domingo, 16 de diciembre de 2012

La libertad y la alegría son constitucionales



Hay que valorar el fallo de constitucionalidad  de la ley de medios en su justo contexto: el 54 % de los votos a Cristina, el 7D y la Plaza llena el 9D.
Hay que aprovecharse pedagógicamente de la maravillosa muestra de expresión popular del domingo pasado para entender el cuadro de situación real de la Argentina.
Hay que evitar que los hechos se sucedan vertiginosamente sin que reflexionemos sobre ellos, sin estudiarlos a fondo, sin debatirlos, sin aprender de ellos. Sólo así evitaremos el peligro de flotar sobre la mera superficie.
Hay que darse a la tarea de arrojarse a mar abierto y bucear profundo en la realidad de nuestros días.   
Es obra de todos entender que estamos en medio de una etapa crucial de nuestro devenir como pueblo y como nación y que por tanto, debemos acometer la tarea de estudiar los hechos en su hondura histórica y no abordarlos como sucesos judiciales espasmódicos.
Por que no lo son. 
El pueblo en su conjunto y las diferentes expresiones de sus clases sociales, están nuevamente juntos y al mismo tiempo, marchan solitos en la transformación que esperanzadamente encarnan.   
Nada bueno habrá que esperar de los sectores opositores ligados por diferentes motivos a los intereses de las minorías parasitarias que pujan por hacer trastabillar el proyecto político gobernante para asestarle, si pueden, un golpe letal en la primera oportunidad que se les presente.
No es pesimismo, es apenas realismo.
Si bien esos sectores, aun los que se dicen recalcitrantes opositores, están contemplados en este proyecto de inclusión del país, se hace evidente que por decisión propia o de los poderosos que le escriben la agenda, entraron en una etapa de quiebre con la realidad que les impide cualquier entendimiento con el país real.      
Para ellos, no hay dialogo posible con la realidad; sólo plantean una oposición que, por diestra o siniestra, siempre está furiosa.  
Por eso su punto de quiebre no fue el 8N, sino la valoración reaccionaria que hicieron de la alegre y masiva Plaza del 9 de diciembre.
La prueba fue que reunieron a sus expresiones dirigenciales un día después y parados en  la soberbia de cinco dirigentes políticos, acusaron de “sectarios” a un millón de ciudadanos.
Antes, fueron las seis millones de personas movilizadas en los festejos de Bicentenario. ¿O también fueron seis millones de “sectarios” para la oposición?
Las políticas producidas por el proyecto nacional y popular han venido creando una cultura democrática inclusiva en todos estos años y cuya última manifestación corporal y visible fue la movilización del día 9.
La confrontación opositora no crea cultura; la construcción del pueblo y su gobierno, sí.
Esta conceptualización y la caracterización de los sujetos que protagonizan el cambio en marcha, es lo que nos lleva a seguir insistiendo que el amplio, complejo y heterogéneo espacio kirchnerista está conformado por trabajadores, por sectores muy humildes y por amplias franjas de clases medias que ven representados y expresados en el rumbo del gobierno nacional muchas de sus aspiraciones de clase social.
Son los que pudieron aguantar de pie la más feroz balacera mediática del siglo.
La cantinela de que “la clase media está enfrentada al kirchnerismo” es una operación política inducida por quienes fabricaban, hasta ahora, el sentido común de los argentinos.
Esas clases medias participan del proyecto de país conducido por Cristina.
La Plaza de Mayo del 9 de diciembre fue el 54 % de los votos por otros medios.
Claro que el absoluto no existe. No estamos diciendo que todas las clases medias participan del proyecto; pero sí afirmando que sus expresiones más dinámicas, más representativas, más de vanguardia cultural, son partícipes de este proyecto.
Recordemos un momento de aquel día maravilloso: sube al escenario Fito Páez. Ovación desde los cuatro costados de la Plaza. Canta tres de sus más bellas canciones y ese pueblo canta con él.
Presentan a Cristina por los altavoces y ese mismo pueblo corea su nombre y canta que “si la tiran a Cristina al bombo va a haber quilombo…”.
Luego nombran a Perón: ovación. Nombran a Kirchner: ovación. Nombran al ex presidente Alfonsín: ovación. Nombran a Madres y Abuelas: ovación.
Saque usted sus propias conclusiones.
No existió puja violenta alguna entre las columnas organizadas que agitaban sus banderas y consignas. No existió divorcio alguno entre todas ellas y la marea humana que las cobijaba por todos los costados. No hubo ningún incidente. No volaron piedras. Nadie fue insultado.
Esta conducta traducida a categoría política, se llama proyecto de país en paz, unidad y organización.
Traducida a categoría cultural, se llama amor. 
El liderazgo de Cristina articula la voluntad del dirigente social, del militante de base y   de las miles de familias que esta vez fueron a participar del acto y no a husmear en él.
Así, la distancia entre el proyecto nacional y popular y la oposición es tal, que mientras el gobierno convoca y moviliza a un millón de personas, construye caminos, escuelas, represas y coloca satélites en el cielo, los opositores se encierran en un cuarto con la SIP y con el Grupo Clarín.
Quizá la impotencia los siga arrastrando a un mayor aislamiento, lo que aumenta la  necesidad de avanzar en la organización de la militancia popular, habida cuenta que se impone en esta etapa, abrazar y sostener institucionalmente los profundos cambios en el nivel de conciencia de la sociedad y que se expresan en un nuevo sentido común que se ha echado a andar sin el tutelaje de los antiguos dueños de los diccionarios.  
El derrumbe de las instituciones anacrónicas y el estallido de las falsas conciencias se dan siempre ante hechos puntuales.   
El masivo rechazo e indignación social contra el fallo absolutorio en el caso de Marita Verón es una muestra dolorosa de ello.
Que para eso sirva la unidad y la organización; para que este salto cualitativo que da la  democracia se torne irreversible.

Miradas al Sur, domingo 16 de diciembre de 2012

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