Ese era y
es el grito de combate contra la injusticia de Rolo y sus compañeros.
Hoy es el
nuestro, el de todos, en este día de Plaza nacional y popular.
El
reduccionismo de la resignación dice que estamos en presencia de una derrota
del gobierno y un triunfo del Grupo Clarín.
Mirá vos.
Y dice más:
que haber cargado las tintas en el 7D fue un error estratégico del gobierno
visto las circunstancias del 6D.
Y seguirá
diciendo: ahora que se les viene la noche, habrá que administrar la sucesión.
Era
previsible que lo digan.
Triste sería
que alguien del campo de los buenos, repita tamaña desvergüenza.
Veamos.
Así como la
ley de medios de la democracia es una maravillosa construcción colectiva y
popular, la construcción del 7D como un día clave en el proceso de
implementación completa de la ley, es una inteligente decisión de la conducción
política del proyecto de país que nos gobierna.
Imaginemos
que no haya sido así. La ambigüedad espacial y temporal hubiese ocultado y
desteñido el momento histórico que vivimos, facilitando las maniobras oscuras
de los poderosos, de sus jueces y de sus lenguaraces.
El 7D es un
punto de inflexión, un punto de apoyo para mover la historia, un faro que
ilumina las miserias y las defecciones, un día que obligó a los poderosos a
mostrarse desnudos en su grosera y grotesca impunidad judicial.
El 7D sirvió
para identificarnos, mostrando el documento de vida o muerte que nos pinta a
todos de cuerpo entero.
Además, cuando
la voluntad política no llena el casillero con nombre y apellido y fecha de
alumbramiento y vencimiento, corre el riesgo de morirse en el intento,
cayéndose al vacío primero, y en el olvido, después.
Estamos
discutiendo política en sol mayor.
Estamos
disputando poder desde la democracia, desde el pueblo, desde los intereses
nacionales, desde la memoria, desde la verdad de las grandes causas.
Y si es así
¿acaso alguien se ilusionó con que esto sería un paseo?
La victoria
definitiva de la ley de medios puede demorarse un poco más, pero el avance de
la historia, no.
Es ilusorio
creer que el vientre embarazado de futuro de este 7D puede morirse bajo el vil
martillo de una cautelar judicial. Sería desconocer lo que el 7D vino forjando
en estos años.
La mística
nacional y popular no es ni fue jamás una mística fundamentalista y cuasi
religiosa. Se asienta en verdades históricas y en un razonamiento integral de
la realidad en la que estamos inmersos, en la valorización de las fuerzas
propias y las que se enfrentan, en el sujeto principal que es el pueblo, en la
correcta caracterización de la etapa que se vive.
Lo que
prevalece en todo tiempo y lugar es la inclaudicable voluntad de cambiar la
vida para los más humildes, de hacerla más justa, más libre, más inclusiva.
De eso venimos
hablando.
Y en ese
contexto es que decimos que esta batalla cultural está ganada.
El poderoso
monopolio fue invencible e implacable mientras se podía mostrar cual arbitro
impoluto de la sociedad, “imparcial”, en apariencias.
Grupo
Clarín, urbi et orbi.
Es esto lo
que cambió definitivamente.
El gigante
tuvo que salir al ruedo y pelear. Hizo subir al ring, para que lo acompañen,
uno por uno a los opositores. No alcanzó. Promovió alzamientos y cacerolazos y
cortes de calles sindicalizadas. No alcanzó. Demoró tres años la ley en los
tribunales para ganar más tiempo a la espera que el gobierno caiga derrotado.
Videla y los genocidas presos esperaban lo mismo. No alcanzó. Hasta que
finalmente levantó del suelo la piltrafa de jueces denunciados y a una parte
gravitante de la corporación judicial y los lanzó a la arena a prolongar la
cautelar.
En otra
circunstancia, hubiesen levantado a un regimiento para encender la chispa de la
rebelión corporativa. Hoy apenas levantan una cámara judicial.
Amanece que
no es poco.
El de
Clarín, en tanto monopolio troncal del poder económico concentrado, es un poder
que por su naturaleza, debía haber triunfado contra el poder del Estado
democrático que osó cuestionarlo, en los primeros tres o cuatro movimientos que
ejecutó. Allá por el 2007 y 2008. Y no lo pudo hacer. Por eso esta estocada
cautelar agota la estrategia de victimización ya puesta en jaque con la
denuncia penal contra periodistas y funcionarios. Los pone al descubierto en
toda su miseria.
Claro que
pone a la propia Corte Suprema a las puertas de un choque frontal contra el
Estado de Derecho.
Por que si
el virus infeccioso de esta Cámara que falló, contagia a la Corte, entonces el
gobierno de la democracia hará valer, ya no su legitimidad de origen, sino su
propia legitimidad y legalidad como gobierno del pueblo.
Es de esperar
que la sangre no llegue al río, en la confianza que la verdad y la justicia de
una causa, cuando es tan desbordante como ahora, ablanda hasta a las almas más
aceradas de los aliados del poder económico. Por más togas que vistan.
El
kirchnerismo hizo posible que hoy se discuta el poder en la Argentina.
O lo tiene
la democracia o lo ostentan a su antojo las corporaciones y el monopolio de los
medios. Que es Clarín.
Valga
apenas un borbotón de vocablos para expresar el profundo desprecio que nos
merecen los opositores políticos y su rama patronal sindical de Moyano,
Michelli y Buzzi. En esta encrucijada histórica no podían equivocarse: o
estaban con la democracia o con el poder económico. Y no se equivocaron.
Eligieron estar al lado del poder económico. Se transformaron en columnistas de
TN y de Clarín, repetidores del discurso que flota de los albañales.
La historia
los volverá a juzgar, cuando el pueblo en las urnas, democráticamente, haga
tronar el escarmiento.
“Yo tengo
la obligación de ser optimista…soy una militante política y quiero cambiar las
cosas y pienso que lo voy a poder hacer”, le respondía la entonces legisladora
Cristina Fernández de Kirchner al escritor David Viñas.
Corría el
año 2000. Eran las vísperas del incendio. Vaciaban los bancos y el país. La
única salida era Ezeiza. Y lo que decía Clarín era palabra santa.
¡Cuánto
cambio protagonizamos con esa voluntad!
Por eso seguimos
cantando.
Miradas al Sur, domingo 9 de diciembre de 2012
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