Pasadas las primeras emociones y análisis que se
manifestaron en todo el mundo desde que el Cardenal Bergoglio fuera ungido Papa,
es hora de afinar el enfoque sobre el nuevo contexto político y social.
Acertar es agigantar los pasos colectivos.
Equivocarse será desperdiciar la oportunidad que muy pocas
veces brinda la historia.
Decir que lo ocurrido en el Vaticano es de interés sólo de
creyentes, es de un simplismo rayano con la negación de la realidad.
La irrupción de un Papa argentino y latinoamericano en la
escena mundial impacta sobre todos, más allá de credos y religiones. Y más allá
incluso de la complejidad humana que rodea a Bergoglio.
En este marco creemos que la llegada del Papa Francisco consolida
una dirección y desbarata otra.
En el arranque de la década pasada la dirección cultural que
se propusieron los entonces presidentes Lula, Néstor Kirchner y Hugo Chávez fue
rescatar el orgullo nacional de nuestros respectivos pueblos.
Lula hablaba de la recuperación de “la autoestima” para
posibilitar la reconstrucción de una nueva unidad latinoamericana que
permitiera dejar atrás una época hegemonizada por el neoliberalismo.
“Nada importante es posible con la tristeza”, insistía
Kirchner citando a Jauretche.
Y Chávez recuperaba el proyecto de San Martín y Bolívar para
emprender la titánica tarea de reconstruir la Patria Grande.
Pues bien, esa dirección se consolida, se profundiza y se
universaliza con un Papa que al hablar con la Presidenta de los argentinos le
habla precisamente de la Patria Grande y apoya y estimula la unidad de los
presidentes de la región.
Por el contrario, la reacción desatada en estos años por una
oposición política mediática carente de ideas pero gruesa de furia, siguió la
dirección que intentaba fragmentar la unidad
nacional y popular en el intento de
apagar la risa de los pueblos, allí donde se manifieste.
“Nos quieren tristes para dominarnos”, también decía
Jauretche.
Cientos de tapas y editoriales de Clarín, La Nación y sus
repetidoras intentaron convencer a los argentinos que no valíamos nada y que
todo lo que viniera del extranjero siempre sería mejor que lo hecho en casa.
Los discursos de los políticos opositores seguían esa misma
dirección, azuzándose mutuamente con los
cacerolazos que vivaban la muerte y enlutaban la vida.
Pues bien, esa dirección ideológica ha sido desbaratada en
estos últimos días de manera casi fulminante.
Quizás el obsequio de Cristina al Papa de un equipo de mate
hecho por artesanos del Programa Argentina Trabaja que conduce la ministra
Alicia Kirchner sea la mejor metáfora para este cambio de época.
En ese mate y en ese encuentro, late un continente.
El Argentino,
miércoles 20 de marzo de 2013
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