La historia
universal demuestra que toda revolución tiene los bandidos que se merece.
Y que toda
democracia genera sus propios opositores.
Y que todos
los nuevos paradigmas provocan su propia resistencia.
La Sociedad
Rural declaró un lock out patronal; la CGT de Moyano declaró un alerta contra
el gobierno de la democracia y el monopolio Clarín no se adecua a la ley.
Todo está
muy claro.
Por estas encrucijadas
históricas anda la Argentina.
Pese a
quien le pese, el cambio es inevitable.
En vísperas
navideñas hubo bandidos saqueando comercios y apedreando ciudadanos, opositores
que hablan sólo a favor de los más poderosos y manifestaciones de resistencia contra
el gobierno que más transformaciones hizo en defensa de los intereses
nacionales, populares y democráticos.
Los saqueos
violentos que se produjeron en distintos puntos del país, no fueron puebladas
de hambrientos y menesterosos que asaltaban kioscos y supermercados en busca de
comida; sino que fueron pensados por asociaciones políticas, sindicales y
partidarias y ejecutados por hordas de lúmpenes, aparatos y foquistas de última
degeneración.
Los
bandidos y opositores que resisten el cambio se inventan sequías para que, en
su imaginario, una chispa incendie la pradera.
Les falta
pueblo y sentido de realidad. Les falta patriotismo y convicciones.
Y si les falta
una pradera seca es por que esta vez el riego es abundante. Lo viene siendo desde
que asumió la presidencia Néstor Kirchner y mucho más copiosamente, desde el
primer mandato de Cristina.
Hay que
identificarlos, aislarlos y caer con todo el peso de la ley en el marco
pacífico de la democracia inclusiva que hoy gozamos. Hay que saber transmitir
que no son resistentes contra una dictadura o contra un gobierno injusto que
hambrea a la población. Son bandidos. Hay que decirlo con todas las letras. Son
ladrones de baja estofa que al intentar robar los plasmas y los LCD y romperlo
todo a su paso, cumplen con el objetivo de la maniobra política de intentar
robar la paz y el proyecto de país que eligieron los argentinos en su gran
mayoría.
La justicia
tipificará los delitos y determinará, seguramente, quiénes son los
delincuentes.
La justicia
dirá si participó o no Moyano, Michelli o Mongo Aurelio.
La justicia
dirá si hay narcotraficantes que empujan de un lado y parientes de aquella
derecha que engendró la Triple A del otro, en un novedoso y asombroso maridaje
con los portadores de esa vieja enfermedad llamada “infantilismo izquierdista”.
Pero la
política precisa, mientras se sustancian las actuaciones como dicen los
letrados, hacer su propio juicio.
Si los
saqueos fueron ejecutados por minorías organizadas, eso quiere decir que hay
jefatura detrás. Y hay objetivos políticos. Y hay planificación. Y hay
articulación.
Si pensaban
inducir con estas acciones violentas a que se instale un clima social híper
vulnerable y la versión prefabricada de un estado semejante al sufrido en el
2001 y 2002, eso quiere decir que hay un discurso que lo explica, que lo
genera, que lo provoca.
La política,
entonces, dice que hay un hilo conductor entre la arenga permanente de la
cadena del desánimo, entre el cansino llamado opositor a bajar los brazos, a la
desesperanza, al escepticismo y la fuerza de choque que actúa en consecuencia.
La política
dice que la derecha cuando es impotente y retrocede y no logra imponer su
sentido común a la sociedad y pierde los privilegios adquiridos durante su
larga historia, es adicta a provocar
golpes de estado y cuando, como ahora, no tiene poder de fuego suficiente,
organizar operaciones destituyentes a diestra y siniestra.
Toda
investigación criminal suele comenzar con la pregunta: ¿quién se beneficia y
quién se perjudica con el hecho doloso?
Está claro
que hubo al menos cinco noticias que galvanizaron el proyecto de país que
lidera Cristina y que los saqueos y la escuálida concentración de la CGT de
Moyano y la CTA de Michelli en Plaza de Mayo intentaron vanamente tapar.
A saber:
1.-El
acuerdo alcanzado por nuestra empresa YPF con la inversión multimillonaria de
la empresa Chevron para extraer petróleo no convencional. Acuerdo que se hace
desde un gobierno que dio infinitas pruebas de saber defender el ambiente y la
soberanía para el conjunto del pueblo y no tan sólo para un grupo de expertos
de una ONG cualquiera.
2.-La venta
argentina de maíz de exportación a China.
3.-La
recuperación más que digna de nuestra Fragata Libertad.
4.-El fallo
ejemplar del Tribunal de La Plata que juzgó y condenó a 16 genocidas del
llamado Circuito Camps y que entraña la aceleración de la causa de apropiación
de Papel Prensa como delito de lesa humanidad.
5.-La
decisión presidencial de recuperar el Predio de Palermo, allí donde supo
habitar a su antojo la Sociedad Rural.
Si a estos
hechos concretos sumamos el masivo consumo registrado por las fiestas de fin de
año, el turismo local de este fin de semana navideño, el cobro del aguinaldo
más el pronto cobro del salario sin descuento de impuestos, completaríamos una
vista panorámica de la Argentina de hoy.
Los datos
sirven para comprobar que el país ha roto definitivamente el circuito letal del
neoliberalismo que endeudaba al país para alimentar las guaridas del
capitalismo parasitario. Esa red financiera depredadora es la que el pueblo movilizado
rompió en aquel triste diciembre del 2001.
La
acumulación hoy está direccionada hacia el trabajo y la producción.
Ese es el
cambio estructural que se ha producido en el país en estos años.
Pero como
en todo cambio de época, hay varios elementos que intervienen en la realidad y
que son diferentes y complementarios entre sí.
En este
marco, la recuperación del predio de la Sociedad Rural es un bien inmueble
valioso que vuelve a manos del Estado y es al mismo tiempo, un valor simbólico
de alta densidad.
Que lo
sepan: ni los saqueos contra la ley de medios ni contra los supermercados
podrán negarle a este pueblo el derecho a ser feliz.
Miradas al Sur, domingo 23 de diciembre de 2012
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