salió
indemne el proceso de cambio en el país hermano.
Por eso esta
victoria vale doble.
Maduro irá
creciendo con su pueblo. Su crecimiento significará el desarrollo horizontal en
la representación que construya el pueblo para garantizar y profundizar las conquistas sociales. Y ese
desafío empieza ahora.
La victoria
de Maduro era, además, una necesidad de Venezuela y de América Latina. No da lo
mismo que gane la derecha en cualquiera de nuestros países. Porque no está en
juego la suerte personal de los candidatos.
Lo que se
juega es el destino de nuestros pueblos. Hay mérito suficiente, como el
consignado en los primeros párrafos, para garantizar que ninguna victoria será
a cualquier precio.
Ganó Maduro
por un voto, ponele. Pero ganó.
Perdió
Capriles por un voto, ponele. Pero perdió.
Los
movimientos populares nunca fueron tramposos ni golpistas. Respetan a rajatabla
el resultado de la voluntad popular.
No sucede
lo mismo con la derecha.
Ahora van
por la Argentina con su campaña de limar la credibilidad en los gobiernos
populares.
La
acusación de Lanata y la repetición manipuladora del monopolio mediático de
Magneto no es nada original. El pionero fue el viejo Mitre.
Hagamos memoria:
cada vez que atacaron al pueblo y a su juventud empezaron por desprestigiar a
sus gobiernos.
Lo
sufrieron Yrigoyen y Perón. Hoy lo sufre Cristina.
No hay nada
que temer.
Estar del
lado de Cristina es estar del lado de la vida, la verdad y la democracia.
El
Argentino, martes 16 de abril de 2013
1 comentario:
Claramente tiene la anuencia de la Embajada de EEUU para hacer lño que está haciendo, aunque fuera una diferencia de 10 puntos lo hubiera hecho. La derecha nunca acepta derrotas.
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