Habló
Cristina y se movió el tablero político y
una buena parte de la Argentina, la mayoría quizá, se largó a cantar
esperanzada.
Como viene
sucediendo en los últimos años, lejos de ser una letanía del tradicional protocolo
que exige la Constitución, los discursos de Néstor y Cristina en cada Apertura
de las Sesiones del Congreso marcan los tiempos, la agenda y el territorio por donde va la vida y el
destino de los argentinos.
Los procesos
políticos se destacan por sus transformaciones o sus debilidades; por sus fortalezas o sus cobardías; por sus arrojos o sus posibilismos.
Es esta una
manera de distinguir la impronta política y cultural de un gobierno.
Otra manera de
identificar a un gobierno es diferenciando la sonrisa de la mueca, la repetición de la
creatividad, la música del aullido.
Por ejemplo:
cuando se descubrió en el Salón de Pasos Perdidos una de las banderas que Dardo
Cabo y sus compañeros de la Operación Cóndor hicieran flamear en las Malvinas, comprendimos
definitivamente que la causa de nuestra
soberanía y el rescate de la militancia juvenil en cualquier tiempo y lugar, constituyen
partes de la fortaleza del modelo que preside y lidera la Presidenta de la
Nación.
Y cuando
arrancó la Sesión con el violín del joven Facundo Nolasco tocando el Himno
Nacional, supimos que la belleza, la creatividad y la alegría son una expresión
vital del proyecto de país que gobierna desde el 2003.
En un
mensaje que duró aproximadamente 3 horas y 45 minutos, Cristina abordó todo el
horizonte de su gestión de gobierno y además, brindó agudos comentarios y
análisis sobre la realidad argentina.
Largo sería
enumerar los conceptos abordados.
Arrancó
subrayando la importancia de cumplirse en el 2013, 30 años
de democracia y 10 años de este proyecto de país en el gobierno.
Desarrollo y
crecimiento son las palabras que signan esta etapa que protagonizamos, señaló al
reafirmar que esta fue una década ganada
por el pueblo.
Hablaba del
desarrollo laboral y el crecimiento con inclusión social como la contracara
absoluta del modelo neoliberal que en los noventa logró un crecimiento en la
macro economía a costas de una injusta y cruel exclusión social.
Por eso se
entiende que el mejor salario mínimo de América Latina sea el argentino, así como se entiende la baja constante de la
desocupación.
El
crecimiento industrial, la dignificación del haber jubilatorio, con el 94 % de
las personas cubiertas por el sistema de cobertura social y el 1.443 % de aumento recibido por los jubilados desde el
2003 cuando asumió Kirchner, son consecuencia de un modelo que reconstruyó el
mercado interno de consumo.
Demostró que
son 3 millones y medio los niños beneficiados por la Asignación Universal por
Hijo. Habló del Plan Conectar Igualdad que este año alcanzará la meta de las 3
millones y media de computadoras entregadas. Hechas en la Argentina, además. Habló
del Plan Federal de Viviendas, con un millón de ellas a finalizar este año y
del Plan PRO-CREAR que fortalece la construcción y la mejora de las viviendas. Abordó
casi todas las áreas de gobierno exponiendo las políticas de Salud, Desarrollo
Social, Educación, Turismo, Ciencia y Técnica, Trabajo, Seguridad y Relaciones
Exteriores.
Dejó para el
final revelaciones más que interesantes y dramáticas de las Causas vinculadas a las
voladuras de la Embajada de Israel y particularmente de la AMIA y dio
testimonio de su trabajo como legisladora.
Pero lo que
quizá sea el broche de oro de su mensaje
fue la reafirmación de su convicción de democratizar el Poder Judicial a
través de la elección ciudadana del Consejo de la Magistratura, la
transparencia de quienes integran ese Poder de la república y la cantidad y
cualidad de los expedientes y otros
proyectos afines que enviará a la brevedad al Congreso para su tratamiento
parlamentario.
Todo indica
que, más pronto que tarde, se terminará el oscurantismo judicial.
Es necesario
agudizar los sentidos para entender que la Presidenta no le quitó mérito alguno a los profesionales
del derecho en cualquier ámbito donde impartan justicia. Lo que les quita sí es
su condición de exclusivos propietarios del terreno judicial. Democratizar la
justicia, desde esta perspectiva, es hacerla más humana, más cercana a la
sociedad, es negarle el carácter de señores feudales a los jueces que así se
creen, es en definitiva, legitimar la justicia desde la propia justicia, en
armonía con una ciudadanía plenamente democrática.
Hubo otro
recinto afuera, en la Plaza del Congreso y sus alrededores. Fueron miles las personas que se movilizaron hasta
allí para escuchar y acompañar a la Presidenta de los argentinos. La amplia
mayoría de ellos, jóvenes que llegaron muy temprano desde distintas provincias
nutriendo las columnas de La Cámpora y otras organizaciones kirchneristas y agrupaciones
aliadas.
Quienes
pudieron ingresar hasta las gradas del Congreso vivaron a Cristina a la par que
lo hacían sus compañeros afuera.
No es este
un dato de color. Es toda una definición de la etapa política que hoy vive el
país. Porque la participación militante y protagónica de la juventud y los
trabajadores hace a la vitalidad y la trascendencia social de un proyecto que gobierna.
El peronismo siempre fue, en tanto movimiento nacional y popular, un parte aguas
para el país conservador y dependiente. Y cuando no lo fue, el peronismo corrió
el riesgo de convertirse él en conservador.
Vale destacar
la presencia de las Madres en los palcos y la mención especial que le dedicara
la Presidenta a Hebe de Bonafini en un par de tramos de su discurso.
Y hete aquí
el dato singular: nombró a Hebe no para mencionar los juicios a los genocidas
de la dictadura, sino para hablar del
PAMI actual, de la salud de los jubilados, de sus haberes dignificados
constantemente.
Como si la
historia empezara a cerrar un círculo y a abrir otro en ese diálogo entre la
Presidenta y Hebe.
Y vaya si es comprensible que lo nuevo nazca
del pañuelo de una Madre.
Miradas al
Sur, domingo 3 de marzo de 2013
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