Habló la Presidenta
en el Congreso.
Que no se
pierda esa palabra. Que no se diluya en ese tipo de olvido con forma de
hipertexto informativo.
Quieren que borremos
lo sustancial para que la memoria se
aloje en la retina y no en la razón. Y menos en el corazón.
Habló para
todos y todas. Habló de nuestras cosas cotidianas y de las grandes líneas a
seguir por su gobierno, es decir, por el país. Habló de los fondos buitres y
dijo que se les pagará lo mismo que se pagó al 93 % que ya está cobrando. Habló
de cuidar el empleo y la educación.
Habló de la
justicia y cuando lo hizo ¡zacate!: un vendaval de voces anacrónicas salió de
la ultratumba de la injusticia a decir que ni se atreva, con la justicia no,
que es del poder real, de los viejos patrones, de Clarín y La Nación.
Pensemos
este punto nodal del discurso y preguntémonos:
¿Cuál es el
único poder de la república que no se elige, no se controla, no se ve, no se
escucha más que por sus sentencias, como
suelen decir para no decir nada?
¿Cuál es el
poder del Estado que representó al poder
económico para impedir que se cumpla la ley de medios durante tantos años
después de ser aprobada por mayoría absoluta por el poder legislativo?
¿Cuál es el
poder que habla con palabras raras, con giros estrambóticos y números de
expedientes que por laberínticos lo pierden hasta al más baqueano de las leyes?
El poder
judicial, respondemos a coro.
De allí que
es necesario que entremos a todos los ciudadanos a opinar, a debatir, a preguntar,
a criticar, a aportar lo que se pueda a fin de asegurar definitivamente este
nuevo ciclo de la democracia, ahora que se cumplen sus primeros 30 años de vida
ininterrumpida.
Y sigamos
preguntándonos: ¿Por qué las tapas de Clarín y La Nación de ayer domingo
parecen dos barricadas contra la democratización de la justicia? ¿Por qué niegan
la necesidad de abrir las ventanas y las puertas de la justicia para que
ingrese el pueblo que es la esencia misma de la democracia?
Está claro.
Lo que para la democracia es avance y libertad, para esos poderes fácticos es
retroceso y libertinaje.
¿Se imaginan
lo bello que será el día que un psicólogo, un sociólogo, un historiador, un
ingeniero, un arquitecto puedan ser elegidos por el voto popular para ser parte
del Consejo de la Magistratura junto a legisladores y abogados probos?
“Que se
levanten todos”, acostumbraba a decir un joven militante llamado Rolo, que
partió tempranamente.
La garantía
de estos cambios es justamente que participemos todos contra el oscurantismo.
La Causa por
la Masacre de Margarita Belén tomó un nuevo cauce y hay que estar presentes
allá y ausentes acá por unos días.
Hasta
pronto. Volveremos.
El Argentino,
lunes 4 de marzo de 2013
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